2. El amor de Dios insiste que lleguemos
al final de todos nuestros recursos humanos - ¡y reclamemos
y nos apropiemos de sus tesoros abundantes!
al final de todos nuestros recursos humanos - ¡y reclamemos
y nos apropiemos de sus tesoros abundantes!
De esto se trata la parábola del Hijo Pródigo. Es la historia de dos hijos - uno que llega al final de sus propios recursos, y otro que no reclamaría los recursos de su padre.
El hijo más joven vino a su padre y dijo, “Dame la parte de los bienes que me corresponde” (Lucas 15:12). La sustancia que recibió - y entonces gastó - representa sus propios intereses: sus talentos, habilidades, todas las cosas con que acostumbraba a enfrentar la vida y todos sus problemas. Él dijo, “Tengo inteligencia, buen ingenio, un buen trasfondo. ¡Puedo salir y hacerlo por mi propia cuenta!”
Esa actitud describe a muchos cristianos hoy. Pero, cuando las cosas se ponen duras, ¡cuán rápido llegamos al final de nuestros propios recursos! ¡Qué rápidamente gastamos todo lo que tenemos dentro de nosotros! Podemos buscar salida de algunos problemas y hallar fuerza interna para algunas pruebas, ¡pero viene el tiempo cuando el hambre golpea el alma!
Llegas al final de ti mismo, y no sabes cuál camino tomar. Tus amigos no pueden ayudarte. Te quedas vacío, herido, sin nada dentro para bosquejar. Estás gastado - ¡toda tu lucha se ha ido! Todo lo que queda es temor, depresión, vacío, y desesperación.
¿Estás todavía esperando en la pocilga del diablo, revolcándote en el vacío, muriéndote de hambre? Eso fue lo que le pasó al Hijo Pródigo. ¡No había nada para bosquejar! Había agotado todos sus recursos. Y comprendió dónde todo su auto confianza lo había traído. Pero ¿qué fue lo que finalmente le despertó? ¿Cuándo fue que volvió en sí? ¡Cuándo recordó todas las abundantes provisiones en la casa de su padre!
Él dijo, “Aquí perezco de hambre. ¡Pero en la casa de mi padre hay abundancia de pan!” (Vea Lucas 15:17) ¡Decidió regresar y apropiarse de las abundantes provisiones de su padre!
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