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martes, 17 de junio de 2014

NO TOQUEN A MI IGLESIA!




Isaías llama a la iglesia de Dios “la Sión del Santo.” Al usar esta frase, el profeta relaciona a Sión con Cristo, el redentor. En pocas palabras, Sión representa el cuerpo de Cristo, la Jerusalén celestial, la iglesia llamada, separada, de estos últimos días.

Le pregunto, ¿cuál es la principal preocupación de Dios en el mundo actual? ¿En qué pone atención en estos tiempos? La única gran preocupación de nuestro Señor es Sión, su iglesia. No me refiero a la iglesia decaída, institucional. Hablo del cuerpo invisible de Cristo, conformada por creyentes ungidos, y consagrados.

Tal vez se pregunte: “¿Pero no está Dios preocupado con la guerra contra el terrorismo? ¿No le importa la economía y el futuro de Norteamérica?” Sí, está preocupado, pero sólo en la medida en que estas cosas afectan a su iglesia. Pone atención en ellas solamente cuando influyen en su eterno plan para su pueblo.

"Las naciones son como una gota de agua, como un grano de polvo en la balanza; los países del mar valen lo que un grano de arena…Todas las naciones no son nada en su presencia; para él no tienen absolutamente ningún valor” (Isaías 40:15, 17).

Dios nos dice, en esencia: “Mi preocupación eterna es el mundo perdido. Y mi atención está en la forma en que mi iglesia alcanzará a los perdidos.”

Balaam profetizó: “(El de Dios) es un pueblo que vive apartado, distinto de los otros pueblos" (Números 23:9). Esto nos dice que los hijos de Dios conforman una nación distinta, un pueblo separado. No contamos entre las demás naciones del mundo. En efecto, los diferentes miembros del cuerpo de Cristo son una nación espiritual dentro de cada nación. Dios nos enfatiza esto: “Tu preocupación no es solamente lo que ocurre en el mundo. Debería ser conocer mis propósitos eternos, y cumplirlos en la tierra."

El hecho es que Dios también bendice a una nación o la abate de acuerdo con la forma en que ella trata a su iglesia. Piénselo: su única preocupación con Egipto en el reinado del Faraón fue la forma en que esa nación trataba a sus elegidos. Dios devastó a los egipcios y ahogó a su ejército porque ellos habían hecho daño a su pueblo. De manera similar, la única preocupación de Dios con Babilonia tuvo que ver con su amenaza de destruir a Israel durante la época de Ester. Cuando Amán conspiró contra los judíos, Dios lo puso en evidencia y lo quitó de en medio.

Tome nota también que cuando Dios destruyó a Babilonia, no fue solamente a causa de su idolatría, sensualidad o violencia. Fue porque los babilonios habían tocado a sus elegidos. Habían tomado los vasos consagrados a la adoración y bebieron de ellos hasta emborracharse. Como resultado, el imperio más poderoso del mundo fue arrasado. El momento en que los babilonios se entrometieron con los intereses de Dios, él los destruyó.

Nuestro Señor luchará con todas las naciones del mundo con el objeto de proteger y prosperar a su santa Sión. Él destruirá imperios enteros con solo extender su mano de juicio. Él desechó al Imperio Romano porque éste trató de aniquilar a su iglesia en diez crueles persecuciones. Tal vez la peor campaña ocurrió bajo el emperador Dioclesiano. Este malvado sujeto persiguió y asesinó con ferocidad a los cristianos. Pero a pesar de lo que hizo, éstos se multiplicaban. Eso quizás obsesionó a Dioclesiano, que terminó abandonando su liderazgo sobre Roma porque se volvió loco tratando de destruir por completo la causa de Cristo.

En Génesis 20, Dios juzgó al rey pagano Abimelec porque se abstuvo de tocar a la ungida de Dios. Abimelec había tomado a Sara, esposa de Abrahán, para su harén. Pero Dios se le presentó en un sueño, diciéndole: “Vas a morir.” El único interés de Dios era proteger a su elegida, Sara. Él ordenó al rey: “Devuélvele su esposa a este hombre porque él es profeta…si no la devuelves, ciertamente tú y los tuyos morirán” (Génesis 20:7).


Todos estos ejemplos nos proveen un panorama claro de la preocupación de Dios por todos sus elegidos. El se opondrá a cualquiera que haga daño a Israel o toque a su iglesia.

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