1. ¡Mucha gente simplemente no desea
oír lo que Dios está diciendo!
oír lo que Dios está diciendo!
Los israelitas no tenían intención de dejar sus caminos pecaminosos. En cambio, deseaban una palabra suave y calmante. El profeta Isaías decía acerca de ellos:
“Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas que halaguen, profetizad mentiras” (Isaías 30:9-10).
Al principio, tuve dificultad para aceptar este pasaje. Pensé: “¿habrá hijos de Dios en el presente que demandan de sus pastores un mensaje mentiroso?”
¡Sí, los hay! No los oirás decir estas palabras – pero puedes ver su respuesta cuando el pastor trae fuerte palabra profética. Se van de la iglesia, pensando, “Yo no puedo aceptar este tipo de predicación - ¡me irrita! Prefiero una predicación simple de cómo puedo hacer frente a mis problemas.”
Amados, esto es casi un paráfrasis de lo que Isaías dijo que Israel quería: “Dejad el camino, apartaos de la senda, haced cesar de nuestra presencia al Santo de Israel.” (Isaías 30:11). ¡Despreciaban tanto cualquier palabra que expusiera el pecado que exigían que tal mensaje fuera detenido!
El Señor advierte a aquéllos que no quieren escuchar la verdadera Palabra de Dios: “Porque dejaron mi ley, la cual di delante de ellos, y no obedecieron a mi voz, ni caminaron conforme a ella; Antes se fueron tras la imaginación de su corazón...Por tanto... yo les daré a comer ajenjos, y les daré a beber aguas de hiel. (Jeremías 9:13-15).
Dios advierte: “Puedes escoger sentarte debajo de esa clase de predicación – afable, confortante, suave y fácil. ¡Pero es veneno! ¡Estás bebiendo muerte!”
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