El libro de éxodo, contiene uno de los pasajes más extraños en todas las Escrituras. Mientras Israel acampaba en el Monte Sinaí, ellos repentinamente fueron cubiertos por una gran oscuridad y una increíble llama de fuego. De adentro de esa llamarada, Dios habló: "Estas palabras habló Jehová a toda vuestra congregación en el monte, de en medio del fuego de la nube y de la oscuridad, a gran voz. (Deut. 5:22).
Los montes que rodeaban a los israelitas estaban encendidos ese fuego sobrenatural consumía todo lo que encontraba a su paso. Hubo un gran estruendo como si la tierra se estaba partiendo en dos. Y en medio de todo esto, Dios habló audiblemente con una voz que era asombrosa y poderosa.
Mientras todo esto estaba pasando, los israelitas estaban parados, congelados de terror. Ellos estaban convencidos que morirían antes que la voz del Señor dejara de hablar. De acuerdo con las Escrituras, aÚn Moisés, el gran amigo de Dios "Temió y temió con gran temor". Seguramente habían pensado que estaban colgando de la boca del infierno.
Finalmente, la voz se detuvo. Los relámpagos pararon y el temblor terminó. Y después de poco tiempo, el sol comenzó a brillar. Mientras la gente miraba a su alrededor, ellos miraron que todos aún estaban vivos. Fue un milagro. Ellos habían oído la real y audible voz de Dios y vivieron.
Evidentemente, tan pronto como esta increíble manifestación terminó, los ancianos y líderes de cada tribu, convocaron la más grandiosa reunión de alabanza en la historia de la humanidad. Todos podían testificar de esa gloriosa experiencia que cambiaba la vida que Dios les había dado.
Me los puedo imaginar diciendo: "Esto es increíble. Ninguno ha oído la voz de Dios de en medio del fuego y ha sobrevivido. Podemos contar a nuestros nietos que estuvimos ahí cuando Dios nos habló." También puedo imaginar a los sacerdotes Levitas amonestando al pueblo: No olviden este día. Hemos visto como nadie la santidad todopoderosa del Señor, vivamos en su temor siempre."
Sin embargo, esta reunión no era de alabanza-de ninguna manera. Increíblemente los ancianos dijeron a Moisés: No podemos con este tipo de experiencia. No queremos oír la asombrosa voz de Dios otra vez. Si él nos vuelve a hablar otra vez de esa manera, moriremos. De ahora en adelante, queremos escuchar su voz a través de un hombre.
Su respuesta era totalmente desconcertante. ¿Por qué alguien reaccionaría de esta manera a tal glorioso milagro de Dios comunicándose con su pueblo? Yo puedo decirles por qué: porque los israelitas tenían pecado escondido en sus corazones. Ellos eran idólatras a escondidas.
Increíblemente, esta gente aún se aferraba a sus pequeños ídolos de oro que habían traído con ellos de Egipto- imágenes talladas de Moloc y la estrella del Dios Renfán. El apóstol Esteban dijo: "estos ídolos son... figuras que os hicisteis para adorarlas..." (Hch. 7:43). Los Israelitas habían tallado algo parecido a los becerros de oro gigantes que los egipcios adoraban. Ellos decían: Tú liberanos de Egipto. Tú eres nuestro Dios". Y ahora, en el desierto, ellos todavía no habían dejado su horrible idolatría.
Esteban llamó a esta gente: ... La congregación en el desierto..." (versículo 38). Él estaba sorprendido que aún después que el Señor les había hablado audiblemente, sus corazones estaban todavía en la idolatría de Egipto. Él dijo de ellos: "... nuestros padres no quisieron obedecer, si no que le desecharon, en sus corazones se volvieron a Egipto." (versículo 39).
Usted puede ver por qué la voz de Dios hizo temblar a esta gente. La razón por la cual ellos pensaron que morirían porque estuvieron en la presencia de un Dios santo y todopoderoso- no de un ídolo tallado y sin vida, su Espíritu había impresionado sus almas, y sus conciencias los estaban convenciendo.
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