2. ¡Otros dicen en privado que desean oír lo que Dios está diciendo - pero su orgullo
les impide oír!
El Rey Sedequías ilustra mejor este tipo de persona. Él era un hombre de gran poder, influencia y autoridad. Su padre, Josías, fue un hombre piadoso – así que sabemos que Sedequías tenia un trasfondo en santidad y en las cosas de Dios. Aun así, cuando este hombre heredó el trono, no tuvo tiempo para el Señor – ¡esto es, hasta que le llegó una crisis!
Jerusalén fue sitiada de repente – ¡rodeada por el ejército cruel de los caldeos, fuertes y poderosos! Eventualmente hubo escasez de pan y agua. Sedequías llamó al profeta Jeremías, implorándole a él, “Ruega por nosotros a Jehová nuestro Dios” (Jeremías 37:3). Así como muchos que enfrentan tiempos difíciles, Sedequías pareció desear la verdad. ¡Sonaba tan sincero – llamando la nación a orar!
Pero Jeremías profetizó destrucción al rey. Cerca de ese tiempo, vino palabra a los caldeos que el Faraón se acercaba por el oeste con su gran ejército. El pánico vino sobre los caldeos y huyeron: “Y cuando el ejército del Faraón había salido de Egipto y llegaron noticias de ello a oídos de los caldeos que tenían sitiada a Jerusalén, se retiraron de Jerusalén.” (verso 5).
¡Imagínese el júbilo en Jerusalén cuando los israelitas vieron a su enemigo huir! Se pueden oír a los líderes, jueces y magistrados: “Nuestras paredes no se cayeron – nuestra ciudad no está en llamas. ¡Jeremías y sus mensajes de fuego y azufre! ¡Jeremías se equivocó!”
Creo que el vino fluyó y había comida abundante esa noche mientras abrían las puertas anunciando una semana de celebración oficial: “¡La crisis terminó – vamos a celebrar!” Según como es la naturaleza humana, todos pusieron la crisis fuera de sus mentes y volvieron a su rutina diaria. El Rey Sedequías tiene que haberse avergonzado por su llamado a la oración pensando: “¿Cómo pude sentirme alarmado e intimidado por ese profeta?”
Ahora, ¿quién crees que fue el hombre mas ridiculizado y burlado en la ciudad esa noche? ¡El que profetizó destrucción! Mientras Jeremías observaba desde un techo solitario, él tiene que haber pensado: “Señor, tu me dijiste que profetizara juicio – pero mira lo que ha pasado. Los caldeos se fueron, la crisis económica terminó. Me dijiste que les avisara que nuestras mujeres y niños serían asesinados y que la ciudad sería quemada. Pero no ha habido derramamiento de sangre y tampoco una escasez. ¿Me imaginé todo esto?”
De repente, la Escritura dice: “La Palabra del Señor vino a Jeremías” – ¡otra vez! Fue instruido a ir al rey Sedequías y profetizara que los caldeos regresarían – ¡y que terminarían de hacer el trabajo!
Jeremías debe haber gemido: “No Señor – ¡otra vez no! ¿Quién ha de creerme ahora? Pero se fue al patio del rey y le gritó: ¡Sedequías! ¡Los caldeos regresarán – y van a quemar a Jerusalén!”
Sedequías debe haber movido su cabeza en incredulidad – ¡ya él había escuchado esto antes! Así que sencillamente le dio la espalda a Jeremías y siguió festejando con los demás. Pero no mucho tiempo después, un informante llegó con las noticias: “¡Los caldeos han vuelto! El asedio continuó – ¡y esta vez los caldeos no se fueron!
Sedequías envió por Jeremías otra vez – esta vez en secreto – y le preguntó: “¿Hay alguna palabra de parte del Señor?” (Jeremías 37:17). En otras palabras: “Realmente, deseo saber lo que el Señor está diciendo.”
Jeremías le contestó: “Si, hay palabra. ¡Serás capturado por el rey de Babilonia!". Pero Sedequías todavía no quiso recibirla. ¡Tan solo se endureció – porque no era lo que él deseaba escuchar!
Eventualmente, las condiciones en la ciudad capturada empeoraron. Las madres hambrientas hervían y se comían a sus bebés. No quedaba nada – y el fin estaba a la vista. Mientras el rey caminaba por la pared en cilicio, él miraba toda la depravación – y llamó a Jeremías una última vez. Llevó al profeta a su recámara a través de una entrada secreta. “Y le dijo el rey a Jeremías, te pediré una cosa; no me ocultes nada.” (Jeremías 38:14) En otras palabras, “Dime la verdad aunque sea dura, sin palabras suaves. ¡Quiero oír lo que Dios esta diciendo esta vez!”
Amados, hay tantos que dicen, “¡Yo quiero oír la Palabra de Dios! Yo quiero la verdad recta, inflexible y pura.” ¡Pero puede estar seguro, estos jamás van a recibir lo que Dios dice porque el orgullo les impide que oigan cuando la verdad viene!
Jeremías le dijo al rey que se entregara a los caldeos – y que él y su familia y su pueblo vivirían. Hasta la misma ciudad sería liberada. Pero si él no se entregaba, sería todo destruído – ¡y él moriría!
Sedequías le contestó: “Yo no puedo hacer eso – temo a los judíos que ya se han rendido. Se burlarán de mí, me avergonzarán – me harán pedazos.” Así que rechazó la palabra de Dios para él. ¡Aunque todos morían y la ciudad quedaba en ruinas, su orgullo permaneció intacto!
Sedequías terminó tratando de escapar a la media noche, pero fue capturado. ¡Sus hijos fueron asesinados delante de sus ojos, sus esposas fueron saqueadas y sus ojos fueron quemados – todo por el orgullo!
0 comentarios:
Publicar un comentario