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viernes, 14 de febrero de 2014

ENTRADA LIBRE AL PADRE PARTE 3




Jesús trajo consigo una mayor medida de acceso.

La vida de Cristo en un cuerpo humano nos proveyó un mayor acceso al Padre. Aun entonces, el acceso estaba muy limitado. Cuando Jesús vino al mundo como un bebe, tan solo unas pocas personas estaban presentes, unos pocos pastores y los magos. El resto de la humanidad no estaba al tanto de su venida. Allí en el templo de Jerusalén, los sacerdotes estaban llevando a cabo sus tareas y la gente estaba diciendo sus oraciones, todos siguiendo las rutinas acostumbradas.

Cuando Jesús fue niño, unas cuantas personas le vieron en el templo. En su mayoría eran sacerdotes y escribas que se maravillaron de su conocimiento de la palabra de Dios. Pero el público en general no sabia de él. Mas tarde, otros le conocieron en el taller de carpintera donde trabajaba. Pero, ¿quién podía creer, mientras le veía reparar sus sillas rotas, que Jesús era Dios encarnado? Él era simplemente el hijo de José, un buen joven que sabia mucho de Dios.
Cuando Jesús comenzó su ministerio, él dirigía sus palabras a una pequeña cantidad de personas en un país muy pequeño; esto es, a las ovejas perdidas de Israel. Y como solo poda estar en un lugar a la vez, el acceso a él estaba limitado por sus logísticas.

Tenias que llegar hasta Judá si querías llegar hasta Jesús. Si vivías fuera de Israel, tenias que viajar por días o semanas por bote, camello o a pie. Entonces tenías que localizar en que pueblo estaba, encontrar allí una multitud y preguntarle dónde él estaba. O, si ya él se había ido del pueblo, tenias que escuchar los rumores para saber adonde se dirigía. A lo mejor hubieras necesitado alquilar un bote para llegar al otro lado del lago, o caminar todo el día para llegar al desierto donde estaba enseñando a las multitudes.

Una vez encontraras a Jesús, tenias que estar físicamente cerca de él para escuchar su voz, recibir su toque, ser bendecido con su santa presencia. Tu podías tratar de acercártele haciéndote paso por la multitud, pero todos querían acercársele también.

Esto era un acceso muy limitado. Para llegar al Señor tenias que estar en el lugar correcto en el momento correcto. Considera el ciego que escucho que Jesús estaba pasando. Cuando supo quien era, él clamo: "Jesús, sáname, para que pueda recibir mi vista." Solo entonces Cristo le restauro.

O considera la mujer con el flujo de sangre. Tuvo que empujar y arrastrarse para hacerse paso entre la multitud para tocar el borde del manto de Jesús. Mientras tanto, todo el mundo también estaba tratando de tocarle a él.
También estaba la viuda de Nain, que iba en la procesión fúnebre para enterrar a su hijo. Cuando Jesús se cruzo con ella, toco el féretro y resucito al joven.

O piensa en el paralítico en el estanque de Betesda, en el mercado de las ovejas. Muchos enfermos y afligidos se habían congregado allí para ser sanados. Pero este hombre estuvo en el lugar correcto en el momento correcto. Cuando Jesús paso por allí le sano también.

Tenías que calcular o planificar el tiempo para lograr acceso al Señor. Zaqueo lo hizo subiéndose a un árbol para ver a Jesús. Cuatro hombres tuvieron que resolvérselas también en favor de un amigo enfermo. Cuando localizaron el edificio lleno de gente donde Cristo estaba enseñando, abrieron un hueco en el techo y bajaron su amigo frente a los ojos de Jesús.

Finalmente, en un momento glorioso, Jesús proveyó acceso total, ilimitado al Padre. La Biblia dice que en el Gólgota, en una cruz manchada de sangre "Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entrego el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgo en dos, de arriba abajo." (Mateo 27:50-51).

Al momento de la muerte de Jesús, el velo del templo en Jerusalén fue literalmente rasgado. En ese momento se sello nuestro destino. En el instante que nuestro Señor entregó su espíritu, se nos dio acceso total e ilimitado al Lugar Santísimo: "As que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne." (Heb. 10:19-20).

El rasgado del velo fue una representación de lo que ocurrió en el mundo espiritual. Finalmente, podíamos disfrutar de algo que no pudieron lograr por generaciones. Tuvimos el privilegio que aun Abrahán, Moisés y David no tuvieron. Tenemos acceso al Lugar Santísimo, al mismo trono del Dios Todopoderoso. Ya la puerta no estaba cerrada para nosotros. Ahora cualquiera puede asomarse y entrar. Se hizo posible tener acceso ilimitado.

Mas aun, con su muerte Jesús se convirtió en nuestro sumo sacerdote. Él subió a la Nueva Jerusalén, a un templo no echo por manos. Allí tomo el papel de sumo sacerdote. Camino directamente a la santa presencia de Dios y, con el incienso de sus propias intercesiones, presentó su sangre en el propiciatorio. Entonces se sentó a la derecha del Padre, con todo poder, fuerza y autoridad.



En ese punto, Jesús reclamó su derecho por el pacto de recibir en un cuerpo espiritual a todo el que se arrepienta y le reciba como Señor. Y envió al Espíritu Santo para convocar a sus hijos: "He abierto la puerta al Padre. Ahora eras acepto simplemente por estar en mi por fe. Así que te puedes acercar confiadamente al trono. Te llevare a la presencia de mi Padre, quien ahora es tu Padre. Tienes acceso ilimitado a él, día y noche."

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