No vayas a Dios esperando que él
haga alguna cosa buena por ti a no ser que vayas
a él con una fe infantil en sus promesas!
Escuchamos tantas predicas acerca de la necesidad de oración y caemos bajo condenación cuando nos descuidamos de orar. Así que luchamos con nuestra carne, la sujetamos, nos disciplinamos a orar, y nos aislamos con Dios para clamar a él.
Aun así, no podemos concebir que Dios se pueda disgustar con las horas que pasamos en oración, nuestros días de ayuno y nuestras muchas lágrimas. Es impensable que él no nos escuche después de tan gran lucha que todo pueda ser en vano, sin ofrecerle placer en absoluto.
Sin embargo, la Palabra de Dios es clara: Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor, (Santiago 1:6-7)
Amado, aférrate a esta palabra: Es imposible que agrades a Dios sin fe! Abraham es un hombre que desarrolló una fe que no titubeo ante lo que Dios le prometió:
Y su fe no se debilitó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció por la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. (Romanos 4:19-21).
Ahora estamos hablando de imposibilidades creyendo a Dios por lo que parece humanamente imposible. El Señor le prometió un hijo a estas dos personas quienes tenían cuerpos muertos. Qué reto a la fe! Era una situación humanamente imposible. Abraham tenia ahora 99 años, sus glándulas reproductivas estaban muertas y el vientre de Sara su esposa estaba muerto.
Dijo también Dios su nombre será Sara. Yo la bendeciré, y también te daré un hijo de ella. Y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos nacerán de ella. Ciertamente Sara, tu mujer, te dará a luz un hijo (Génesis 17:15-19).
Dios estaba diciendo, Aunque sus cuerpos están muertos, ustedes van a tener un hijo. Y todas mis promesas de fe vendrán a través de ese bebe. Abraham, tu vas a ser padre de muchas naciones!
Aun así, no podemos concebir que Dios se pueda disgustar con las horas que pasamos en oración, nuestros días de ayuno y nuestras muchas lágrimas. Es impensable que él no nos escuche después de tan gran lucha que todo pueda ser en vano, sin ofrecerle placer en absoluto.
Sin embargo, la Palabra de Dios es clara: Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor, (Santiago 1:6-7)
Amado, aférrate a esta palabra: Es imposible que agrades a Dios sin fe! Abraham es un hombre que desarrolló una fe que no titubeo ante lo que Dios le prometió:
Y su fe no se debilitó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció por la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. (Romanos 4:19-21).
Ahora estamos hablando de imposibilidades creyendo a Dios por lo que parece humanamente imposible. El Señor le prometió un hijo a estas dos personas quienes tenían cuerpos muertos. Qué reto a la fe! Era una situación humanamente imposible. Abraham tenia ahora 99 años, sus glándulas reproductivas estaban muertas y el vientre de Sara su esposa estaba muerto.
Dijo también Dios su nombre será Sara. Yo la bendeciré, y también te daré un hijo de ella. Y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos nacerán de ella. Ciertamente Sara, tu mujer, te dará a luz un hijo (Génesis 17:15-19).
Dios estaba diciendo, Aunque sus cuerpos están muertos, ustedes van a tener un hijo. Y todas mis promesas de fe vendrán a través de ese bebe. Abraham, tu vas a ser padre de muchas naciones!
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