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sábado, 23 de febrero de 2013

LOS QUE QUIEREN UNA VOZ SUAVE



Israel insistió en escuchar
una voz más suave.

Cuando los ancianos de Israel dijeron: Necesitamos, un mensaje más suave, de otro modo moriremos - ellos tenían mucha razón.  Cada vez que usted está bajo la predicación del Espíritu Santo escuchando la palabra ungida y convencedora de Dios seguro que vas a morir.  Eso es, morirás a tus pecados.

En la actualidad, miles de creyentes se aglomeran a escuchar predicadores que no saben nada del temor de Dios.  Y eso era exactamente por lo que los Israelitas clamaban.  Poco después de escuchar la voz de Dios hablarles audiblemente, se estaban aferrando a sus ídolos de nuevo.  Sus alabanzas al Señor eran simplemente un servicio de labios hueco y sin significado.

Si fueramos a traducir la súplica de los israelitas en términos modernos, sonaría algo así: Para toda esa predicación negativa.  No queremos escuchar mas mensajes que asustan acerca del juicio.  Todo lo que hacen es traer culpa innecesaria.  Predicanos acerca del amor de Dios y el perdón después de todo, sólo somos humanos.  Nuestro Dios es un Dios de amor, no de ira y temor.

Un hombre escribió lo siguiente a nuestro ministerio: No sé quién me puso en su lista de correspondencia, pero por favor borre mi nombre inmediatamente.  No puedo soportar su evangelio triste y su martilleo contra el pecado.  Nadie es perfecto, ni siquiera usted.  Ya he tenido suficiente con su evangelio de sentenciamiento.

Isaías habló sobre esta clase de respuesta: ...este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oir la luz de Jehova; que dicen a los videntes: No veais; y a los profetas: No nos profeticeis lo recto, decidnos cosas halagueñas, profetizad mentiras; dejad el camino... (Is. 30:9-10).

La palabra halageña en este versículo significa complaciente, halagadora.  En pocas palabras Israel decía No nos diga cosas desagradables.  Dínos cuan bien van a estar las cosas.  Dínos como vamos a prosperar, cuantas cosas buenas estan por ocurrir.  Si no, quitese de delante de nosotros.

Ningún creyente que esconde pecado en su corazón quiere escuchar una palabra santa y que exponga el pecado.  Esa persona siempre huirá de la voz de verdad del Espíritu Santo.  Y se volverá a algún predicador que es blando con el pecado, que ofrece predicaciones blandas y profecías halagadoras.

Así que usted me preguntará: ¿qué mensaje fuerte dio la voz de Dios a su pueblo en el Monte Sinaí?  Él simplemente dijo esto: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de siervos.  No tendrás dioses extraños delante de mí.  No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ó abajo en la tierra, ó en las aguas debajo de la tierra:  No te inclinarás á ellas ni les servirás: porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la iniquidad de los padres sobre los hijos, y sobre los terceros, y sobre los cuartos, á los que me aborrecen, (Deut. 5:6-9).

Aquí estaba la pura y no adulterada palabra del Señor, saliendo directamente de su boca.  Esta palabra debió hacer que el pueblo corriera a sus tiendas y destruyera sus esculturas.  Debería haber conmovido sus corazones y hacerlos caer de rodillas.  Pero en vez de eso ellos dijeron: Ya no más truenos, fuego y temblores.  No más voz audible que nos hable.  Dános un portavoz como nosotros, y que él nos hable.  Entonces oiremos y obedeceremos.

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