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jueves, 5 de julio de 2012

LIBROS ABIERTOS





Todos los “Libros” serán abiertos y 
examinados en aquel día

Juan escribe sobre el juicio:

"Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras." (Apocalipsis 20:11-12).
Note que Juan dice en este pasaje que hay muchos libros y hay "un libro" en el juicio. ¿Cuáles son los primeros “libros”? Son los archivos de la vida de cada pecador - cada cabrito - que está de pie ante el juez.



Vea, toda persona inscrédula tiene un libro de obras y hechos que están siendo grabados en el cielo. Cada página de su libro es un registro de cómo vivió. ¿Puede imaginarse cómo va a ser para un trasgresor cuándo esté de pie ante el Señor en ese día? ¡Cada pensamiento, palabra y acción en su vida serán traídos a la luz, expuestos para su mal, hasta que finalmente el pecador tiene que gritar: "¡No, no - suficiente! ¡No más!"

Para el justo habrá sólo el libro de la vida. Cuando ese libro sea abierto, no oiremos una palabra, una cuenta, un registro de un solo pecado o falla de ninguno del pueblo de Dios. ¿Por qué? Todos sus pecados están cubiertos bajo la sangre de Jesús. La única cosa que aparecerá en ese libro serán nuestros nombres. De hecho, tendrá nuestros nuevos nombres celestiales - y Dios mismo nos revelará cuales serán nuestros nuevos nombres.

Puede preguntarse, ¿cómo se graba nuestro nombre en el libro de la vida? Nuestros nombres son grabados en este libro en el momento que creemos con todos nuestro ser que Jesucristo derramó su sangre por nosotros. Ocurre cuando clamamos la victoria de su cruz, y determinamos buscarle con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerzas, sometiéndonos a su señorío en todas las cosas.

Eso es correcto. Dios ofrece una promesa maravillosa a todos los que eran culpables de pecados horribles, como el carmesí… cuyos actos eran sanguinarios con el hedor del infierno… que abusaron sus cuerpos con alcohol, drogas, perversiones, fornicaciones… que se ruborizan cuando recuerdan su pasado… que tragan en seco cuando piensan cuán cerca estuvieron de caer precipitados en el infierno.

La promesa de Dios para éstos es que pueden estar de pie seguros, con gran gozo, en el día del juicio, sin un rastro de temor. Él garantiza: "… si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana." (Isaías 1:18). Habiéndose arrepentido y renunciado a sus pecados, confiando en su gracia perdonadora, se reconciliaron por la fe en él.

Ves, no importa qué haya sido su pasado, Dios ya no lo ve a usted como usted era. No eres más un adicto a sus ojos. No es un alcohólico, un adúltero, una prostituta, un evasor de impuestos, un ladrón de corporación. En cambio, ha sido transformado en su novia preciosa, encantadora, limpia. Y él está esperando la presencia de usted en la jubilosa fiesta matrimonial dónde usted se unirá a su novio.

Piense en esto por un momento: ¿Cargará un novio que está anticipando su día de bodas de repente a su novia con iniquidad en el juicio? No, claro no. Puede preguntarse: "¿Pero Jesús no va a juzgar toda la maldad? ¿No va a juzgar el pecado?" Sí, lo hará. Pero el Cristo que va a encontrar en ese día es el mismo Cristo que le ha llamado, salvado, perdonado, comprado con su propia sangre, limpiado, sellado en su frente como su propiedad, e intercedido por ti todos estos años.

Cuando estés de pie ante Jesús, va a verlo como su esposo, su redentor, su amigo, su abogado - y su intercesor todavía. Y, en ese momento, va a estar “completo” en él. Va a aparecer sin falta - sin mancha o arruga, santo, sin vergüenza.

“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados.” (Colosenses 2:13). “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría.” (Judas 24).

Somos el cuerpo de Cristo - hueso de sus huesos, carne de su carne. ¿Piensa por un minuto que él va a mutilar su propio cuerpo delante de todas las huestes de demonios y hombres y mujeres malos reunidos ante el trono de Dios? ¡No, nunca! Él va a amar y cuidar a aquellos que componen su propio cuerpo. Y él no los separará de la cabeza. Además de eso, Jesús también es la piedra angular de toda la iglesia. ¿Piensa que él va a removerse de ese edificio, y derribar el lugar entero, después que él le ha colocado a usted tan estratégicamente en él? ¡Imposible!

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