¿Cuántos ministros podían haberse librado
de la ruina si hubiesen tenido compañeros en
oración luchando por su liberación?
Recientemente leí acerca de la esposa de un pastor que dejó un mensaje penoso en su blog personal. Ella dijo en una forma poco clara, Hermanos , miles de las esposas de predicadores beben en secreto para cubrir su dolor. Eso es lo que yo hago. Bebo para adormecer el dolor. Otras esposas de ministros escriben de sus matrimonies en ruinas o de las adicciones de sus esposos a la pornografía por el Internet.
Amados, estas son las personas que estoy ayudando en oración Oro por ministros y sus familias, porque yo sé que lo necesitan más que nadie. Yo no ignoro las peticiones de nadie. He aprendido de primera mano que los compañeros de oración dan resultado. Las escrituras dicen que cuando el apóstol Pedro estaba atado en la cárcel y la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. (Hch. 12:5). Y Dios libertó a Pedro con un milagro.
Pablo no tan solo pidió por compañeros de oración, sino que también era uno, él sabía que era parte de su llamado como ministro del evangelio. Él escribió a los filipenses: a todos los santos con los obispos y diáconos doy gracias a mi Dios en toda memoria de vosotros, siempre en todas mis oraciones haciendo oración por todos vosotros con gozo, por cuanto os tengo en el corazón (Fil. 1:1-7).
Pablo también escribió a los romanos: A todos los que estáis en Roma, porque testigo me es Dios, que sin cesar me acuerdo de vosotros siempre en mis oraciones (Ro. 1:7, 9). La palabra me acuerdo aquí significa, Yo recito tu nombre y tus necesidades al Señor. En resumen Pablo no le pedía a otros que hicieran algo que él no estaba dispuesto a hacer.
¿Estás enterado que el matrimonio de un hermano o hermana está en peligro? Si es así, qué haces? Se lo cuentas a otros, Qué pena están a punto de separarse. O, mencionas sus nombres al Señor y luchas por ellos en oración?
Una liberación poderosa toma lugar cuando los santos de Dios le buscan diligentemente con fe de niño por las necesidades de sus hermanos y hermanas. Termino aquí recordando el conmovedor testimonio de Pablo:
Nos sentíamos como sentenciados a muerte. Pero eso sucedió para que no confiramos en nosotros mismos sino en Dios, que resucita a los muertos. Él nos libró y nos librará de tal peligro de muerte. En él tenemos puesta nuestra esperanza, y él seguirá librándonos. Mientras tanto, ustedes nos ayudan orando por nosotros. Así muchos darán gracias a Dios por nosotros a causa del don que se nos ha concedido en respuesta a tantas oraciones. (2 Corintios 1:9-11).
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