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viernes, 4 de febrero de 2011

VOZ DE DIRECCION


¡Fue tan sólo después que Isaías escuchó
la voz purificadora que él oyó la
voz de dirección!
 
Una vez que hubo recibido purificación, Isaías recibió dirección de Dios: “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. Y dijo, Anda...” (Isaías 6:8-9). 

¡Cuánto nos entusiasmamos después de la purificación! Una vez nos hemos arrepentido y quebrantado, oramos: “Señor, sabes que he sido limpiado, que todos los pecados han sido purificados. Ahora estoy listo para oír tu voz de dirección hablar cómodamente a tu siervo - ¡estoy listo para obedecer!” 

Pero si quieres dirección - si piensas que estás listo para hacer lo que él pide - entonces permíteme preguntarte: ¿Estás listo para una palabra inquietante - una misión de aflicción y rechazo - una vida de fe sin garantía de comodidades excepto las del Espíritu Santo? 

¡Eso es exactamente lo que le pasó a Isaías! El profeta se ofreció: “Envíame, Señor.” ¡Y Dios lo envió a una misión dura y difícil! 

“Y dijo, Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.” (versículos 9-10). 

¡La palabra que Isaías oyó no era halagadora! Al contrario, le haría impopular, odiado por la gente. El Señor le dijo: “¡Ve, endurece a aquellos que se niegan a oírme hablar! ¡Cierra sus ojos y oídos - termina de endurecer sus corazones!” 

Amado santo, si quieres conocer la voz de Dios, entonces ¡tienes que desear oír todo lo que él dice! Dios nunca dirá: “¡Ve!” hasta que primero te pregunte: “¿Quién irá?” Él viene a ti, preguntando, ¿estás deseando hacer todo lo que te digo - para hacerlo a mi manera? ¿Estás dispuesto a rendir tu vida?” 

Cuando oré por dirección hace unos pocos años el Señor me dijo claramente: “Regresa a Talara¡ Esa fue la palabra más incómoda para mí! Había estado listo para retirarme. Había planeado  predicar en lugares selectos. 

Sí, queremos oír la voz de Dios, ¡pero queremos oírla cómodamente! No queremos que nos agite. Pero ¿por qué Dios nos daría su voz de dirección si no está seguro que le obedeceremos? 

¡Abraham aprendió a oír la voz de Dios obedeciendo primero lo que oyó - en el momento que lo oyó! La palabra de Dios para él fue una palabra dura: “¡Sacrifica a tu hijo, Isaac!” Abraham actuó en esa palabra y su obediencia se volvió un aroma perfumado que tocó el mundo entero: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.” (Génesis 22:18).

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