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lunes, 11 de junio de 2012

SORDERA A LA VOZ DE DIOS

 
Isaías fielmente profetizó a Israel que los oídos de aquel que oye algún día serían abiertos. Pero tristemente, sus oidores habían cerrado sus oídos a la voz de Dios. Ellos deseaban mantener sus pecados íntimos.


Por cuanto llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis, sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que me desagrada. Por tanto, así dijo Jehová el Señor: He aquí que mis siervos comerán, y vosotros tendréis hambre; he aquí que mis siervos beberán, y vosotros tendréis sed; he aquí que mis siervos se alegrarán, y vosotros seréis avergonzados;
he aquí que mis siervos cantarán de júbilo del corazón, y vosotros clamaréis por el dolor del corazón, y por el quebrantamiento de espíritu aullaréis. Y dejaréis vuestro nombre por maldición a mis escogidos, y Jehová el Señor te matará, y a sus siervos llamará por otro nombre. (Isaías 65:12-15).

Qué trágico es no querer escuchar las dulces advertencias del Espíritu Santo. Cuando cerramos nuestros oídos a la orden de Dios a quitar nuestros pecados de la carne, estamos condenados a experimentar todo tipo de tristeza y dolor.

Por favor, entiende, no estoy hablando de un siervo de Dios que ha sido sobrecogido por un pecado que él odia. Ni estoy hablando del creyente que no se permitirá descanso hasta que el Espíritu Santo lo libere. Estoy muy de acuerdo que nunca en la historia del hombre, Dios se ha apartado de un hombre que ha sido sorprendido por pecado, quien llora en contra del pecado día y noche, quien no ha hecho paz con el pecado.

Más bien, estoy hablando de un creyente que ha aprendido a amar su pecado, quien ha puesto su cabeza sobre la falda de Dalila. Tal persona ha endurecido su conciencia. Y ahora, cada vez que trata de hablar la Palabra de Dios, lo hace es con engaño.

Muchos predicadores que son así. Cubren el altar con lágrimas, llorando y gimiendo, pero constantemente son infieles a sus esposas. Dios les advierte: No voy a aceptar las lágrimas de un hipócrita. Primero deja tu traición adúltera! (Ver Malaquías 2:15).

El siervo que continúa en sus caminos pecaminosos ciertamente oirá voces, pero ninguna de esas voces será la de Dios. Al contrario, esa persona será dada al engaño: yo escogeré para ellos escarnios, y traeré sobre ellos lo que temieron; porque llamé, y nadie respondió; hablé, y no oyeron, sino que hicieron lo malo delante de mis ojos (Isaías 66:4).

Qué cosa más horrible es cuando Dios ya no habla! Saúl se encontró en esta triste y terrible condición. Aquí estaba un hombre una vez lleno de dones y del Espíritu, guiado por Dios, y terminó totalmente cortado de la voz de Dios. La Escritura nos dice que en los últimos días de Saúl, él tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas (1 Samuel 28:5-6).

A través de los años, he conocido a pastores y ovejas que en un tiempo eran poderosamente usados por Dios. Ustedes posiblemente conocerán a muchos de ellos por nombre. Pero cuando los encontré años más tarde, eran hombres caídos, devorados por sus incontrolables lujurias!

Estos hombres estaban delante de mí sin expresión alguna, vasijas vacías, con la palabra Icabod escrita sobre sus frentes: La gloria de Dios se ha ido! Qué les sucedió? Pasaron sus últimos años holgazaneando frente a la televisión, y así no habían recibido una palabra fresca de Dios en años. Ni siquiera podían predicar un mensaje viejo. Y cuando estaban conmigo, no podían ni siquiera ofrecer una oración.

Jeremías dice de tales hombres: Pero ellos no oyeron, ni inclinaron su oído, sino endurecieron su cerviz para no oír, ni recibir corrección. (Jeremías 17:23). porque han endurecido su cerviz para no oír mis palabras (19:15).

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