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sábado, 13 de agosto de 2011

UNA ACTITUD DIFERENTE


 
¡Cuán diferente fue la actitud de David a la
actitud de los que oyeron fingiendo inocencia! 




David continuamente examinó su corazón delante de Dios. Con prontitud, lloró: “Yo he pecado, Señor. ¡Necesito la oración!” “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” (Salmo 32:5).

El arrepentirse no significa que usted simplemente trata de arreglar las cosas con la persona que usted ofendió. No - ¡se trata de arreglar las cosas con Dios! Es contra Dios que hemos pecado. Sí, debemos disculparnos con los hermanos y hermanas que hemos ofendido. Pero, más importante, debemos arrepentirnos de nuestro pecado ante Dios. David dijo: “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio.” (Salmo 51:3-4).

David creyó en escudriñar su corazón - en la dura disciplina de descubrir el pecado: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.” (Salmo 139:23-24).

Este hombre abrió continuamente su corazón a la luz escudriñadora de Dios. Él dijo: “Señor, ven y examina cada rincón de mi corazón. Si he pecado contra ti en alguna manera y no lo sé, por favor, revélamelo. ¡Yo me arrepiento!”

Quizás usted también examina su corazón. Y sin embargo, usted se sale de los tratos del Espíritu diciendo: “Gracias a Dios, estoy limpio. No hay pecado en mí.” Amado, ¡usted está engañado! Las Escrituras dicen que todos hemos pecado y que hemos sido destituidos de la gloria de Dios. “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.” (Jeremías 7:10).

Isaías confesó: “Porque nuestras rebeliones se han multiplicado delante de ti, y nuestros pecados han atestiguado contra nosotros; porque con nosotros están nuestras iniquidades, y conocemos nuestros pecados.” (Isaías 59:12).

El profeta estaba diciendo: “Sabemos todo sobre nuestros pecados!” Por supuesto que Dios sabe cuando decimos o hacemos cosas incorrectas. ¡Pero también nosotros lo sabemos!
¿Cuáles son las transgresiones conocidas de las que estaba hablando Isaías? Ellas son: “el prevaricar y mentir contra Jehová, y el apartarse de en pos de nuestro Dios; el hablar calumnia y rebelión, concebir y proferir de corazón palabras de mentira.” (Isaías 59:13).

Hay un pecado de esta lista que se nos hace fácil de justificar a todos. Es el de “concebir y proferir de corazón palabras de mentira”. Significa contar a otros alguna cosa que usted ha oído y que usted cree que es verdad, aunque de hecho es falso. Usted puede manifestarlo “de corazón” - sin embargo, ¡no hay manera de evitar su falsedad!

Algunos cristianos piensan que pueden decir virtualmente cualquier cosa acerca de alguien, mientras sean sinceros al hacerlo. Ellos razonan: “No tengo la intención de hace ningún daño. Puede que no sea lo que otros piensan, pero yo creo con todo mi corazón que es verdad.”

Sin embargo, ¿qué tal si la palabra de ese corazón bien intencionado es mentira? ¿Cómo podría un cristiano justificar el decirla? ¿Cómo alguien podría decir: “Mis manos están limpias”? Aún cuando alguna parte de la información dañina fuese verdad, ¡es verdad que ha caído al suelo y se ha revolcado en el fango! “No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; cesen las palabras arrogantes de vuestra boca.” (I Samuel 2:3).

Dios sabe - y nosotros sabemos - todo sobre nuestras lenguas pecaminosas. ¡Y Dios no tolerará chismes ni calumnias de ninguna clase!

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