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miércoles, 29 de septiembre de 2010

CUANDO SOLO QUIEREN ALABAR Y NO ORAR



¡Hacemos de Cristo un extraño cuando el pueblo quiere alabar pero no quiere orar!

¡Alabamos a un Cristo a quien no queremos orar! Nos hemos hecho un pueblo que alaba mucho y ora poco. Para muchos creyentes el lugar secreto de la oración es una reliquia del pasado. “¿Por qué pedirle a Dios algo que ya ha prometido? ¡Solo hay que aferrarse a las promesas, y exigir las respuestas!” No deseamos tanto a Cristo como a las cosas que Él puede hacer por nosotros. Queremos escaparnos de todo dolor y sufrimiento.
Queremos que nuestros problemas desaparezcan. Y nos concentramos tanto en nuestro escape del dolor que perdemos de vista el verdadero significado de la cruz. Rehusamos cruces y pérdidas – ¡que no haya ningún Getsemaní para nosotros! ¡Ninguna noche de agonía! ¡Ni siquiera conocemos a este Cristo sufriente, sangriento, resucitado!

Queremos su poder sanador. Queremos sus promesas de prosperidad. Queremos su protección. Queremos más de los bienes de este mundo. Queremos su alegría. ¡Pero en verdad no le queremos solamente a Él!

La Iglesia antes confesaba sus pecados, ¡ahora confiesa sus derechos!

¿Cuántos de nosotros le serviríamos si El no nos ofreciera nada más que a Sí mismo? Si no hubiera nada de sanidad. Nada de éxito. Nada de prosperidad. Ninguna bendición terrenal. Ningún milagro, ni señal ni prodigio. ¿Qué si tuviéramos que volver a sufrir el despojo de nuestros bienes? ¿Qué si, en vez de una vida tranquila y libre de problemas, enfrentaremos naufragios, temores y luchas? ¿Qué si en vez de una vida libre de penas sufriéramos vituperios y azotes, o si fuéramos apedreados o aserrados?

¿Qué si en vez de tener lindas casas y automóviles, tuviéramos que vagar por los desiertos cubiertos de pieles de ovejas, ocultándonos en cuevas y cavernas? ¿Qué si en vez de prosperidad, nos tocara ser pobres, angustiados y maltratados? ¿Y si la única cosa buena que se nos ofreciera fuera únicamente a Cristo?

¡Muy pocos entre el pueblo de Dios oran hoy en día! Los demás están tan ocupados trabajando para Jesús que no pueden hablarle! Los ministros en particular se han puesto tan ocupados haciendo el trabajo del Reino que no les queda nada de tiempo para orar. Sí hay tiempo para visitar, para edificar, para viajar, para darse vacaciones, para asistir a reuniones, para la recreación, para la lectura, para la consejería, ¡pero no hay tiempo para orar!

Los predicadores que no oran se convierten en meros promotores. Se convierten en jefes de obra de construcción frustrados. Cuando pierden contacto con Dios, pierden contacto con la gente y sus necesidades. Los predicadores que no oran tienen a su ego fuera de control. Lo quieren todo a su manera. Substituyen a la unción con el sudor.

Los evangelistas que no oran se convierten en estrellas, en narradores de historias. No tienen humildad, así que manipulan a las multitudes por medio de trucos emocionales. El clamor de muchos pastores es, “Oh, Dios, ¿dónde puedo encontrar un evangelista a quien no le importa el dinero, o que no está vendiendo o promocionado algo? ¡Uno que pueda hacer descender el Cielo y hacernos ver a Cristo en realidad! Oh, Dios, ¡envíame a un hombre de oración que pueda conducir a mi congregación hasta el suelo, de rodillas!” La vergüenza de esta generación es que tenemos a demasiados hombres de Dios talentosos y muy pocos quienes saben lo que es tocar a Dios en la oración.

¡Y hay aun menos oración en la congregación! Estoy de acuerdo un 100% que vuelva a existir la oración en las escuelas. Pero ese no es el verdadero problema de Dios. ¡Su problema es ver que la oración vuelva a nuestros hogares! ¡Su problema es ver que su pueblo escogido se ponga a orar! ¡Y tú eres un hipócrita si luchas para que haya oración en las escuelas y has dejado de orar en tu propia casa!

¿Pero acaso no oramos? ¡O, sí! Cuando nos falta algo. Y tenemos la formula memorizada, “…en el nombre de Jesús.” Solo necesitamos que Él endorse nuestros cheques de petición ante el Padre. Estoy cansado de oir, “Pero este es un tiempo tan ocupado, no tengo tiempo para orar. Me encantaría, pero en verdad no tengo tiempo.” ¡No! No es falta de tiempo; es una falta de deseo. Hacemos tiempo para todo lo que verdaderamente nos interesa.

¡Mire a la juventud cristiana! Desperdiciando horas de tiempo jugando a los juegos de video, flojos, aburridos, buscando alguna acción! ¡Pero no tienen tiempo para orar! ¡No hay tiempo para Jesús! ¡Oh, Dios! ¡De algún modo! ¡De alguna manera! ¡Pón a esta generación de rodillas! No solamente para decir el Padrenuestro, sino para tener una comunión diaria con Cristo.

Nuestro Salvador, quien vela sobre todos los múltiples universos, ¡se hace tiempo para orar por ti! El sí se toma el tiempo para interceder por ti ante el trono de Dios (Heb. 7:25), ¡y tú dices que no tienes tiempo para orar ante Él!

Trabajamos fervorosamente por un Cristo a quien ignoramos. Vamos a cualquier lugar, y hacemos cualquier cosa, y todo en su Nombre. Pero no oramos. Cantamos en el coro. Visitamos a los enfermos y a los prisioneros. Pero no oramos. Aconsejamos a los sufridos y necesitados; pasamos noches enteras despiertos para consolar a un amigo, pero no oramos. ¡Luchamos contra la corrupción! ¡Hacemos cruzadas en favor de la moralidad! ¡Protestamos contra las armas nucleares! ¡Pero no oramos!

Mas que nada, no oramos porque en verdad no creemos que funcione. ¡La oración es un campo de batalla sangriento! ¡Es un lugar donde se ganan las victorias! ¡Es un lugar donde el ego muere! ¡Es un lugar donde un Dios santo descubre pecados escondidos! ¡Con razón Satanás procura impedir la oración! Un hombre que ora hace temblar al infierno. Ese hombre o mujer queda marcado porque Satanás sabe que la oración es el poder que aplasta su reino. ¡Satanás no teme a los santos hambrientos de poder, pero tiembla ante el sonido de un santo que ora!



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