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domingo, 26 de octubre de 2014

PARÁBOLA QUE REVOLUCIONA



Jesús cuenta una parábola en Lucas 17 que debe revolucionar nuestra vida de oración

La siguiente parábola debe cambiar como cada cristiano ve la oración:

“¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver el del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice mas bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso da gracias el siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenando decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.” (Lucas 17:7-10)

Sabemos que el amo en esta parábola es el Señor. Y el siervo aquí representa cada creyente. Claramente, esta parábola se trata de servir a Cristo. Y evidentemente, nuestro Señor mira este acto como el llamado mayor.

Puedes objetar, “Yo pensé que nuestro llamado mayor era que fuéramos al campo a recoger la mies.” Ese es verdaderamente un llamado mayor. Pero Jesús dice que no es el mayor. El “llamado mayor de Dios en Cristo Jesús” como Pablo se refiere, es que lo alimentemos a él. Todo servicio debe nacer de la comunión e intimidad con Cristo. Yo no entendía esto hasta que me puse en el lugar del siervo.

De momento, estoy en el campo, arando y apacentando las ovejas. Cuando el día se termina, estoy cansado, sudoroso y hambriento. He trabajado fiel y fuertemente y ahora necesito alimento. Así que voy al salón comedor del maestro para comer. Cuando entro, espero encontrar a mi amo que me diga, “Por favor, siéntate. Tu necesitas refrescarte.” Así que me acerco a la mesa, hambriento y con ojos que imploran, “Estoy en necesidad.” Pero el amo no me dice, “Siéntate y come.” Al contrario, me ordena, “Ponte tu delantal. Estoy listo para cenar, así que sírveme a mi primero. Después que me hayas servido, tu comerás y beberás.”

Aquí esta la prueba de que somos llamados a alimentar a Cristo. A primera vista, esta orden parece severa y exigente. Pero nada puede estar mas lejos de la verdad. El profeta Elías dio una orden similar cuando fue alimentado por la viuda. Elías le dijo, “ Prepárame una torta primero. Entonces tu comerás.“ Lo que en realidad se esta diciendo en estos versículos es: “Pon el reino de Dios primero. Entonces todo lo otro se te dará.”

Cuando veo lo que Jesús verdaderamente esta diciendo aquí, mi corazón se derrite. Ya él le había dicho a sus discípulos “Los he llamado amigos” (Juan 15:15) Y ahora en esencia, él dice: “Ustedes son mis siervos pero les he llamado amigos. Y hay una necesidad en mi que solo la amistad puede satisfacer. Ustedes han estado en los campos todo el día, trabajando para mi y están cansados y hambrientos. Pero, antes que yo les alimente, necesito que ustedes hagan algo por mí. Necesito que vengan y se siente en mi mesa y déjenme hablar con ustedes. Hay tanto en mi corazón que deseo decirte. Anhelo esta hora del día cuando tu y yo podemos compartir. Cíñete ahora y sírveme.

No nos imaginemos a este siervo como un mozo que se pasa yendo y viniendo de la cocina a la mesa. No, el siervo que Cristo presenta es la imagen de un amigo, alguien que es invitado para que simplemente se siente y oiga. El amo le dice, “Te he extrañado. Ahora, sírveme, dejándome descargar mi corazón a ti. Déjame hablar a tu vida. Deseo mostrarte las cosas del futuro”.

Usted ve, alimentar a Cristo no es una relación de una sola vía, donde nosotros dominamos toda la conversación. Mas bien, nosotros alimentamos al amo cuando nos regocijamos al oír su voz. Le alimentamos cuando le escuchamos pacientemente. El Señor se lo describió a Ezequiel: “Mas los sacerdotes levitas hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento del santuario…ellos se acercarán para ministrar delante de mí…Ellos entrarán a mi santuario y se acercarán a mi mesa para servirme” (Ezequiel 44:15-16) Los sacerdotes de Sadoc tenían el mayor llamamiento entre el pueblo de Dios. ¿Qué le pidió el Señor? Él deseaba que ellos le ministraran en su mesa. Hacemos esto hoy cuando le damos al Señor un oído para escuchar su voz.

Jesús habla del mismo tipo de intimidad en la mesa: “He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entrare a él y cenaré con él y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20). Cristo esta diciendo en esencia, “Yo estoy aquí, deseando entrar para hablar contigo en la mesa. Deseo que me alimentes y que me dejes alimentarte a ti.”

Usted puede pensar, “Pero Jesús usa unas palabras tan frías en esta parábola, tales como “obligación” y “siervo inútil”. Suena tan fuerte. Eso no esta en línea con el carácter de Dios.” En realidad la palabra griega para inútil aquí significa sin mérito. Y la palabra para obligación significa beneficio. En resumen, todo siervo debe admitir que “No hay nada de mérito en lo que he hecho. He hecho solo lo que a mí me es de beneficio.”

En otras palabras, Jesús esta diciendo: “No salgas de mi presencia pensando, ‘Mi amo debe estar agradecido conmigo. Yo le he dado tiempo de calidad. Ahora él es quien me debe.’ Tu sabes que mi gracia no puede ser ganada. Es un regalo que se te ha dado gratuitamente. Y mis mandamientos no son gravosos. Al contrario, te benefician. Así, que cuando me alimentes, no lo cuentes como trabajo que es meritorio. Dichos actos no acumulan crédito contra el pecado.”


Este asunto de alimentar a Cristo debe ser algo que nos haga más humildes. Debemos preguntarnos honestamente, “¿Por qué Jesús desea estar cerca de mí? ¿Por qué me pide que espere en su presencia? Soy tan débil en la fe, tan inclinado a fallar. Sin embargo, él dice que cuando espero en él y escucho su voz, él se alimenta. Dice que es comida para él cuando yo deseo escucharlo hablar. ¿Cómo puede ser esto? Que estos pensamientos nos mantengan humildes delante del Señor.

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