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sábado, 26 de enero de 2013

SACADOS DE LA PROFUNDIDAD



¡David fue sacado de la profundidad al
recordar la naturaleza perdonadora de Dios!

Después de tanto llorar y clamar al Señor, David terminó testificando, Empero hay perdón cerca de ti, Para que seas temido. (Salmo 130:4). El Espíritu Santo comenzó a inundar su alma con recuerdos de la misericordia de Dios. Y repentinamente, David recordó todo lo que había aprendido acerca de la naturaleza perdonara del Padre. ...Tú empero, eres Dios de perdones, clemente y piadoso, tardo para la ira, y de mucha misericordia,... (Neh. 9:17).

David comenzo a regocijarse, recordándose a si mismo, Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, Y grande en misericordia para con todos los que te invocan. (Salmo 86:5). El es quien perdona todas tus iniquidades,... (103:3).

Esta es una de las promesas fundamentales del Nuevo Pacto. Jeremías declara, ...porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. (31:34). Y Pablo añade en el Nuevo Testamento: ...perdonándoos todos los pecados, (Colosenses 2:13). ¡Dios nos ha prometido perdón para cada pecado!

Sin embargo, esta promesa de perdón está limitada a ciertas personas. ¡Solamente se aplica aquellos que han sido aplastados y están enfermos por sus pecados...quienes han llegado a la profundidad de culpabilidad...quienes han soportado el examen del alma por el Espíritu Santo...quienes se han arrepentido y se han vuelto a Cristo en fe!

Jesús mismo dice que no todo el que dice, Señor, Señor, entrará al reino de Dios. Tristemente, multitudes de cristianos no sienten molestia alguna por su pecado. Sus malos hábitos no le molestan en lo más mínimo. Se han convencidos a si mismos que Dios es tan misericordioso y tan lleno de gracia, que les perdonará aunque continúen tercamente en pecado.

No - ¡nunca! ¡Se han apropiado de una paz falsa! Han ahogado las convicciones, búsquedas y tratos del Espíritu Santo. ¡Han buscado perdón antes que la culpabilidad madure y se convierta en tristeza piadosa!

Al mismo tiempo, el perdón de Dios se puede obtener tan sólo a través de la fe. No podemos razonarlo. El don de la sangre expiatoria de Cristo es tan profundo, tan lleno de gracia, tan misterioso, que está más allá de la capacidad del entendimiento humano. Podemos ver la ley claramente aplicada a nuestro pecado. Podemos sentir condenación, temor y culpa por nuestras deudas. Pero nuestro Padre celestial está amorosamente a nuestro lado todo el tiempo, listo para perdonar. La sangre de Cristo, el amor del Padre, el deseo de perdonar del Señor-todas estas bendiciones son conocidas sólo por fe: ...Que el justo por la fe vivirá. (Gálatas 3:11).

Quizás piensas - ¿cuántas veces te perdonará el Señor por cometer el mismo pecado una y otra vez? Esta seguro, que Su increíble perdón es ilimitado. Cada vez que pecas, puedes ir a Jesús y encontrar liberación. Sin embargo el perdón del Señor no es ciego. Puedes estar seguro que nuestro Padre celestial nos perdona-pero hasta cierto punto, Él nos castiga para que no sigamos en ese pecado.

Cuando los hijos están creciendo, todo padre tiene que castigarlos por portarse mal. Los llaman a la habitación para pegarles-y cuando ven la correa en las manos de sus padres, comienzan a llorar. Gritando, ¡No, papi! Lo siento. ¡Por favor, perdóname!

Nuestros padres nos perdonaban. Pero eso no quitaba que nos aplicaran la correa. Ellos  sabían que si no nos  pegaban, iban a perder significado para nosotros-se convertiría en un chiste en vez de una fuente de disciplina. De igual manera, la ley de Dios existe para recordarnos sus normas santas. Es una lumbrera de Su santidad, recordándonos de Sus caminos - ¡y que Él hace lo que dice!

Déjame dejarte con una palabra de esperanza. Si estás en las profundidades ahora mismo por tu pecado-si estás llorando porque la vara del Señor esta en tus espaldas-anímate. El te está castigando por Su tierno amor. ¡El te está hundiendo porque El quiere que conozcas Su temor!

Exáctamente, ¿qué significa temer al Señor? Significa poder decir, Sé que mi Padre me ama. Estoy seguro, le pertenezco, y sé que El nunca me abandonará. El siente mi dolor cada vez que lucho. Y El es paciente conmigo mientras lucho contra el pecado. El siempre está listo para perdonarme cada vez que le llamo. Pero también sé que El nunca va a permitir que continúe desobedeciendo Su palabra. Mi Padre celestial no me librará de la corrección-¡porque Él me ama profundamente!

Ese es el punto final de todo. Dios quiere que aceptemos Su perdón para que le temamos. Empero hay perdón cerca de ti, Para que seas temido. (Salmo 130:4). Una vez que temamos al Señor, querremos más que obedecerle. Querremos agradarle, poner una sonrisa en Su rostro. ¡Ese es el resultado bendito del temor santo de Dios!

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