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viernes, 6 de julio de 2012

ANTE EL TRONO CON GRAN ALEGRIA






Permítame traer el martillo de la Palabra 
de Dios y quebrar completamente todos sus 

temores sobre el pararse ante el asiento 
de juicio de Cristo, para que de ahora en 
adelante pueda anticipar ese tiempo con 
gran alegría y acción de gracias.

Quiero darle tres razones bíblicas irrefutables de por qué no tenemos razones para temer, sino que tenemos razones para regocijarnos en la venida del día del juicio:



1. El temor no es compatible con todas las relaciones maravillosas que el Señor ha proclamado en su amor por nosotros. Dios ha definido quién él es para nosotros - y esa definición no es compatible con el miedo.

A través de las Escrituras, él describe todas las facetas de su relación con nosotros: Él es nuestro padre, nuestro hermano, nuestro amigo, nuestro novio, nuestra cabeza, nuestro esposo, nuestro abogado, nuestro pariente-redentor, nuestro proveedor, nuestro refugio, nuestro pastor - y mucho más.

Él ha establecido todas estas relaciones gloriosas con nosotros a través de la cruz. Y ahora está instándonos a saber: "Esto es lo que yo soy para ti." ¿Piensas que repentinamente él va a borrar todas estas relaciones con su pueblo en el día de su juicio? ¡Nunca!

¿Cómo puede un padre rechazar su descendencia en la hora de responsabilidad del hijo? No, aún mientras el libro de la vida está siendo abierto, él todavía será su padre, su abogado, su intercesor. ¡Nada puede llevarse esa relación de usted!

2. El temor no puede estar presente el día de su restitución y coronación. "No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados… cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones." (Salmo 103:10, 12).

Nuestras mentes no pueden empezar a sondar cuán lejos está el este del oeste. Y ese es el punto de Dios en este versículo: Él ha quitado nuestros pecados más allá de nuestra capacidad para volverlos a llamar.

Puede preguntarse por qué llamo el día del juicio de Dios nuestro día de coronación. Es porque Isaías dice de ese día: "… como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo." (Isaías 62:5).

Cuando usted esté de pie ante su Señor entonces, reconocerá sus ojos de amor para con usted. Entonces, delante de la multitud entera de transgresores, él extenderá la mano para abrazarle, a su novia. Así que, le pregunto - ¿cómo puede temer que cuándo su Señor le esté mirando fijamente con amor y regocijo? ¡Todavía será usted la manzana de sus ojos!

3. El Señor mismo no hará menos de lo que él requiere de nosotros aquí en la tierra. Dios no requiere nada de nosotros en sus mandamientos que lo que él no está dispuesto a hacer. Y uno de esos requisitos es esconder, cubrir y perdonar los pecados de nuestros hermanos y hermanas. "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano." (Mateo 18:15).

Creo que si allí va a haber un juicio separado para los cristianos, como algunos enseñan, ésta es el área de la vida dónde tendrá lugar. Dios se ofende cuando exponemos las debilidades y las enfermedades de los otros santos, especialmente ante los ojos de los malos. Y creo que este juicio debe ser privado, uno por uno, un encuentro íntimo. Jesús va a decirnos muy amorosamente:

"No puedo permitirte traer este equipaje contigo. Quiero mostrarte lo que perdiste en la tierra, y cómo algunas de tus obras se hicieron en la carne sin mi Espíritu. Sí, tu eres mi novia preciosa, y no hay nada más sino gloria delante de ti. Estás bajo la cubierta de mi sangre, sin una sola mancha o arruga. Pero todas tus obras hechas en la carne deben quemarse."

Su palabra ya nos dice: "La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa." (Proverbios 19:11). "Gloria de Dios es encubrir un asunto… " (Proverbios 25:2).

Ahora, en un momento privado en ese día, Jesús va a mostrarnos cómo cubrió y perdonó nuestros pecados, cuando menos lo merecíamos. Va a revelarnos cómo su misericordia y gracia sola nos permitió pasar de muerte a vida. "Todas las transgresiones que cometió, no le serán recordadas… " (Ezequiel 18:22)

Nuestros pecados están cubiertos para siempre por su sangre, nunca serán mencionados de nuevo. Y así deberían ser nuestras actitudes hacia nuestros hermanos y hermanas que nos han ofendido.

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