La ley judía había dicho: “Él que tocare cadáver de cualquier persona será inmundo siete días... Todo aquel que tocare cadáver de cualquier persona, y no se purificare, el tabernáculo de Jehová contaminó” (Números 19:11,13).
Ahora, escucha la palabra de Hageo a Israel:
“Y dijo Hageo, Si un inmundo a causa de cuerpo muerto tocare alguna cosa de estas, ¿será inmunda? Y respondieron los sacerdotes, y dijeron: inmunda será. Y respondió Hageo, y dijo, Así es este pueblo y esta gente delante de mí, dice Jehová; y asimismo toda obra de sus manos; y todo lo que aquí ofrecen es inmundo” (Hageo 2:13-14).
Hageo estaba diciendo, “Si en cualquier momento te toca la muerte o tocas la muerte, te has manchado. Eres inmundo - ¡has manchado todo tu cuerpo, el templo de Dios!”
Dios había impuesto estas leyes estrictas por propósitos de salud, para proteger al pueblo contra la propagación de enfermedades contagiosas. Pero para la mente judía, la muerte siempre fue un tipo de corrupción y pecado. Incluso el Nuevo Testamento enlaza la muerte con el pecar: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1).
Según Esdras y Nehemías, la muerte que tocaba a Israel fue la sensualidad y la mezcla con el mundo. Los hombres israelitas habían deseado a las mujeres irreligiosas cananitas y se casaron con ellas. Tenían hijos que no hablaban el idioma judío. ¡Había una mezcla impía!
Amado, si en cualquier punto en tu vida cristiana tienes un toque del mundo - un tinte de compromiso, un deseo que está tirando de ti - ése es un toque de muerte ¡y te va a costar la bendición y el favor de Dios!
Hageo propuso otra pregunta al pueblo:
“Si alguno llevare carne santificada en la falda de su ropa, y con el vuelo de ella tocare pan, o vianda, o vino, o aceite, o cualquier otra comida, ¿será santificada? Y respondieron los sacerdotes, y dijeron, No” (Hageo 2:12).
Hageo se imagina a un sacerdote llevando a casa un corte de carne santificada del altar de sacrificio. El profeta pregunta: “¿Esa carne santa transfiere santidad a su vestido? Cuando la pone en la mesa en casa, ¿Comunica santidad a cualquier otra comida allí?” La respuesta era un enfático, “¡No!”
Aquí está el punto de Hageo: ¡Estar alrededor de las cosas santas no te transfiere santidad a ti!
Estos israelitas pensaban que la misma tierra era santa, así que vivir en la tierra los hacía santos. Igualmente hoy, muchos cristianos están convencidos que están bien con Dios con tal que vengan a su casa. Piensan que a través de la alabanza y oración santificadora del pueblo de Dios, de algún modo la santidad de Dios será transferida a ellos.
Cantando aún en el coro, haciendo buenas obras, sentándose a la mesa del Señor - ninguna de estas cosas espirituales en sí mismas puede hacerte recto. Puedes sentarte en una reunión del Espíritu Santo y empaparte de toda la bendición de Dios - ¡pero no te hará santo si la muerte está tocándote!
Por otro lado, la muerte y la corrupción del pecado son transferibles. El pecado es una enfermedad contagiosa - ¡contagia todo lo que toca! Si el pecado está tocándote en algún punto, comienza a extenderse a través de todo tu cuerpo. Muéstrame un hombre a quien la muerte está tocando en alguna parte en su vida, ¡y te mostraré cómo ha arrastrado a su esposa, sus hijos, su casa entera!
¡Aquí está por qué Dios cerró todas sus bendiciones a Israel! Por qué los golpeó con destrucción y moho y trajo desagrado, sequedades, descontento, caos económico, vacío, cosechas pobres. ¡Fue porque estaban inmundos ante su altar! ¡Se habían descuidado tocando lo que estaba muerto y se habían vuelto adúlteros, malos! Si hay algo del mundo en tu corazón - si el toque de muerte no es purificado - no puedes tener la bendición de Dios. Estás en su desagrado - ¡y todo lo que haces es inmundo a su vista!
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