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viernes, 13 de julio de 2012

RESIGNADOS EN LAS MANOS DE DIOS




¿Cómo logramos nuestra resignación
en las manos de Dios?

Vemos en la Biblia que cada vez que alguien se aproximaba a esta resignación propia, el lo hizo solamente con gran seriedad de pensamiento. Hoy en día es fácil para cristianos decir, "Sea la voluntad del Señor," en una manera general. Pero es otro asunto completamente reunciarnos en las manos del Señor acerca de alguna circunstancia en particular.

En mi propia vida, he tenido que aprender a confiar en Dios, un problema a la vez. Piénsalo: ¿Cómo puedo decir: confío en Dios con todo, si no he comprobado que confió en él con una sola cosa? Meramente decir las palabras "confío en el Señor completamente" no es suficiente. Tengo que comprobar esto una y otra vez en mi vida, en muchas áreas y en cosas diarias.

También, nuestra resignación en las manos del Señor no puede ser forzada. Debe ser un rendir libre y dispuesto. Hay varios ejemplos bíblicos de personajes que fallaron en esto. Considere el Faraón de Egipto: Sólo cuando él ya no pudo resistir contra las plagas de Dios, él se rindió al permitir que Israel tomase su viaje al desierto.

Igualmente, muchas personas hoy en día dicen, "renuncio, me encomiendo, confío," sólo después que ellos vieron que no había ninguna otra salida de su situación. Pero la resignación verdadera, la clase que complace a Dios, se hace libremente y dispuesto, antes de llegar al final de nosotros mismos. Debemos actuar en pacto con el Señor, como lo hizo Abraham con Dios dando su vida como un cheque en blanco, dejando que el Señor lo llene todo.

Dios aceptará no menos que nuestro todo en este asunto. Si rendimos nuestras vidas a él a medias, con cualquier clase de reservación, seremos tan culpables como lo fueron Ananías y Safira. Ellos fingieron darle todo al Señor, pero en realidad ellos refrenaron una parte y pagaron con sus vidas. En resumen, nuestra resignación a Dios debe ser sin condiciones. No podemos hacer tratos, ni hacer restricciones a nuestro Señor; tenemos que rendir todo control en sus manos.

Ahora, al rendirnos totalmente en las manos de Dios, rendimos todos nuestros pensamientos, nuestras maneras y deseos, y dependemos totalmente de su sabiduría y verdad. Tal resignación por naturaleza es una obra diaria y progresiva. No puede hacerse solo una vez. Dios ve a través de todas nuestras sumisiones temporarias en momentos de angustia, y a través de toda nuestra obediencia fingida. Cuantos cristianos creen estar haciendo la voluntad de Dios cuando en realidad se rebelan haciendo su propio deseo, siguiendo su engañoso corazón. Obstinados se quedan en casa, luego de su murmuración.

Aunque el salmista dice, que debemos confiar en Dios en todo tiempo, nuestra carne orgullosa siempre desea retener el control en nuestras vidas. Siempre trata de convencernos que podemos preservarnos por nuestros propios recursos. Por lo tanto, en el mismo momento que nos rendimos enteramente al Señor, nuestra carne saca su terca voluntad y rápidamente descubrimos cuán determinado esta nuestro corazón en hacer su propia voluntad.

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