¡Cristo, y solamente Cristo, debe ser el centro de la vida y la adoración!
“Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia, y es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia, porque al Padre agradó que en él habitara toda la plenitud.” (Col. 1:18,19)
Cuándo el Espíritu Santo ocupa el centro de nuestra atención, ¡la iglesia pierde su enfoque! El Espíritu Santo descendió sobre Cristo, cuando este salía de las aguas bautismales, y el Padre dijo de Él, “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia…” El Espíritu descendió en forma de paloma, pero el enfoque estaba sobre el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. ¡No la paloma, sino el cordero!
Cristo habló a sus discípulos sobre un Pentecostés venidero, cuando el Espíritu sería derramado por una sola razón: ¡para ser un poder dado para exaltar el nombre de Cristo!
“Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos. . . hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8)
Jesús dejó en claro que cuando viniese el Espíritu no sería para llamar la atención a si mismo, sino para enfocar las palabras de Cristo. El Espíritu exaltará a Cristo.
“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, . . . no hablará por su propia cuenta. . . Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío y os lo hará saber.” (Juan 16:13-15)
Jesús dijo, “El les mostrará Mi gloria, Mi poder, Mi reino. Les recordará todas Mis palabras.” La obra principal del Espíritu Santo no es fomentar la comunión, aunque sí reúne a los creyentes como uno en Cristo. Tampoco es el éxtasis. Ni es simplemente enseñarnos a hablar en otras lenguas. ¡El Espíritu ha venido para exaltar a Cristo! ¡Para conducir a la humanidad a la verdad que Cristo es Señor! No basta decir que el Espíritu nos ha acercado más los unos a los otros, ¡debe acercarnos más a Cristo!
La plenitud del Espíritu es la plenitud de Cristo. ¡Si no tienes un amor consumidor por Cristo, no has sido bautizado en el Espíritu Santo! Cristo, el bautizador, envió al Espíritu Santo para encender con fuego a nuestras almas por causa de una humanidad perdida, para enviarnos por los caminos y vallados para alcanzar a los perdidos. Para estremecer nuestros estilos de vida flojos y ponernos a trabajar en su obra. ¡El bendito Espíritu Santo se entristecerá y eventualmente se retirará, al instante cuando los hombres intentan exaltarle por encima del Hijo de Dios! ¡No permitirá que su poder sea abusado por quienes solo buscan el don y no a Cristo, El que da los dones!
¿Cómo es en verdad una reunión llena del Espíritu Santo? ¿Acaso es donde todos hablan en lenguas? ¿Es donde los enfermos son sanados? ¿Es donde los santos saltan de alegría? ¿Es donde los santos profetizan? Es mas, ¡mucho mas que eso! Es donde se exalta a Cristo, donde su santidad penetra el alma, donde hombres y mujeres caen ante su santo trono, quebrantados, humillados, clamando, “Santo, santo”. ¡El mover del Espíritu Santo es un mover hacia Cristo, mas profundo en Cristo, con una mayor sumisión a su señorío!”
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