La auténtica gracia bíblica es poder del Espíritu Santo para vivir una vida santa y luchar contra la impiedad. "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tito 2:11-13).
Este pasaje revela dos características que la gracia bíblica siempre produce en la vida de un creyente: 1) Una expectación y un anhelo por la segunda venida del Señor, y 2) un temor y una reverencia santa hacia el Señor. Estos dos frutos de la obra de la gracia son inseparables. Sencillamente no podemos poseer uno sin el otro.
El autor de Hebreos nos urge, "Tengamos gratitud y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia" (Hebreos 12:28). Este verso enlaza a la gracia directamente con la reverencia. En resumen, la reverencia es un concepto divino que incluye temor, respecto y sobriedad.
El apóstol Pedro también relaciona la gracia con la sobria reverencia: "Ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado" (1 Pedro 1:13). Pedro no nos está animando a poner caras largas o andar por ahí sin gozo. Por lo contrario, habla de una reverencia que produce auténtica alegría del corazón. En esencia, dice, “Si tienen una revelación de la gracia de Jesús--su amor, santidad y belleza— producirá en ustedes temor y reverencia.”
Ahora, cuando Judas habla que hombres impíos se infiltrarán en la iglesia, la palabra que utiliza para “impíos” significa “hombres sin reverencia.” En otras palabras, estos maestros introducirán ligereza y liviandad en la casa de Dios. Intentarán distorsionar y pervertir toda reverencia hacia las cosas del Señor.
Jeremías profetizó de tales hombres impíos, "He aquí yo estoy contra los que… hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas" (Jeremías 23:32). La palabra ligereza en este verso significa frivolidad. Jeremías dice, “Estos falsos maestros se ríen de todas las cosas que se deben reverenciar, respetar y mirar con temor. Ellos ridiculizan la sobriedad que viene de la verdadera adoración al Señor.”
¿Cuál es el propósito del diablo al traer un espíritu de ligereza? Es hacerle creer que el Señor no es severo frente al pecado. Satanás quiere que usted piense que no hay ira en el Señor, que su gracia cubre todo juicio justo. De modo que, a veces, escuchará al enemigo susurrar, “No te preocupes por tu lujuria. Hay abundante misericordia y perdón en el Señor.”
Pablo dice que todos estos hombres impíos "detienen con injusticia la verdad" (Romanos 1:18). En otras palabras, han conocido la verdad y la han saboreado. Han sido edificados y reprobados por ella. "Pues Dios se lo manifestó" (1:19). Pero, pesar de haber sido bendecidos por la verdad de Dios, se alejaron de ella. Rehusaron dejar sus prácticas lascivas y en su lugar se entregaron a su lujuria. A su vez, Dios los entregó al engaño de sus pecados.
Cuando Judas dice "convierten en libertinaje la gracia de Dios" (Judas 4), la palabra “volver” significa que algo cambia, que algo se añade. Viene de una palabra que significa abatir a la verdad, es decir, ponerla en el suelo y volverla pasiva. En resumen, la gracia de Dios una vez estuvo erguida y activa en la vida de estos hombres impíos. Pero como no dejaron su pecado, la arrojaron al suelo y la pisotearon, y la despojaron de todo su sentido y poder. Como Isaías se lamentaba, "la verdad tropezó en la plaza… la verdad fue detenida" (Isaías 59:14-15).
Hoy veo que la gracia de Dios se maneja así en la iglesia. Recientemente vi una cinta de vídeo de una iglesia que llevaba a cabo un servicio al estilo del programa de chismes. El pastor hacía una lista de las diez principales razones por las cuales los chicos se aburren en la iglesia. Algunas de las cosas que mencionó eran tan tontas, tan distantes del verdadero carácter de Cristo, que no puedo repetirlas. Pero toda la congregación se reía y aplaudía. Aquel pastor convertía el Evangelio de la gracia en frivolidad. Al torcer sutilmente su significado, la derribaba y le despojaba de su poder.
Puede que usted se pregunte: ¿De dónde vienen ministros tan impíos? ¿Cómo son capaces de escurrirse en la iglesia para pervertir la gracia de Dios? ¿Es que el diablo los escogió de algún teatro pornográfico y los vistió como ángeles de luz? ¿O son ateos disfrazados de predicadores que se las han arreglado para llegar al púlpito?
No. Pablo dice de tales hombres que, "Dios les manifestó la verdad” (vea Romanos 1:19). En un tiempo, estos hombres conocieron todo el significado de la gracia. Pero, de algún modo, se volvieron adictos a una lujuria a la cual no querían renunciar. En ese punto, comenzaron a retener la verdad en la maldad. Tuvieron que inventar una gracia falsa para excusar su lascivia. De modo que hoy predican a un Cristo falso, por medio de un concepto pervertido de la gracia.
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