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sábado, 1 de enero de 2011

ESTE 2011 MURAMOS MAS A NUESTRA VOLUNTAD


¡Simplemente no puedes aceptar la voluntad de Dios hasta que mueras a toda voluntad propia!

Fue profetizado de Jesús desde el principio que él vendría a la tierra por un propósito eterno: a cumplir la voluntad del Padre. “He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí” (Hebreos 10:7).

Cristo le dijo a sus discípulos: “… porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió.” (Juan 5:30). “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.” (4:34). “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” (6:38).

No hubo un momento en la vida de Jesús cuando el no estaba consciente que su propósito en la tierra era hacer la voluntad del Padre. Esto debe ser cierto de nosotros también – que en cada hora del día busquemos hacer su voluntad. El hecho es, que ya no nos pertenecemos; fuimos comprados con un precio. ¡Y como Jesús, fuimos creados para hacer la perfecta voluntad del Padre!

Pero, no importa cuan espiritual seas o cuanto tiempo hayas caminado con Jesús, llegara un tiempo cuando tengas que decidir una vez por todas cual voluntad prevalecerá en tu vida: la tuya – o la del Padre. Jesús tuvo que enfrentar esa hora. Él sabía que tenía un llamado eterno y divino. Pero el también era humano - ¡y fue probado grandemente!

Cuando llego esa hora para Cristo, él vio ante sí el doloroso precio de aceptar la perfecta voluntad del Padre. Significaba caminar directamente a las mandíbulas de la muerte – a un dolor indescriptible y desconocido – y el se puso “Mi alma está muy triste, hasta la muerte;” (Mateo 26:38). “Lleno de angustia… y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” (Lucas 22:44). ¡La misma carne de Jesús comenzó a temblar!

Pero cuando el se levanto de esa lucha, su alma fue inundada de éxtasis. Había algo en el de gloria eterna – porque algo fue arreglado: ¡Su propia voluntad quedó muerta para siempre!

Nuestro Señor fue a la Cruz con pleno gozo – porque el ya estaba muerto. Él murió a todo lo que era su humanidad. Y él pudo decir, “Padre, no vino aquí a vivir una vida fácil. Vine a entregarme para ti. Ahora enfrento el precio - ¡y lo acepto!”

Jesús se aferró a la voluntad del Padre con un afecto que lo levanto por encima de todos los sufrimientos que le esperaban. Ningún hombre o demonio lo podía tocar. ¡Y ahora el anticipaba ansiosamente la gloria que seria de su Padre!

Vive este nuevo año en la voluntad de Dios y tendrás victoria en todo lo que hagas!

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