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lunes, 20 de febrero de 2012

DANDO GRACIAS EN LA ADVERSIDAD


El tema de la Acción de Gracias me
vino recientemente durante un tiempo
de gran adversidad personal.


En ese tiempo, el local de nuestra iglesia necesitaba un piso nuevo, tenia un tema de mudanza inesperado. Los problemas de la congregación se acumulaban. Todo el mundo que yo conocía parecía estar atravesando alguna clase de prueba. Y yo sentía la carga de todo eso.

Finalmente, fui con Dios y le dije, "¡ya no puedo más! Estoy al límite de mi paciencia. Necesito tomar un mes de vacaciones. Quiero simplemente desaparecerme y no hacer nada." 

Entonces entré a mi cuarto y me senté, compadeciéndome de mí mismo. Comencé a quejarme con Dios: "Señor, ¿por cuanto tiempo me vas a mantener en este fuego? ¿Por cuánto tiempo tengo que orar acerca de todo esto para que hagas algo? ¿Acaso no ves lo fatigado que esta mi espíritu? Todo parece bloqueado por algún tipo de obstáculo. Mis oraciones son tan fervientes como nunca antes han sido en mi vida. Pero nada sucede. ¿Cuándo me vas a contestar Dios?" 

Repentinamente, el Espíritu Santo vino sobre mí -- y me sentí avergonzado. El Espíritu dijo a mi corazón, "Israel, comienza a darme gracias ahora mismo. Dame un sacrificio de acción de gracias - por todas las cosas pasadas que he hecho por ti, y por todo lo que haré en el futuro. 

"Dame gracias por tu ministerio en Tiempo de Cosecha, por tu salud, por tu familia, por haber guardado tu familia en todo tiempo, por la salud de tu sobrina. ¡Ofréceme un sacrificio de acción de gracias -- y pronto todo será diferente! Tu depresión desaparecerá. Tendrás paz en la batalla. ¡Bendeciré tu alma con certeza!"

Esas palabras se asentaron en mi espíritu. Pero me pregunté: "¿qué es lo que el Señor quiere decir con 'un sacrificio de acción de gracias'?" Me apresuré a consultar mi concordancia para buscar la frase en las Escrituras. Me asombré en todas las referencias que encontré:
  • "Ofrezcan sacrificios de alabanza, Y publiquen sus obras con júbilo" (Salmo 107:22).
  • "Te ofreceré sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre de Jehová" (116:17).
  • "Lleguemos a su presencia con alabanza, aclamémosle con cánticos" (95:2).
  • "Alabaré yo el nombre de Dios con un cántico, lo exaltaré con alabanza. Y agradará a Jehová más que sacrificio de buey, O becerro ..." (69:30-31).
También, recordé el pasaje más familiar de toda la Biblia relacionado con la acción de gracias: "Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre" (100:4). 

Cuando leí un comentario sobre este último versículo, descubrí que el salmista se está refiriendo al día de la expiación en el Antiguo Testamento. ¡Y que día tan tremendo fue este! 

Bajo el Antiguo Pacto, Israel celebraba anualmente un día de la expiación, en el que la gente era limpiada de todos sus pecados que habían acumulado durante el año previo. La expiación se hacia completamente a través de un sacrificio sacerdotal. Antes de ese día de cada año, debió haber habido una terrible y oscura nube de depresión encima del campamento -- porque la gente estaba cargada con los pecados que habían acumulado.

Que ceremonia tan tremendamente significativa era el día de la expiación. Los israelitas tenían que prepararse con semanas de anticipación. Esto es lo que sucedía en ese día:

Dos cabritos (llamados "becerros" en la escritura) eran llevados a las puertas del tabernáculo y presentados al sacerdote como sacrificio. Estos dos cabritos debían ser de igual peso, altura y pureza. Se echaban las suertes, y uno de los cabritos era escogido para ser el sacrificio de sangre. Con un manto rojo se cubría su cuello para distinguirlo para el sacrificio. El otro cabrito se designaba como un chivo expiatorio y se mantenía fuera del lugar santo. 

El primer cabrito era llevado al altar y se le degollaba, recogiendo su sangre en un cuerno. El sacerdote entonces llevaba la sangre al lugar santísimo, donde la presentaba con incienso. Conforme el incienso ardía, el lugar santísimo se llenaba de humo, el cual representaba la presencia de Dios. Entonces el sacerdote rociaba la sangre en el velo del santuario una vez, y delante del velo siete veces.

Afuera, cada persona en el campamento se postraba por todo el tiempo en que se celebraba el sacrificio. Nadie veía nada de lo que ocurría mientras esto acontecía. Pero el ritual significaba que la expiación era realizada por sus pecados. Las transgresiones de todo el año eran perdonadas, o "cubiertas." 

En contraste, la siguiente parte de la ceremonia era hecha como una ceremonia muy visible, ilustrada con un sermón para que cada israelita viera. En este momento, entonces todos debían ponerse de pie y debían regocijarse. 

Mientras tanto en el lugar santo, el sacerdote se cambiaba sus vestiduras y se ponía su atavío de sacerdote. Entonces salía y colocaba ambas manos sobre la cabeza del otro cabrito. La palabra hebrea para "chivo expiatorio" significa "remover." Y el acto del sacerdote de colocar manos sobre el chivo expiatorio simbolizaba la transferencia de todos los pecados del pueblo a la cabeza del animal:
"y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrio vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto" (Levítico 16:21). 

El "hombre destinado para esto" mencionado aquí, era un hombre fuerte, preparado físicamente y escogido para la ardua tarea de llevar el chivo expiatorio al desierto y dejarlo ahí. Sin embargo, este hombre no podía llevar el chivo expiatorio a cualquier lugar en el desierto, pues el animal quizás regresaría y el pueblo se acordaría de sus pecados. Por lo tanto, el tenía que estar preparado físicamente para llevar el chivo expiatorio en un viaje largo a una área deshabitada, un lugar del que no sería capaz de volver. 

"Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto" (versículo 22). La palabra "inhabitada" significa "un lugar ineludible." Conforme "el hombre destinado para ello" llevaba el chivo expiatorio al desierto, el era seguido por una banda de centinelas que llevaban banderas. Su destino era generalmente un valle rodeado por salientes, donde se llevaría el chivo expiatorio y de donde nunca podría escapar. 

Cuando el sacerdote colocaba sus manos sobre el chivo expiatorio, dando inicio a la segunda parte de la ceremonia de la expiación, el confesaba todos los pecados del campamento entero. básicamente el oraba: "Señor, coloca mis pecados y los pecados del pueblo sobre la cabeza de esta cabra. ¡Ahora!" 

El "hombre destinado para ellos" entonces ponía una correa al chivo expiatorio y lo sacaba del campamento. ¡Qué impresionante sería esto para el pueblo! Todo Israel se detenía, vitoreando y con alegría conforme el chivo expiatorio se dirigía hacia desierto. Era un sermón ilustrado que todos -- inclusive niños -- podían entender: "no son solamente nuestros pecados perdonados - si no que son llevados lejos de nosotros!" 

La gente supo que conforme el chivo expiatorio se dirigía fuera de su medio, que el nunca sería visto de nuevo. Y tampoco el Señor recuerda sus pecados. Por lo que un grito poderoso surgía del campamento! 

Esto es una hermosa ilustración de lo que Jesucristo hace para nosotros. Los dos cabritos representan a Jesús -- el cordero que fue degollado por nosotros, y el que toma en sí los pecados del mundo:

"Ciertamente llevó el nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido" (Isaías 53:4). "Quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivimos a justicia; y por cuya herida fuistéis sanados" (1 Pedro 2:24). Como el "hombre destinado para ello" que llevó lejos los cabritos, Jesús ha enterrado nuestros pecados en un lugar "inhabitable" : "...y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados" (Miqueas 7:19).

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