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viernes, 11 de marzo de 2011

OPERA EN UNA VASIJA HUMILDE

 
 ¡El testimonio del Espíritu Santo sólo
puede operar en una vasija humilde y pura
en la que reina la paz de Dios!



“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones,” (Colosenses 3:15). El pecado trae agitación al corazón. ¡Y cualquier pecado escondido y sin arrepentir le robará al creyente su preciosa paz! Su corazón se desgarrará por la culpabilidad, condenación y temor – y el Espíritu solo le dirá dos palabras a esa persona: “¡Arrepiéntete! ¡Huye!” 

Sí, el Espíritu te hablará para corregirte; él tratará contigo acerca del pecado, justicia y juicio. Pero cuando se trata de darte dirección – eso es, la voz queda y quieta la cual te dice lo que debes hacer y adonde ir – ¡él no operará en una vasija inmunda! 

Si persistes en el pecado—si no lo confiesas o tratas con el—tu corazón te dará una corriente de mentiras constantes. Escucharas enseñanzas que te harán sentir cómodo con tu pecado. Pensarás: “Mi problema no puede ser tan malo. No me siento culpable.” ¡Pero serás descarriado totalmente! 

Isaías habla de un pueblo que andaba declarando su deseo por el consejo verdadero de Dios. Ellos decían: “¡Venga ya, apresúrese su obra, y veamos; acérquese, y venga el consejo del Santo de Israel, para que lo sepamos!” (Isaías 5:19). 

Pero esta gente tenia engaño en su corazón – ¡y ellos terminaron pervertidos en todo su consejo! ¡El pecado había pervertido su juicio! Como resultado, no fueron capaces de discernir el mal. Y las cosas que eran santas y puras, ellos las llamaron injustas. Isaías dijo de ellos: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, lo dulce por amargo!” (Versículo 20). 

Hace tiempo un ministro conocido me advirtió que no escuchara a cierto maestro bíblico. Él me dijo: “¡Ese hombre está predicando la peor falsa doctrina! Aléjate de el, o te destruirá. ¡Él es peligroso!” 

Este conocido estaba lleno de ira hacia ese maestro. Pero cuando escuché al maestro por casete, mi corazón saltaba dentro de mí. ¡La paz inundaba mi corazón! Seguí esperando para escuchar la parte “peligrosa”—pero el mensaje era todo acerca de caminar en santidad y tener un corazón puro. Así que busqué otro casete, y luego otro — ¡y cada uno era mas dulce que el primero! Pensé: “¿Cómo puede alguien decir que esto es peligroso o maligno?” 

Pero ese predicador acusador realmente creyó lo que le dijeron. Yo creo que una voz le hablo a él – ¡pero no era la voz de Dios! ¡Era la voz de su propia carne gritando, porque estaba siendo convencido de sus pecados! 

Los mensajes de santidad y pureza habían tocado algo profundo dentro de él y lo habían airado. Y una voz interior le decía que esta buena enseñanza era mala. ¡Él juzgo totalmente mal! ¿Por qué? ¡Porque el pecado lo había cegado! Él se había comprometido con el mundo de alguna manera, y el espíritu del mundo había entrado en él. Jesús dijo que aquellos que son de este mundo no pueden escuchar la voz del Espíritu: “Al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce.” (Juan 14:17). 

¡Amados, tengan mucho cuidado de no dejarse influenciar por el llamado testimonio de alguien! Cada vez que alguien me dice algo malo o reprochable de otra persona, quiero conocer al acusado. ¡A menudo es la devoción pura hacia Dios de esa persona que provoca el corazón del pecador!

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