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martes, 11 de diciembre de 2012

OTRA GENRACIÓN DE APOSTASÍA


Vemos este mismo plan personificado
en Samuel.
 
Aquí vemos otra generación de apostasía, depravación y decadencia. En ese tiempo, el arca se había ido de Israel. Elí, el sumo sacerdote de la nación, era perezoso y complaciente, permitiendo a sus hijos corromper el sacerdocio. Bajo su liderazgo, el adulterio y fornicación estaban desenfrenados en el templo. Pero Elí estaba tan acostumbrado a su vida de comodidad, que no hacía nada para detenerlos.

En un momento dado el Señor escribió la palabra “Icabod” sobre todo el sistema religioso, significando que, “El Espíritu del Señor había partido.” Una vez más, las fuerzas satánicas se habían levantado con gran poder. Y al ojo natural, la obra de Dios había perdido mucho terreno, las probabilidad de recuperación parecían improbables.

Pero el Señor tenía un hombre escogido desde el principio—un niño llamado Samuel. Mientras todos los ministros alrededor de él eran indulgentes en la fornicación y la glotonería, Samuel estaba aprendiendo a oír la voz de Dios. Y mientras él tenia más intimidad con el Señor, el Espíritu Santo lo llenó con una palabra profética. ¡Él llegó a ser un testimonio—la prueba viviente del poder de Dios!

La escritura dice que mientras Samuel creció, ninguna de sus palabras cayó a la tierra—significando que, él habló de forma consistente con poder y autoridad. Y debido a su autoridad piadosa, ninguna nación pudo alzar una mano contra Israel por más de cuarenta años.

Una vez más, el Señor levantó a un solo hombre como testimonio a una nación entera. Dios no necesitó ningún ejército, ninguna organización humana, ninguna “cosa nueva.” ¡Todo lo que necesitó fue un hombre justo—alguien cuyo ministerio estaba comprometido totalmente a su manera santa!

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