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miércoles, 26 de marzo de 2014

UNA GRAN REVELACIÓN



La Biblia nos dice que Jacob recibió una increíble revelación en un encuentro cara a cara con Dios: “Jacob llamó aquél lugar Peniel: Vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma” (Génesis 32:30). ¿Cuáles fueron las circunstancias que rodearon esta revelación? Fue el punto más bajo y aterrador en la vida de Jacob. En ese momento, Jacob se encontraba atrapado entre dos poderosas fuerzas: su furioso suegro, Labán y su hostil y amargado hermano Esaú.

Jacob había trabajado más de veinte años para Labán quien una y otra vez le hizo trampa. Finalmente Jacob decidió que ya había sido suficiente tanto abuso. Entonces sin decir nada a Labán, tomó su familia y huyó.

Labán lo persiguió con un pequeño ejército de sus servidores, listos para matar a Jacob. Tan sólo al ser advertido por Dios en un sueño, de no hacerle daño a Jacob fue que este hombre dejó ir a su yerno. Apenas había acabado de ser librado de Labán, cuando Esaú se aproximaba por el oriente. El también venía acompañado de un pequeño ejército de 400 hombres, dispuesto a matar a su hermano por robarle sus derechos de primogenitura.

Jacob enfrentaba total calamidad, convencido de que estaba a punto de perderlo todo. La situación era de desesperanza total. Sin embargo, en esa hora oscura, Jacob tuvo un encuentro con Dios como nunca antes. Allí luchó con un ángel que algunos estudiosos piensan que era el Señor mismo. Y después el mismo dijo: “Porque vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma” (32:30).

Ahora, regresemos a Job. También este hombre estaba en su punto más bajo. Había soportado la más agobiante aflicción, agonizante dolor físico, total rechazo de sus amigos. Sin embargo, en la hora más oscura de Job, es cuando Dios se le aparece en un torbellino. Y el Señor le dio a este hombre una de las más grandes revelaciones de sí mismo nunca vista antes por ningún ser humano.

Dios llevó a Job al cosmos, de allí a la profundidad de los océanos. Él lo guío a través de los más profundos secretos de la creación. Y Job vio cosas que ninguna otra persona había visto nunca. Se le mostró la gloria y majestad de Dios. Job emerge de esa experiencia alabando a Dios, diciendo, “Ahora sé que puedes hacer cualquier cosa, Señor.” Me arrepiento de cuestionar tus juicios. “Veo que todo estaba bajo tu control y dirigido por tu gracia. Siempre tuviste un plan”. “De oídas te había oído; más ahora mis ojos te ven.” (ver Job 42:2-5)

Algo maravilloso pasa cuando sencillamente confiamos. Una paz viene sobre nosotros, habilitándonos a decir, “No importa que resulte de todo esto. Mi Dios tiene todo bajo control. No tengo nada de temer.”

Podríamos objetar, “Yo preferiría que Dios arregle todo, y me libre de mi dolor y angustia. Yo felizmente aceptaría menos revelación”. No, la revelación que viene a usted es con un propósito más allá que su propia comodidad. Ésta nos habilita para ser un dador de la gracia, para dispensar la gracia sanadora de Dios a otros.

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