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miércoles, 25 de junio de 2014

EL UNGIDO DE DIOS, CRISTO EL SEÑOR


Dios ungió a su Hijo, Jesús. Y aquellos que están en Cristo también son ungidos. La palabra “ungido” significa “consagrado a Cristo”. En pocas palabras, nosotros somos los apartados, peculiares, que conformamos su cuerpo. Ya hemos leído que Jesús instruyó a sus ungidos para llevar el evangelio a toda nación. Ese es el propósito concreto de Dios. Y ninguna persona o nación se atreverán a obstruir sus propósitos eternos.

Pero sabemos que el Corán enseña a los musulmanes a matar cristianos si ellos intentan ganarlos para Cristo. Por lo tanto, tengo una pregunta sincera para los mulás y ayatolas del Talibán: ¿Por qué no entrenaron misioneros en lugar de terroristas, y los enviaron a  naciones con población cristiana? Si su religión es superior, por qué no han intentado convertirnos? ¿Qué les atemoriza tanto para querer atacarnos? ¿Es que su mensaje es tan vació y débil que tienen que aterrorizar a la gente para que lo acepte?

Que el Islam aprenda del Comunismo. La poderosa Unión Soviética declaró la guerra a la iglesia de Jesucristo. Declaró a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas una nación atea y enseñó el ateísmo en sus escuelas. Quemó iglesias y prohibió las Biblias. Aterrorizó a los elegidos de Dios, encarceló a ministros y torturó a creyentes.

¿Cómo respondió Dios? Aplastó la Cortina de Hierro, no solamente en Rusia sino en toda Europa. Dios declaró: “Yo fundé esta iglesia y no dejaré que toquen a mis elegidos. Están liquidados. Los voy a humillar.” El Señor azotó con rudeza al Comunismo y quebrantó al poderoso imperio soviético. Dividió sus estados, destituyó a sus gobernantes y arruinó la economía. Rusia fue humillada porque tocó a los elegidos de Dios e hizo daño a sus profetas.
¿Cuál fue el resultado final? Dios ha puesto incontables ministros y misioneros en Rusia. Y creo que ocurrirá lo mismo en Afganistán y Pakistán. El Señor va a abrir puertas que ningún hombre pudo abrir antes. Nada puede detener sus propósitos eternos.

No podemos seguir expulsando a Dios de nuestra sociedad. Las Biblias ya han sido prohibidas en las salas de clases y se han quitado los símbolos cristianos de los lugares públicos. En efecto, puede que llegue el momento en que deje de ser legal hacer proselitismo o convertir a la gente.

Sin embargo, no nos inquietamos ni preocupamos. El Dios Todopoderoso fundó su iglesia. Y cualquier nación que lo prohiba es menos que nada ante sus ojos. El Señor puede traer caos a esa nación, pero en tiempos así una sociedad volverá a abrir sus puertas al evangelio. Las escuelas gritarán por ayuda e incluso los funcionarios de gobierno solicitarán consejería espiritual. Nuevamente, los siervos de Dios podrán predicar su verdad, en cualquier lugar y a cualquier hora.

"Regocíjate y canta, oh moradora de Sión: porque grande es en medio de ti el Santo de Israel… el Señor ha dado firmeza a Sión, y los afligidos de su pueblo se refugiarán allí" (Isaías 12:6, 14:32). La iglesia de Dios puede parecer pobre e insignificante. Parece haber tan pocos santos verdaderos esparcidos por la tierra. Y como dice Pablo, no hay muchos ricos o nobles. Pero la pequeña manada de Cristo permanecerá confiando en su palabra: "Yo fundé esta iglesia. Y mi iglesia prevalecerá.”


Ningún terrorista, religión o nación puede levantarse contra la cruz de Cristo. Él ha advertido a todo el mundo: “No toquen a mis ungidos ni maltraten a mis profetas" (Salmo 105:15).

martes, 17 de junio de 2014

NO TOQUEN A MI IGLESIA!




Isaías llama a la iglesia de Dios “la Sión del Santo.” Al usar esta frase, el profeta relaciona a Sión con Cristo, el redentor. En pocas palabras, Sión representa el cuerpo de Cristo, la Jerusalén celestial, la iglesia llamada, separada, de estos últimos días.

Le pregunto, ¿cuál es la principal preocupación de Dios en el mundo actual? ¿En qué pone atención en estos tiempos? La única gran preocupación de nuestro Señor es Sión, su iglesia. No me refiero a la iglesia decaída, institucional. Hablo del cuerpo invisible de Cristo, conformada por creyentes ungidos, y consagrados.

Tal vez se pregunte: “¿Pero no está Dios preocupado con la guerra contra el terrorismo? ¿No le importa la economía y el futuro de Norteamérica?” Sí, está preocupado, pero sólo en la medida en que estas cosas afectan a su iglesia. Pone atención en ellas solamente cuando influyen en su eterno plan para su pueblo.

"Las naciones son como una gota de agua, como un grano de polvo en la balanza; los países del mar valen lo que un grano de arena…Todas las naciones no son nada en su presencia; para él no tienen absolutamente ningún valor” (Isaías 40:15, 17).

Dios nos dice, en esencia: “Mi preocupación eterna es el mundo perdido. Y mi atención está en la forma en que mi iglesia alcanzará a los perdidos.”

Balaam profetizó: “(El de Dios) es un pueblo que vive apartado, distinto de los otros pueblos" (Números 23:9). Esto nos dice que los hijos de Dios conforman una nación distinta, un pueblo separado. No contamos entre las demás naciones del mundo. En efecto, los diferentes miembros del cuerpo de Cristo son una nación espiritual dentro de cada nación. Dios nos enfatiza esto: “Tu preocupación no es solamente lo que ocurre en el mundo. Debería ser conocer mis propósitos eternos, y cumplirlos en la tierra."

El hecho es que Dios también bendice a una nación o la abate de acuerdo con la forma en que ella trata a su iglesia. Piénselo: su única preocupación con Egipto en el reinado del Faraón fue la forma en que esa nación trataba a sus elegidos. Dios devastó a los egipcios y ahogó a su ejército porque ellos habían hecho daño a su pueblo. De manera similar, la única preocupación de Dios con Babilonia tuvo que ver con su amenaza de destruir a Israel durante la época de Ester. Cuando Amán conspiró contra los judíos, Dios lo puso en evidencia y lo quitó de en medio.

Tome nota también que cuando Dios destruyó a Babilonia, no fue solamente a causa de su idolatría, sensualidad o violencia. Fue porque los babilonios habían tocado a sus elegidos. Habían tomado los vasos consagrados a la adoración y bebieron de ellos hasta emborracharse. Como resultado, el imperio más poderoso del mundo fue arrasado. El momento en que los babilonios se entrometieron con los intereses de Dios, él los destruyó.

Nuestro Señor luchará con todas las naciones del mundo con el objeto de proteger y prosperar a su santa Sión. Él destruirá imperios enteros con solo extender su mano de juicio. Él desechó al Imperio Romano porque éste trató de aniquilar a su iglesia en diez crueles persecuciones. Tal vez la peor campaña ocurrió bajo el emperador Dioclesiano. Este malvado sujeto persiguió y asesinó con ferocidad a los cristianos. Pero a pesar de lo que hizo, éstos se multiplicaban. Eso quizás obsesionó a Dioclesiano, que terminó abandonando su liderazgo sobre Roma porque se volvió loco tratando de destruir por completo la causa de Cristo.

En Génesis 20, Dios juzgó al rey pagano Abimelec porque se abstuvo de tocar a la ungida de Dios. Abimelec había tomado a Sara, esposa de Abrahán, para su harén. Pero Dios se le presentó en un sueño, diciéndole: “Vas a morir.” El único interés de Dios era proteger a su elegida, Sara. Él ordenó al rey: “Devuélvele su esposa a este hombre porque él es profeta…si no la devuelves, ciertamente tú y los tuyos morirán” (Génesis 20:7).


Todos estos ejemplos nos proveen un panorama claro de la preocupación de Dios por todos sus elegidos. El se opondrá a cualquiera que haga daño a Israel o toque a su iglesia.