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miércoles, 12 de noviembre de 2014

CARTAS DE DIOS AL MUNDO


"No desmayamos, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios" (2 Corintios 4:1-2). El apóstol Pablo afirma que somos llamados a ser una manifestación de la verdad. Claro, sabemos que Jesús es esta verdad. Así que, ¿qué quiere decir Pablo cuando dice, en esencia, que debemos manifestar a Jesús?

Pablo está hablando aquí de una expresión visible. Una manifestación es una "brillantez" que hace algo claro y comprensible. Para abreviar, Pablo está diciendo que somos llamados a hacer a Jesús conocido y entendido a todas las personas. En cada una de nuestras vidas, debe haber una brillantez de la misma naturaleza y semejanza de Cristo.

Pablo toma este concepto de manifestar a Cristo más lejos. Él dice que actualmente somos cartas de Dios al mundo: "Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres" la carta de Cristo "escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón" (3:2-3). Nuestras vidas son cartas escritas por el Espíritu Santo y enviadas a un mundo perdido. Y somos leídos continuamente por aquellos alrededor de nosotros.

El hecho es que, Dios sabía que el maligno no leería o entendería su Palabra escrita. La mente carnal simplemente no puede comprender las cosas espirituales. Las considera tontas. Así que, en cambio, Dios ha enviado cartas personales a una humanidad inconversa. Sin embargo, estas cartas no son escritas con tinta o envueltas en cuero. Son Escrituras que viven, respiran, y caminan. Y representan el evangelio de Cristo que es "poder de Dios para salvación a todo aquel que cree" (Romanos 1:16).

Vea, la razón por la que Dios envió al Espíritu Santo fue para manifestar a Jesús al mundo. El Espíritu constantemente habla de Cristo, haciéndolo claramente conocido al entendimiento humano. Él manifiesta a Jesús de muchas maneras. Pero Dios escogió dar a conocer a su Hijo a los pecadores de una manera más eficaz: revelándolo en cartas de carne y sangre, mensajes vivos que pueden ser leídos por todos.

¿Cómo, exactamente, llegamos a ser cartas de Dios al mundo? Sucede sólo por la obra del Espíritu. En el momento que somos salvos, el Espíritu Santo imprime en nosotros la misma imagen de Jesús. Y continúa formando esta imagen en nosotros, en todo momento. La misión del Espíritu es formar en nosotros una imagen de Cristo que sea tan verdadera y exacta que, perforará la conciencia de las personas.

El Espíritu Santo logra esto tomando nuestros corazones redimidos y nuestros cuerpos rendidos y nos acerca continuamente a la presencia de Jesús. En la presencia de nuestro Señor, somos transformados. Y por ende, nos sentimos obligados a una vida santa, una conversación santa, y a un estilo de vida santo.

Y cuando pasamos más tiempo con él, su imagen en nosotros aumenta. Finalmente, nuestras vidas llegan a ser tal manifestación poderosa de Jesús que aquellos a nuestro alrededor son tocados y movidos.

Qué palabra increíble Pablo nos ha dado aquí. Él está diciendo que es posible llegar ser tales luces brillantes de Cristo que literalmente impactamos las conciencias de las personas. "Sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios" (2 Corintios 4:2). Debemos ser como Jesús a través de la persona del Espíritu Santo, reflejando su pureza, que otros no pueden evitar ser convencidos de pecado. La imagen de Cristo en nosotros golpea a través de cada pared que ellos han erigido - todo ídolo, pecado y maldad - y toca la conciencia.


Ahora, Pablo no está hablando aquí de predicar o testificar. Él no menciona nada acerca de repartir tratados religiosos o tener reuniones de avivamiento. Claro, que tales esfuerzos evangelísticos son importantes. Aún, ninguna de estas herramientas puede por sí mismas tocar las conciencias chamuscadas de los pecadores malignos. Es posible usar estas cosas para la evangelización, y aún así no producir una penetrante manifestación de Cristo.

Considera las palabras de Jesús sobre este asunto. Nos dice que es posible tomar parte en manifestaciones milagrosas que no son verdaderas manifestaciones de él: "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23).

Esto demuestra que en el día de Jesús las personas vieron grandes manifestaciones: los hombres echaron fuera demonios, sanaron enfermos, realizaron milagros. Y las multitudes se reunieron para ser testigos de estas cosas. Aún así, tales manifestaciones no siempre tocaron las conciencias de las personas. ¿Por qué? Aquellos que los realizaron no siempre tenían la semejanza de Jesús. Por consiguiente, no podrían “recomendarse a sí mismos" a las necesidades más profundas del corazón de las multitudes. Las manifestaciones que estas personas trajeron no eran de Cristo, sino señales y maravillas de la carne.

Puedes preguntar, “¿Está implicando que Dios no puede alcanzar las conciencias de los inconversos a través de la predicación y la evangelización?" Claro no estoy diciendo eso. Nuestro Dios puede alcanzar a cualquier persona, a través de cualquier medio que él escoja. Pero lo hace con una condición: que los individuos que anuncian su evangelio vivan una manifestación de la verdad. Una persona podría ser un portavoz elocuente o el predicador con más conocimiento Bíblico sobre la tierra. Pero esas cosas no importarán una pizca si no tiene un caminar íntimo con Jesús. Si la presencia de Cristo no nos ha cambiado en su imagen, somos sólo un címbalo resonando.

Por toda esta nación, los cristianos están orando por avivamiento. Muchos esperan que el Espíritu Santo caiga en su comunidad y multitudes sean convertidos. Quieren ver a Dios barrer a los pecadores hacia sus iglesias y llenar los asientos. Pero este tipo de oración puede ser una evasión. A menudo, cuando el avivamiento no llega, las personas claman, "No es culpa nuestra. Ayunamos y oramos. Recorremos el área con invitaciones. Pero Dios no decidió enviar el avivamiento. Es su problema, no el nuestro. Ponen la responsabilidad completamente en el Señor.

Creo que Dios responde, "Oh no, no jugaré ese juego. Tomarás responsabilidad personal por testificar de mí. Quiero que cada miembro de mi cuerpo sea una brillante manifestación de mi Hijo. Eres responsable de cómo me das a conocer, a tu familia, amigos, vecinos y compañeros de trabajo."

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