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martes, 13 de marzo de 2012

INCURABLEMENTE DURO




Es posible agradarle, escuchar la Palabra de Dios,
agradecer y aprobar lo que es predicado
¡Y llegar a ser incurablemente duro mientras escucha! 
 
 
Sinceramente puedes creer que has aceptado un sermón simplemente porque lo has escuchado, pensaste en él e hiciste comentarios sobre él durante la cena del domingo. Sin embargo, puedes hacer todas esas cosas y solamente ser un oidor – ¡y no un hacedor de la Palabra de Dios! 

Al pueblo de Israel le encantaba escuchar las poderosas predicas de Ezequiel – pero ellos nunca las obedecieron: “Y vendrá a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia. Y he aquí que tu eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz…y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra.” (Ezequiel 33:31-32). 

Muchas personas en nuestra congregación se han acercado a mi después de algún servicio, me han abrazado y dicen, “Pastor, usted predicó una palabra poderosa.” Pero al alejarse, el Espíritu Santo me susurraba, “¡Ellos no escucharon una sola palabra de lo que dijiste!” 

El libro de Hebreos nos da un poderoso aviso: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto.” (Hebreos 3:7-8). “¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron?” (Versículo 16). 

Estos pasajes demuestran claramente que el endurecimiento no esta conectado al ateismo, comunismo o cualquier otro “ismo” – sino más bien, a escuchar y no hacer la Palabra de Dios. 

Conozco mucha gente en la iglesia que son bondadosos, delicados, y sacrificados – ¡y aun así están en peligro de endurecerse! He rogado al Señor por esto, pidiéndole, “Padre, ¿cómo estas personas dedicadas y trabajadoras pueden escuchar sermón tras sermón de reprensión, y nunca cambiar? Ellos vienen a tu casa semana tras semana, adorándote, alabándote – pero no están llegando a la madurez. Lo sé porque los escucho chismoseando, y conozco los otros pecados en sus vidas. A ellos les gusta oír tu Palabra predicada – pero simplemente no la obedecen. Señor, ¿qué los retiene de obedecer tu Palabra?” 

Dios me mostró que todo vuelve al momento de su conversión. En primer lugar, ¡esta gente descuidada nunca se convirtió! Como verás, la Biblia habla de dos tipos de conversiones: Primero, esta la conversión que lleva a sanidad y liberación de todo pecado. Este es el tipo que la mayoría de los cristianos han experimentado. Pero también esta la conversión que lleva a dureza y ceguera. Déjame darte una ilustración. 

Israel con gusto escuchó la poderosa predicación del profeta Isaías – aun así continuamente justificaban sus pecados, llamando malo a lo bueno y bueno a lo malo. Así que Dios dio instrucciones a Isaías: “…Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya en él sanidad.” (Isaías 6:9-10). 

Dios sabía que los israelitas no estaban dispuestos a dejar sus pecados asediantes. A ellos les gustaban demasiado sus placeres carnales y sus compañeros impíos. Así que el Señor le dijo a Isaías: “Esta gente nunca va a cambiar su corazón. Y de ahora en adelante, no les diré palabra. En vez de eso Isaías, quiero apresurarlos a su dureza. De esa manera, ¡quizás algunos escuchen antes que sea demasiado tarde!” 

Simplemente, Dios estaba haciendo un llamado de entrega total a su pueblo. El estaba diciendo, “Si vas a ser llamado por mi nombre – si tu corazón va a ser convertido – ¡entonces tiene que suceder en una forma que te libera de tus pecados, te sana y libera de toda atadura!” 

Doy gracias a Dios por la multitud de cristianos que comenzaron su caminar con Jesús en la forma correcta – amando su verdad y obedeciendo la Palabra de Dios. Ellos sentían tristeza santa por sus pecados, y su arrepentimiento fue sincero. Cuando abandonaron los caminos de la carne, ellos se enamoraron del Señor – y su Palabra fue para ellos como una lámpara. Y hoy se entregan sin reservas obedeciendo su Palabra.

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