2. Somos probados por la tardanza en la contestación a la oración.
Muchos de nosotros oramos como David oró: "Apresúrate a responderme en el día que te invocare.” (Salmo 102: 2). "Porque estoy angustiado, apresúrate, óyeme.” (Salmo 69:17). La Palabra hebrea para “apresúrate” quiere decir: “ahora mismo, avanza - tan pronto yo te llame, ¡ven!” David estaba diciendo: “Señor, yo confío en ti, pero por favor, ¡apúrate!"
Amados, Dios no tiene prisa. Él no va a saltar bajo nuestras órdenes. En efecto, a veces nos preguntamos si acaso él las contestará. Puedes llorar, gemir, ayunar, y esperar, ¡pero los días, semanas, meses y hasta años pasan y no recibes la más mínima evidencia que Dios oyó!
Primero te interrogas a ti mismo: “Algo está entorpeciendo mi oración, algún pecado escondido. Quizás pedí mal. O, quizás mi fe sea débil.” Estás perplejo y al pasar el tiempo tu actitud viene a ser algo parecido a esto: “Señor, ¿qué tengo que hacer para que mi oración sea contestada? Tú prometiste por tu palabra, y yo oré en fe. ¿Cuántas lágrimas tengo que derramar?
¿Por qué Dios demora la contestación a oraciones sinceras? Por supuesto, no es porque no tenga el poder. ¡Él tan solo tiene que guiñar un ojo, o pensar en lo que quiere, y la obra seria hecha! ¡Y él esta ansioso, aún más que nosotros, que recibamos de él!
La respuesta se encuentra en este verso: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar.” (Lucas 18:l).
La palabra griega para “desmayar” significa: “relajarse, estar débil o gastado en la fe, darse por vencido, no esperar por el cumplimiento.” Dice en Gálatas 6:9: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.”
El Señor está buscando un pueblo que ore sin cesar y que no se canse de acudir a él. Estos siervos esperarán y no desmayarán hasta que se complete la obra - ¡y serán hallados esperando cuando él traiga la respuesta!
Yo pensaba que tenía una fe inquebrantable, que confiaba plenamente en el Señor. Entonces muchas de mis oraciones más importantes no fueron contestadas por largo tiempo - ¡y muchas aún no han sido contestadas! Le dije al Señor: “Si tu contestaras mis oraciones, mi fe aumentaría. Podría ir al templo y hacer alardes de tu fidelidad, como David lo hizo. ¡Piensa como los demás serán grandemente fortalecidos!”
Pero el Señor me dijo: “Yo no aumento tu fe por mis respuestas. La edifico en mis demoras.”
¡Cualquiera puede creer cuando las contestaciones a las oraciones fluyen! Pero, ¿quién va a creer después de un año o dos? A medida que pasa el tiempo, abandonamos nuestras peticiones y oraciones y la creencia que él las contestará y nos movemos a otra cosa. Le decimos a Dios: “Yo te seré fiel. Pero no esperes que tenga fe para aguardar respuestas a mis oraciones por más tiempo.”
Amado santo, ¡Dios desea asegurarse que tú no vas a desmayar en tus oraciones! ¡Él desea que tu corazón persevere, sin importar el tiempo que tarde su respuesta. Jesús nos dio una parábola para probar que él espera que aguardemos y no nos demos por vencidos. Es la parábola de la viuda que repetidamente se presentaba al juez pidiendo justicia. (Lucas 18:2-8).
El juez finalmente le concedió su petición solamente por no ser molestado por su constante ruego. “Sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.” (v. 5). Jesús añadió a esta parábola: “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él, día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia." (vs. 7-8).
Tú dices: “Pero, ¿no parece que Jesús habla en paradoja en este pasaje? Primero dice que Dios se tardará en respondernos, luego dice que pronto nos hará justicia.” Muchos de nosotros mal interpretamos este pasaje totalmente. Como ves, Jesús no está hablando de demorar por mucho tiempo - no señor. Él dice que Dios desea acelerar la respuesta - pero Dios está sufriendo por algo. ¡Él está cargando con algo que necesita la paciencia de su parte! Él está diciendo: “Yo demoraré lo que veo en tu corazón, y soportaré contigo, ¡hasta que estés dispuesto a esperar por la respuesta como es debido!”
Al mirar atrás a algunas de las cosas por las cuales he orado por largo tiempo, veo al Señor diciéndome: “Estoy aguantando esta petición tuya como un espejo. Y a través de ella, te enseñaré lo que hay en lo profundo de tu corazón.”
He visto duda... temor... incredulidad... cosas que han hecho que me tire a los pies de Jesús a llorar: “Oh Señor, ya no estoy interesado en las respuestas, ¡sólo quiero sacar este espíritu de mi! ¡No deseo dudar de ti, ni orar y gemir por una respuesta, teniendo la semilla de incredulidad en mi corazón!”
Es cierto - el tiempo mas difícil de nuestra fe en la oración es la última media hora. Cuando parece como si Dios no responderá, nos damos por vencidos, nos olvidamos, y nos vamos a hacer otras cosas. Y al hacer esto creemos que estamos rindiéndonos a la providencia de Dios, dependiendo de su soberana voluntad. Decimos: “Señor, haz lo que tu creas que es mejor,” o, “Bueno, Señor, después de todo, quizás tu no querías eso después de todo.”
¡No! ¡Esa no es la intención de Dios! Cuando estás orando por lo que obviamente es la voluntad de Dios - la salvación de la familia, por ejemplo, - ¡tienes todo el derecho de continuar sin desmayar hasta que Jesús te de la respuesta! Tienes toda la razón en no escuchar al diablo, ¡y pedirle a Dios que siembre en ti la fe de Cristo Jesús y no desmayar hasta que veas el resultado!
Pero sin embargo, ¡has desmayado, has fracasado la prueba! ¡Si no hubieras desmayado, estuvieras más determinado que nunca en recibir la respuesta!
Como puedes ver, el Señor ve corazón cuando desmaya en todo tiempo. La Biblia ofrece un ejemplo de esta humillante experiencia en 2 Reyes 6-7. Samaria estaba sitiada por Ben Hadad y su gran ejército sirio. En la ciudad había hambre porque no había alimento que pudiera comerse. La cabeza de un asno se vendía por 80 piezas de plata, ¡una pinta de estiércol de paloma por cinco!
Pero el profeta Eliseo había profetizado al rey de Samaria que el Señor iba a liberar a su pueblo de una manera sobrenatural. Él dijo que se aguantaran, que esperaran y oraran y se arrepintieran y que confiaran en Dios sin importar cuán malas se pusieran las cosas.
A medidas que el rey caminaba por las murallas de la ciudad, él pudo haber pensado: “¿Cuanto más va a durar esto? Ya no podemos resistir más. Si Dios no responde pronto, izaremos la bandera blanca y nos rendiremos.”
Entonces una mujer vio al rey y le gritó: “Ayer mi vecina y yo cocinamos a mi hijo ¡y nos lo comimos! Acordamos que hoy nos comeríamos el de ella, ¡pero ella lo escondió! Rey, eso no es justo, ¡haz que ella entregue a su niño también!
¡Eso surtió efecto! El rey desgarró su vestido y con coraje vociferó: “Eliseo, ¡te cortaremos la cabeza! Nos hiciste creer que Dios contestaría tus oraciones. Nos dijiste que ocurriría un milagro, ¡pero ahora es muy tarde!” Cuando el rey halló a Eliseo orando con los ancianos, él gritó: “¿Para que he de esperar mas a Jehová?” (2 Reyes 6:33). En otras palabras, ¡es muy tarde, el plazo llegó y pasó, y Dios no cumplió su palabra! La oración no va a ayudar. ¡Es tiempo de tomar el asunto en nuestras manos!
Mientras el rey estaba desmayando - abandonando su fe - la respuesta estaba a la puerta. Eliseo le respondió: “Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un ciclo, y dos seahs de cebada un ciclo, a la puerta de Samaria.” (2da. de Reyes 7:1). Da pena que el rey no esperara 24 horas más antes de explotar. Lo que él no sabía era que Dios estaba obrando rápidamente, ¡creando un milagro!
En el campamento de los sirios, un zumbido milagroso llenó la atmósfera - el sonido retumbante de un gran ejército de carruajes que iba hacia ellos. El pánico se apoderó de los sirios, y dejaron todo abandonado y huyeron para salvar sus vidas.
De manera que los samaritanos trajeron carretas llenas de la comida que dejaron los sirios. Vegetales, harina de la mejor y barriles de cebada entraron por las puertas de la ciudad. Mirando esto, el rey tenía que estar avergonzado al pensar en lo que había dicho: “¡Dios no cumplió su palabra!”
Amados, ¡esto me ha sucedido a mí por lo menos una docena de veces! Me he dado por vencido y he dicho: “Bien, esto no ha sido la voluntad de Dios. Es una situación imposible.” Y en muchas ocasiones, ¡la respuesta llegó dentro de una hora de haber pronunciado esas palabras!
¡Esto es exactamente lo que puede estar pasándote a ti! Te has dado por vencido y ya no estás perseverando. Pero Dios está obrando, ¡y su respuesta está a punto de llegar!
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