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miércoles, 8 de febrero de 2012

TIEMPO DE RECONOCER

 
¡Es tiempo de reconocer que Talara
está perdida y yendo al infierno!
 



Cuando el apóstol Pablo miró a las multitudes idólatras en Atenas, su espíritu se conmovió.  Igualmente, cuando miro afuera cada noche, miro la masas de gente en Talara, he experimentado lo que Pablo sintió.  ¡Veo muchas areas verdes y mejoras -- el contorno de la ciudad hasta la Estatua del Cristo petrolero a la entrada -- pero todo esto parece como una lápida!  Está repleta de muertos ambulantes -- multitudes de gente que están muriendo y van al infierno.  Tengo que clamar a diario: "Señor, te necesitamos.  ¡Nosotros no podemos hacer nada para alcanzar a esta gente sin tu dirección y sin tu poder!"

Jesús sabía todo lo que su iglesia enfrentaría en la actualidad.  Y supo acerca de todas las imposibilidades, las oposiciones agobiantes, los muchos obstáculos.  Y Él sabía exactamente qué acontecería a nuestra sociedad -- que habría un derrumbamiento moral, la humanidad crecería peor y peor, y que un diablo enojado arrojaría fuera un río infernal contra la iglesia de Cristo.

Creo que las palabras de Jesús a sus discípulos impotentes aplican a nosotros hoy: "He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros: pero quedaos... hasta que seáis investidos de poder desde lo alto." (Lucas 24:49).

Jesús decía, en esencia: "Si tratas de evangelizar en tu propia fuerza, en poco tiempo caerás de ánimo.  ¡No puedes hacer nada por mí a menos que estés lleno del Espíritu Santo!"

"Yo conozco las batallas y los obstáculos que enfrentas.  Yo te daré un poder mayor que cualquiera en el universo.  Serás capaz de pararte frente a reyes, príncipes, gobiernos.  Tendrás autoridad sobre demonios y principados.  ¡Pero este poder debe venir de lo alto!  Tú no lo puedes planear, no puedes crear estrategias, no puedes hacer nada para hacer que acontezca.  Simplemente deberás sentarte tranquilo y esperar.  Yo te mandaré mi Espíritu.  ¡El vendrá y te llenará con mi poder!"

Jesús nunca habría mandado a estos discípulos afuera a menos que él supiera que el poder dado a ellos sería más que suficiente para cubrir cada necesidad y oposición.  El sabía que éstos eran los mismos hombres que habían huido temerosos cuando los soldados vinieron por él.  Ellos eran los mismos que se habían ido de pesca en vez de obedecer, porque tenían miedo de tomar una posición.  Ellos eran hombres tímidos, temerosos, no especializados, sin preparación profesional.  ¡Pero Jesús sabía que estos hombres -- cuando se rindieran completamente al Espíritu Santo -- harían milagros, pondrían demonios al vuelo, vencerían cada oposición!

Verdaderamente, cuando el Espíritu cayó sobre los discípulos, ellos llegaron a ser intrépidos.  Cuando ellos fueron al templo a testificar, el Espíritu Santo hizo que sus palabras cortaran, convencieran -- como espadas que perforan al corazón.  ¡Ellos predicaron el evangelio con poder y autoridad -- porque tenían el fuego del Espíritu Santo dentro de ellos!

Repentinamente la muchedumbre les tenía miedo.  En apenas un corto tiempo, unas cinco mil personas fueron salvadas.  Aún sacerdotes se convirtieron.  Y derramamientos adicionales acontecieron en aldeas cercanas, en ciudades distantes e incluso entre gentiles.

La mejor parte de esta escena increíble es que la iglesia obtuvo toda su dirección del Espíritu Santo.  Nada aconteció hasta que los discípulos se habían encerrado con el Señor y ayunaron y oraron.  Cuando ellos hicieron esto, el Espíritu vino y comenzó a dirigir cada uno de sus pasos.

Pero algo más aconteció en esta escena que es muy importante.  Los discípulos debían llevar el evangelio a cada nación, y a todo pueblo -- pero la tradición judía les prohibía tocar aún la ropa de un gentil.  ¿Cómo se suponía que ellos llevarían las buenas nuevas a la gente con quienes ni siquiera eran permitidos asociarse? Parecía una orden imposible.  Aún los conversos judíos se atuvieron a estos prejuicios.

Pero la proclamación universal del evangelio comenzó sólo cuando el Espíritu Santo asumió el control.  El Espíritu visitó a Pedro durante su tiempo diario de oración en un tejado: "Volvió la voz a (Pedro) la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común [impuro]" (Hechos 10:15).
El le dijo a Pedro: "No te atrevas a llamar impuro lo que he santificado y he hecho limpio.  Ahora, baja, porque hay unos gentiles que tocan tu puerta.  ¡Quiero que vayas con ellos -- y les prediques acerca de Jesús!"

El Espíritu Santo había resuelto el problema del prejuicio durante la noche.  El abrió al mundo gentil el evangelio simplemente hablando a sus seguidores.  ¡Todo fue dirigido claramente desde el cielo!
Mas esto es contrastante con mucha de la enseñanza en la iglesia en la actualidad.  Toda mi vida he oído a pastores y evangelistas decir: "La única cosa que se necesita para ir al campo misionero es una necesidad.  Y la necesidad está allí -- en África, Asia, Sudamérica.  ¡Así que, levántese y vaya!  Lleve el evangelio a las naciones, como ordena Cristo."

¡Pero yo creo que a menos que usted esté lleno del Espíritu Santo, usted no debe atreverse a ir!  Si usted no tiene la dirección de él, usted no tiene nada que ofrecer.  Y cuando usted actúa sin la dirección del Espíritu, el resultado será necedad humana.

Los poderosos creyentes del primer siglo recibieron todas sus órdenes del Espíritu Santo mismo: "Ministraron estos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces habiendo ayunado y orado, y les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron..." (13:2-4).

Estos creyentes oraron: "¿Señor, a cuál ciudad debemos ir?  ¿Y cuándo?  ¿Cómo?  ¿Una vez que lleguemos, cómo debemos alcanzar a la gente?"  Ellos nunca se movieron hasta no estar primeramente a solas con Dios en ayuno y oración.  ¡Y el Espíritu Santo les contestó dando una dirección clara!

Yo le pregunto -- ¿cuánto más nosotros necesitamos la dirección del Espíritu hoy?  Los estantes de los predicadores se forran con una abundancia de libros de cómo... : cómo prevalecer en la oración, cómo organizarse para el evangelismo, cómo hacer la guerra espiritual.  ¡Pero ninguno de estos libros nos hará bien si no hemos pasado tiempo de rodillas!

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