¡Cualquier persona cuya vida es un testimonio
del poder sustentador del evangelio llegará a ser
un blanco principal de la ira de Satanás!
Si tiene hambre y sed por la plenitud de Cristo, Satanás le declarará la guerra. Cuando él ve evidencias de que su compromiso es real—su diligencia en la oración, su rechazo del yo—usará toda arma del infierno para tratar de destruir su testimonio. ¿Por qué? ¡Ese testimonio es la respuesta de Dios a la apostasía y la ruina!
De esto se trata el horno ardiente en la historia de Daniel. Satanás inventó un plan detallado para destruir el único testimonio del poder de Dios que quedaba en Babilonia. Culminó en un horno candente, para matar toda prueba viviente de la verdad del evangelio de Dios.
Tres jóvenes israelitas piadosos sirvieron en las altas oficinas gubernamentales en Babilonia—hombres que eran testimonios visibles del evangelio que predicaban. Se habían separado del estilo de vida sensual de Babilonia, comprometiendo sus vidas a la oración. Estos tres hombres no eran profetas o sacerdotes, sino simplemente creyentes. Y permanecieron fieles a Dios y puros de corazón en medio de las masas idólatras.
Claro, esto inspiró la rabia de Satanás, y entró en el corazón del rey maligno de Babilonia. Inmediatamente el rey erigió una gran estatua dorada y la declaró el dios oficial de la nación, un objeto para ser adorado. Entonces convocó a cada oficial y siervo de cada nación bajo el control de Babilonia, para presentarles la nueva religión. Cuando la música de ceremonia comenzó, todos tenían que inclinarse ante este nuevo dios.
Satanás también incitó al rey a erigir un gran horno de ladrillo y atizarlo para que las llamas candentes fueran visibles a todos. Pregunto --¿Por qué Satanás hizo esto? Ciertamente sabía que no había gobernador, juez o alguacil en cualquier parte en Babilonia que resistiría el nuevo decreto. No necesitaban ser seducidos o amenazados.
De hecho, todos ellos deben haber enmudecido, preguntándose, “Eh, ¿quién quiere mecer el barco o perturbar las cosas? La hemos pasado bien—tenemos prosperidad, comida y bebida, la buena vida. Y esta nueva religión es fácil para el alma. ¿Quién querría dejar todo esto?”
Así que, ¿de qué se trataba este horno ardiente? Era totalmente la obra de Satanás—una manipulación aparejada por él para destruir a los tres jóvenes creyentes. ¡Él quería destruir el único testimonio restante de Dios en Babilonia!
El diablo fue tan lejos como para corromper un rey y su gobierno entero sólo para llegarse tres hombres. Creó una situación tan severa, con tan gran peligro que nadie en su propia fuerza humana—incluso los piadosos jóvenes—podría enfrentarlo sin desmenuzarse.
Aún así, al primer sonido de la música, no se inclinaron. ¡Satanás se enfureció con esto! Entonces, de la boca del rey salieron estas horribles palabras, “...y ¿qué Dios es ese que los librará de mis manos?” (Daniel 3:15). “...calienten el horno...siete veces más de lo acostumbrado” (verso 19).
Ahora el diablo tenía a los siervos de Dios en su vista, amenazando, “¿Quiénes piensan ustedes que son, que pueden escapar al destino que les he puesto? ¡Voy a derribarlos y a destruir su testimonio completamente!”
Igualmente hoy, el calor que enfrentamos es muchas veces más caliente de lo que era hace una generación. Por ejemplo, Satanás ha preparado la tecnología entera de nuestra era--corrompiéndola con seducción, sensualidad, lujuria y tentación. ¿Por qué enfrentamos hoy tal horno candente de tentación? ¿Por qué son la lujuria y el sexo usados para vender cada tipo de producto concebible? ¿Por qué hay cientos de páginas pornográficas en el internet? ¿Quién es el blanco de este diluvio de suciedad?
Ciertamente no son las masas malignas--aquellos que ya son hijos de Satanás, según la escritura. No es el mundo secular que ya ha sido seducido. No, el blanco de Satanás no es ninguno de éstos. Más bien, él ha manipulado los medios de comunicación para cazar los corazones de cristianos vencedores. ¡Él quiere debilitar y destruir el testimonio del evangelio!
Ahora mismo el horno está siendo calentado siete veces más en las vidas de muchos creyentes. Satanás ha creado situaciones en sus hogares, en sus trabajos y en sus relaciones que son más intensas que nunca. Y muchos, una vez cristianos fuertes, están rindiéndose, dejando a Dios. Ya no oran por ayuda. En cambio, piensan, “¡Mi prueba es demasiado intensa para que sobreviva!”
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