Hubo un hombre, llamado Amán, uno de los príncipes más importantes
cercano al rey, quien era una persona muy importante por lo cual se había
decretado que, cuando él pasara por algún lugar, los demás príncipes debían
hacerle reverencias. ¡Pero Mardoqueo hacía reverencias sólo a Dios! Lejos
estaba de saber que por no hacerle reverencia a Amán, éste iba a odiarlo, y no
solamente a él, sino a todos los judíos y buscaría la destrucción de ese
pueblo.
Pero, para Mardoqueo era más importante la fidelidad hacia Dios y él
actuó en consecuencia, por lo que no se inclinó delante de Amán. Llegó a oídos
del príncipe, que no se inclinaba delante de él y se llenó de ira y odio,
entonces dijo: “Poco es para mí odiar a Mardoqueo”. Entonces comenzó a odiar a
su pueblo, tanto que tramó la manera de lograr una ley que los destruyera, con
la aprobación del rey Asuero, a quien le comentó: “Hay un pueblo en todas las
provincias que no te sirven para nada y hay que exterminarlos”. Le tejió toda
una historia y como era un hombre de mucha confianza del rey, éste le dio su
consentimiento, le entregó su anillo y lo autorizó para crear el decreto que
quisiera, el cual también podía firmarlo de parte del rey y enviarlo. De esa
manera el decreto fue despachado a todas las provincias, en todos los idiomas,
de 127 nacionalidades, el cual señalaba que en determinado día todas las
personas que conocían a algún judío, podían entrar a su casa o a su tierra y
matarlo, y quedarse con todas sus pertenencias. Cuando se enteró de esto
Mardoqueo lloró mucho, y habló con Ester, la nueva reina; él no podía entrar a
hablar con el rey y le había pedido a ella que no le diga a nadie cuál era su
identidad y cuál era su nación, por lo que nadie sabía que la reina Ester era
judía. Así que se comenzó a complicar la cosa grandemente y Ester se dio cuenta
para qué vino a ser reina.
La historia de la reina Ester se asemeja a la historia de la iglesia. Tú
no estabas tan bien cuando Dios te buscó, cuando te eligió para pertenecer a su
linaje, para ser su pueblo santo y escogido, para vivir y reinar con Él.
Nosotros somos linaje escogido y nación santa; Dios nos sacó de la basura y nos
ha hecho príncipes. La promesa de Dios es que nosotros vamos a reinar
juntamente con Él.
Yo identifico la vida de la reina Ester, con cada uno de nosotros; una
niña que no tenía esperanza, ni futuro, ni propósito, sólo contaba con un primo
que la había recogido el cual se constituyó en su padre, quién la educó y la
guió hasta que llegó a ser reina. La historia de Ester es la de cada uno de
nosotros, porque somos la iglesia, la esposa del rey, su amada. Aunque no lo
entiendas bien, digamos que has caído en gracia a los ojos del rey y Él te
eligió a ti. ¡Habiendo muchos para elegir, nos eligió a nosotros! Este mensaje
está dirigido a aquellos que Él ama y cuida.
La historia se puso interesante porque Amán tramó contra el pueblo de
Dios e ideó un decreto con una fecha estipulada para su destrucción. Él se
saboreaba por lo que había logrado, y ésta era su venganza por causa de un hijo
de Dios que no se inclinaba delante de él sino sólo delante del Señor.
¡Mardoqueo honraba solamente a Dios!
Así fue que la reina Ester, un buen día, entró a donde estaba el rey,
con la intención de contarle todo lo que estaba sucediendo; que ella era judía,
que había un decreto en el que se estipulaba que su pueblo sería exterminado.
No obstante, no sabía cómo hacer para hablarle, así que le dijo a Asuero que
quería hacerle un banquete para agasajarlo, pero sólo debían ir él y Amán, el
príncipe malvado. Entonces Amán comenzó a divulgar que iba a ir a un banquete
con el rey y que al único que invitó la reina fue a él. Era un hombre al que le
gustaba hacer fiestas y alardear de las riquezas y el poder que tenía, y del
favor con el que contaba de parte del rey. Se relamía porque se acercaba la
fecha indicada en el decreto y se dispuso a preparar una horca para Mardoqueo
de cincuenta codos de altura, unos veinticinco metros, cosa de que si fallaba
la cuerda, se terminaría estrellando contra el suelo. ¡¡Amán esperaba ansioso
el día del decreto y había preparado esa horca para Mardoqueo porque lo odiaba
a él y a su pueblo!!
Estaba él en esos preparativos y decide pedir una entrevista con el rey
para contarle que había hecho una horca para Mardoqueo por motivo del decreto
que se había dictado ya que formaba parte del pueblo judío, aunque debía
esperar a que el rey le concediera la entrevista ya que nadie podía presentarse
delante de él así nomás. Pero esa noche, el rey no pudo dormir; tal como nos
sucede a veces a nosotros que nos desvelamos y no podemos conciliar el sueño,
entonces nos ponemos a leer, pero como el rey no tenía Biblia, pidió que le
leyeran las crónicas del reino. Le estaban leyendo los acontecimientos
sucedidos en el reino y por ahí aparece que Mardoqueo había librado al rey de
morir en un complot que idearon dos personas. En eso, el rey preguntó qué honra
se le dio a Mardoqueo en esa oportunidad, y los oficiales le respondieron que
no se ha hecho nada al respecto. Quiso saber quién estaba afuera y le
respondieron que Amán esperaba en el patio para entrar a hablar con él,
entonces Asuero lo mandó buscar. Él tenía toda la intención de contarle que había
construido flor de horca para Mardoqueo, pero se adelanta Asuero y le pregunta
qué se debía hacer al hombre a quien el rey quería honrar, entonces Amán pensó:
“¿A quién otro va a querer honrar más que a mí?”, y le respondió que a
tal persona había que ponerle las vestiduras reales y la corona real, y que
debían pasearla por toda la ciudad pregonando delante de él: “Así se hará al
varón cuya honra desea el rey”. El rey pensó que era una buena idea y lo envió
de prisa a buscar el vestido y el caballo para hacer tal como había
dicho, al judío Mardoqueo. ¡A Amán le salió el tiro por la culata! ¡Y eso es lo
que siempre le pasa a satanás cuando está preparando alguna horca para un
creyente!
Amán tuvo que ir él personalmente a buscar el vestido
real, la corona, vestir a Mardoqueo y pasearlo en caballo por toda la cuidad
con gente que iba pregonando adelante: “Así se hará al varón cuya honra desea
el rey”. Tuvo que volver Amán como dice el dicho popular, “con la cola entre
las patas” a su casa y esa noche tenía la segunda cena con el rey porque en la
primera, la reina Ester no se había animado a decir nada, aunque éste le
ofreció lo que quisiera, pero ella no estaba segura de pedir nada, sólo lo
invitó que volviera otro día con Amán porque les iba a preparar un banquete.
El día en que Amán tuvo que pasear a Mardoqueo estaba enojadísimo y le
contó todo a su mujer, entonces ella le dijo: “Si de la descendencia de los
judíos es ese Mardoqueo delante de quien has comenzado a caer, no lo vencerás,
sino que caerás por cierto delante de él”. Ponte por un momento en el lugar de
Mardoqueo, porque aquí podemos apreciar la obra de Dios a favor de su pueblo. A
veces la gente no sabe o no entiende lo que Dios hace a favor de su pueblo.
Imagínate que Mardoqueo, cuando se enteró de ese decreto, lloró, se vistió de
cilicio y de ceniza y fue por la ciudad clamando con amargura porque él no veía
con claridad ni tenía tanta confianza en Dios y así le sucede a los que no
tienen una clara visión del amor que Dios tiene por nosotros y de cómo Él nos
cuida. ¡Dios te dice hoy que te ama y te cuida! ¡No se dormirá el que te
guarda! ¡Tú te podrás descuidar pero Él no! Yo he visto el amor y los detalles
de Dios a favor nuestro, en cada situación.
0 comentarios:
Publicar un comentario