Inevitablemente el temor vendrá sobre ti,
cuando golpee la tempestad.
Los profetas bíblicos nos advierten que cuando vemos a Dios sacudir las naciones, y tiempos peligrosos nos acontecen, nuestro hombre natural temerá mucho. Ezequiel preguntó, "¿Estará firme tu corazón? ¿Serán fuertes tus manos en los días en que yo proceda contra tí?" (Ezequiel 22:14).
Cuándo Dios advirtió a Noé del juicio venidero, y le dijo que construyera un arca, Noé fue "movido con temor" (Hebreos 11:7). Aunque audaz y valiente, David dijo, "Mi carne se ha estremecido por temor de tí, y de tus juicios tengo miedo." (Salmo 119:120). Y cuando el profeta Habacuc vio días desastrosos por venir, él gritó, "Oír, y se estremecieron mis entrañas; a su voz, temblaron mis labios; la carcoma me caló en los huesos, y se me aflojaron las piernas…" (Habacuc 3:16).
Favor de notar al leer estos pasajes: El temor que vino sobre estos hombres piadosos, no fue un temor carnal, sino una admiración reverencial del Señor. Estos santos no estaban atemorizados del enemigo de sus almas, pero ellos temían los juicios justos de Dios. Y es porque ellos entendieron el poder impresionante detrás de las calamidades venideras. ¡Ellos no temieron las consecuencias de la tempestad, sino, más bien la santidad de Dios!
Igualmente, cada uno de nosotros experimentaremos temor agobiante en los tiempos venideros de destrucción y desastre. Pero nuestro temor debe venir de una reverencia santa hacia el Señor, y nunca de una ansiedad carnal por nuestro destino. Dios desprecia todo temor pecador en nosotros, el temor de perder las cosas materiales, riqueza, y nuestro nivel de vida.
Por todas partes del mundo hoy, la gente esta llena con esta clase de temor, mientras ven las economías de sus naciones que empeoran. Ellos temen que una inundación económica, barrerá con todo lo que ellos han trabajado a través de su vida. Y dicen, "Todo mi sudor, todos mis esfuerzos por construir una propiedad y prepararme para el futuro, están a punto de arruinarse. ¡Viviré en la pobreza!"
Tal es el clamor de los incrédulos que no tienen esperanza. No debe ser el clamor de los santos. Ciertamente, si eres un hijo de Dios, tu padre celestial no soportará tal incredulidad en tí. Isaías advirtió:
¿Quién eres tú, que temes a los hombres, a simples mortales, que no son más que hierba? ¿Has olvidado al Señor, que te hizo;…¿Vivirás cada día en terror constante, por causa de la furia del opresor…" (Isaías 51:12-13). "A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él vuestro miedo." (8:13).
Permite que Dios sea tu temor y tu admiración. ¡Esa clase de temor lleva no a la muerte, sino a la vida!