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domingo, 20 de enero de 2013

UNA CONCIENCIA ATRIBULADA



De los profundos, oh Jehová, a ti clamo. Señor, oye mi voz; Estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica. JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Empero hay perdón cerca de ti, para que seas temido. (Sal. 130:1-4).

David sufrió increíblemente bajo la vara del Señor. Por todos lados, las cosas iban horriblemente mal en su vida. El enfrentó problemas abrumantes, enfermedades, tragedia tras tragedia, un reino tumultuoso. Sus problemas se remontaban tan alto que él no creía sobrevivir. Y clamó, Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no hay pie: He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado. (Sal. 69:1-2).

Sin embargo sus problemas exteriores no le molestaban tanto como sus horrores internos. Él temía que el Señor le había abandonado. Él escribió, Hazme puesto en el hoyo profundo, en tinieblas, en honduras (88:6). Sobre mí se ha acostado tu ira... (verso 7). ...he llevado tus terrores... (verso 15). Sobre mí han pasado tus iras... (verso 16).

David creía que Dios le había abandonado por su pecado-un pensamiento insoportable. Le suplicó al Señor, No me anegue el ímpetu de las aguas, ni me suerba la hondura, ni el pozo cierre sobre mí su boca. (69:15). El estaba diciendo, ¡Oh, Señor, por favor-no permitas que descienda tan profundo que no pueda salir!

David también sufría por el escándalo que había causado en Israel. Su pecado fue descubierto, y todo el mundo lo sabía. Su pesar y su vergüenza eran tan abrumantes que le rogó a Dios, ...No me pongas por escarnio del insensato. (39:8).

David temía que Dios le iba a quitar la vida como juicio por su pecado. Cada momento de su vida estaba lleno de pensamientos de ser derribado en ira. El clamó, Jehová, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira. (38:1).

Mientras que todas estas ansiedades caían sobre David, su corazón estaba lleno de temor de Dios. El confesó, Acordábame de Dios,... y desmayaba mi espíritu. (77:3). Esto es algo desconcertante. ¿Por qué se sentía molesto si todos sus recuerdos de la obra de Dios en su vida le habían dado gozo y felicidad? ¿Qué podía molestarle ahora?

David estaba ansioso porque todos sus pensamientos estaban concentrados en como Dios iba a tratar con su pecado. El sentía la vara del Señor sobre su carne, las flechas de la verdad penetraban en su alma con ferocidad: Porque tus saetas descendieron a mí,... (38:2).

La conciencia de este hombre se había convertido en una carga pesada. El sabía que había pecado contra todo el amor y luz que había recibido del cielo. El Señor en su misericordia le había librado una y otra vez de sus errores pasados. Y esta vez, David sabía que merecía ser echado a un lado. Así que cayó aún más profundo en tristeza y confusión, escribiendo, Hanme comprendido mis maldades, y no puedo levantar la vista: Hanse aumentado más que los cabellos de mi cabeza... (40:12).

Conozco un sin número de cristianos que son igual que David. Aman a Jesús, mas sin embargo han pecado horriblemente contra la luz que les fue dada. Han escuchado miles de sermones, han leído la Biblia diariamente por años, y han pasado innumerables horas en oración. Sin embargo han pecado contra todas las bendiciones de Dios. ¿Cómo? ¡Tienen un pecado que no han confrontado!

Con el tiempo, su pecado ha cortado su comunión con Jesús. Y ahora el Espíritu Santo ha señalado su hábito, poniéndolo en alto ante ellos. Él les está advirtiendo, ¡Basta ya, este pecado tiene que salir! No aceptaré que continues en él. Desde ahora, estás bajo plazo. He expuesto tu pecado ante ti ¡pero pronto puede ser expuesto ante el mundo! Ahora cada vez que entran en la casa de Dios, no pueden levantar el rostro. Y lloran como David, ¡Mis pecados son muy numerosos para contar! ¡Mi iniquidad se ha apoderado de mi, ni siquiera puede levantar mi rostro al cielo!

Han perdido todo el gozo y la libertad que una vez disfrutaban. Ni siquiera pueden orar ni cantar con vida o poder. Y llevan a su alrededor un sentir de fracaso. Están débiles, enfermos en alma, encorvados, listos para desmayar. ¡Y saben que su pecado ha cortado su comunión con Dios!

¿Es ésta una descripción de la condición de tu alma en este momento? Si es así, dale gracias a Dios por su misericordia. ¡El está implantando en ti un temor santo del Señor! Por eso es que te estas hundiendo en la profundidad de la convicción. ¡Estas bajo el peso de una conciencia atribulada!

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