¡Todos vamos a morir!
Estoy convencido de que tan pronto lleguemos a la eternidad, vamos a
comprender cuán insignificantes y fugaces han sido nuestros temores y
pruebas presentes. También veremos cómo la presencia del Señor ha estado
con nosotros todo el tiempo, velando por nosotros con su poder salvador
y sustentador.
Como testifican las Escrituras, nuestra vida aquí en la tierra es
como la hierba: un día estamos aquí, creciendo y prosperando, y al día
siguiente estamos marchitándonos con la estación. Somos como el aliento
de la respiración que vemos en un día helado - en un momento aquí, al
siguiente se va.
Hasta aquí, puedo imaginar que está pensando: "Hermano Israel, ¿cómo
puede esperar que acepte esto como ‘buenas noticias’? Estoy tratando de
librar mi corazón de todos mis temores de la próxima depresión, y toda
la violencia que va a venir. Pero aquí está usted recordándome que tengo
que presentarme ante el trono del juicio y darle cuenta de mi vida al
Señor.
"¿Qué tipo de consuelo es ese? El día que estemos ante el trono de
Cristo va a ser un tiempo terrible. Vamos a tener que dar cuenta de cada
hecho y pensamiento nuestro."
Sé que muchos cristianos sinceros tienen este mismo sentimiento
acerca del juicio. Tiemblan por dentro cada vez que piensan en esto:
"¿Cómo puedo dar cuenta de los millones de pensamientos pecaminosos que
he tenido? ¿Cómo puedo responder por todas las miles de palabras ociosas
que he proferido? ¿Cómo puedo enfrentar todos mis hechos malos - mis
pecados de omisión, mi descuido, mis quejas, mi apatía, mis pecados
contra la luz, los pecados de mi juventud?
"¿Cómo podré mirar a Jesús a los ojos en ese día? ¿Cómo puedo evitar temblar de miedo cuándo tal momento llegue?"
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