Quiero dirigirme a todos los
cristianos que luchan
con un pecado que los asedia
¿Se despierta todos los días en angustia por una lujuria o hábito que le asedia? ¿Vive en tormento, pensando, “Esta cosa horrible todavía está viva en mí?”
Dios sabe todo sobre el pecado que permanece en tu corazón. Y él sabe cómo lo odias y cómo has llorado por él. Ahora él quiere que oigas esta palabra: “¡No temas! Yo soy tu escudo, tu protector, tu defensa, tu espada de santidad contra todos los enemigos. Conozco el camino de salida de la tentación. ¡Y te enseñaré a batallar!”
David sabía esto. Por eso podía decir, “No temeré ningún mal...” (Salmo 23:4). Comprendía que Satanás obtendría la victoria si tan sólo pudiera convencer al rey que tuviera miedo.
Amado, ésa es simplemente la forma en que trabaja el enemigo contra ti. Él quiere que tengas miedo de tus pecados – temor de que nunca serás liberado, de que nunca serás libre.
Pero Dios dice a todos los santos afligidos y heridos: “¡No temas! Veo y conozco todos tus sufrimientos. ¡Y no permitiré que Satanás te destruya!”
Puedes preguntar, “Pero ¿qué voy a hacer? ¿Cómo puedo tener la paz del Señor y descansar en todo esto?”
La respuesta se encuentra en la palabra de Dios a Moisés e Israel. Con un mar ante ellos, un enemigo detrás de ellos y ningún lugar donde voltearse, Dios les ordenó: “...No temáis, estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros...Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Éxodo 14:13-14).
¿Qué significa esta última frase - “estaréis tranquilos?” Significa no más preocupación, no más intentos de deducir – en cambio confiar en Dios que haga el camino para ti. Es allí cuando él te da su palabra de dirección, como la dio a Israel: “... marchen” (versículo 15).
Josué también enfrentó enemigos imposibles. Él y su ejército tuvieron que marchar toda la noche a Gabaón dónde enfrentaron una masiva máquina militar de cinco reyes confederados. Cuando Josué miró hacia el campo de batalla, vio el valle lleno de carros poderosos y soldados bien entrenados. Pero todo lo que él tenía era una banda cansada de tropas inexpertas.
En ese momento, una nube de desesperación debe haberse acumulado sobre Josué. Probablemente pensó, “Señor, nosotros apenas llegamos aquí - y ahora tenemos que pelear contra este enemigo fuerte. Por favor, dime - ¿qué vamos a hacer?”
La Escritura dice: “Y Jehová dijo a Josué, No tengas temor de ellos; porque yo los he entregado en tu mano, y ninguno de ellos prevalecerá delante de ti” (Josué 10:8).
Dios pronunció la victoria aun antes que Josué entrara en la batalla. Él dijo, “¡La victoria ya esta ganada! Ninguno de estos soldados enemigos quedará de pie después de la batalla. ¡Ahora, ve y pelea, sabiendo que te he prometido la victoria!”
¡Ése es el mensaje de la cruz! La victoria ya está ganada para nosotros.
No importa qué crisis enfrentamos, qué dificultades poderosas se ponen delante de nosotros, nuestra victoria ha sido asegurada: “En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).
¿Significa esto que no vamos a hacer nada - que estamos supuestos a estar de pie y esperar que Dios envíe un ángel a acabar con todos nuestros enemigos? ¡No - nunca! Aunque Dios ha proclamado nuestra victoria, él no hará nuestra parte por nosotros.
Todavía tenemos que levantar una espada para enfrentar al enemigo. La diferencia es que, vamos a hacerlo creyendo que Dios ha prometido darnos poder: “Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57).
El Espíritu Santo responde a nuestra fe. Cuando clamamos a él, él nos cubre con poder sobrenatural para mortificar las obras de la carne. Nuestra parte es la fe - y entonces caminar en la creencia de que el Espíritu de Dios resistirá el poder del mal que viene contra nosotros.
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