Aquí esta la angustia, el dolor y el sufrimiento del alma de Jesús.
¿Cuál es el mayor sufrimiento que puede experimentar el alma de Cristo? Creo que es una generación, que ha recibido total e ilimitado acceso a Jesús, y no viene a él.
Por siglos el pueblo de Dios ha rogado y suplicado por ir mas halla del velo. Ansiaron y anhelaron ver la bendición que tenemos hoy. El acceso que disfrutamos hoy es el mismo acceso que anhelo Moisés. Es el mismo acceso que el corazón de David anhelo pero que no pudo lograr. Este es el acceso que Daniel nunca tuvo aunque oraba al Señor tres veces al día. Nuestros antepasados vieron que este acceso iba a estar disponible en nuestros días y se regocijaron por nosotros.
Sin embargo, nosotros que hemos recibido el derecho a tener este maravilloso regalo lo tomamos por garantizado. La puerta se ha abierto para nosotros, sin embargo, rehusamos entrar por días y hasta por semanas. ¡Qué crimen! Cada vez que ignoramos este acceso que Jesús compro para nosotros, pasando casualmente por la puerta, tomamos ligeramente su sangre. Nuestro Señor nos dijo que teníamos todos los recursos que necesitábamos con tan solo venir a él. Sin embargo, continuamos menospreciando su precioso regalo.
La Escritura nos amonesta: "Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe… Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió." (Heb. 10:22-23). Este pasaje habla claramente sobre la oración. Dios nos anima: "Entra a mi presencia frecuentemente, diariamente. No puedes mantener tu fe sino te acercas a mí. Si no entras confiadamente a mi presencia, tu fe va a fluctuar."
Puede ser que conozcas cristianos que una vez estaban encendidos por el Señor. Siempre separaban tiempo de calidad con el Señor, escudriñando su palabra y encerrándose con él. Sabían que tenían que acercarse a él para mantener su fe viva.
Sin embargo, esos mismos cristianos simplemente "piensan" sus oraciones. O entran apuradamente a la presencia del Señor por unos minutos, tan solo para decirle: "Hola, Señor. Te bendigo. Por favor, guíame hoy. Te amo, Jesús. Adiós." Perdieron su corazón que buscaba a Dios. Ya no tienen la comunión sin prisas que una vez disfrutaron. Cuando le preguntas por su abandonada vida de oración, argumentan que están "reposando en fe".
Te digo, las personas que no oran se convierten pronto en personas sin fe. Mientras más descuidan el regalo del acceso, rehusando echar mano de la provisión de Dios, más se alejan.
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