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miércoles, 26 de febrero de 2014

UNA SEÑAL DE MADUREZ



Una señal importante de madurez es que ya no desafías a Dios para que se te pruebe con evidencia visible o con una voz interna. Por supuesto, el Señor le habla a su gente. Jesús dice que sus ovejas conocen su voz. Pero la voz que Dios usa para hablar a su gente hoy es su palabra revelada. Hebreos declara: "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo…" (Heb.1:1-2).

Además, cuando el Espíritu Santo nos habla, es para recordarnos las palabras de Jesús: "Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, el os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho." (Jn. 14:26).

Cuando confiamos en voces internas o señales externas para escuchar de parte de Dios, nos exponemos a un increíble engaño. 

A menudo e dudado si es que estoy haciendo lo correcto y en muchas oportunidades le pedía al Señor que me confirmara en la obra que estaba haciendo, si era su voluntad que me moviera así. Cuando se me presento la oportunidad de trabajar en una empresa de servicios generales en área de mantenimiento, el enemigo trató de desviarme usando personas que decían que no debía estar rodeado de incrédulos, otros decían que no era de Dios. Pero pronto el Señor me confirmo su voluntad al ver como mis jefes me pidieron que haga una reunión de oración y compartir de la palabra antes de iniciar la jornada laboral de cada día. Ver a mis compañeros recibir la palabra, a otros reconciliarse con Cristo y volver a congregar me convenció claramente que era un propósito de Dios.

Al tiempo de Dios terminó mi contrato y el me llevo a otra empresa, donde gane almas para su reino. Ahora estoy trabajando en la Casa de la Juventud como sub coordinador y estoy viendo una gran puerta para llegar a muchos jóvenes. Algunos dirán que estoy alejado de mi llamado, pero veo que por donde el Señor me permite ir, su llamado se hace mas visible en la obras que me permite hacer, en las vidas que puedo ministrar.

Cada vez que volvía el ataque del enemigo a quererme contristas yo decía: ¡No! Dios ha abierto una puerta delante de mí. Y me ha dado el mensaje que debo predicar. Simplemente, debo obedecer a mi Señor, confiar en su palabra y dejar todos los resultados en sus manos. El siempre hace las cosas a su manera, fuerte o calladamente, visible o invisiblemente.

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