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jueves, 27 de marzo de 2014

GRACIA CONFORME A LA MEDIDA



Frecuentemente, Dios usa ángeles para ministrar a su pueblo. Pero mayormente él usa su propia gente para dispensar su gracia. Esta es una razón por la cual somos hechos partícipes de su gracia: para ser canales de esta. Es para dispensarla a otros. A esto llamo: “Gente en gracia.”

“Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.” (Ef. 4:7). De acuerdo a la consolación que recibimos a través de la gracia de Dios, es imposible continuar en aflicción durante toda nuestra vida. En algún momento, mientras somos sanados por el Señor, comenzamos a acumular una reserva de la gracia de Dios.

Creo que esto es lo que Pablo quiso decir cuando escribió: “Del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dada… anunciar entre los Gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo” (Ef. 3:7-8). “Todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia” (Fil. 1:7). El apóstol está haciendo una profunda declaración. Él está diciendo, “Cuando yo voy al trono de Dios a obtener gracia, es por el bien de vosotros. Quiero ser un pastor misericordioso con ustedes, no uno que os juzga. Quiero estar preparado para dispensar gracia en el tiempo de vuestra necesidad.” La gracia de Dios hizo de Pablo un pastor compasivo, capaz de llorar con aquellos en aflicción.

Pedro escribe, “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo uno a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1 Pe. 4:10). ¿Qué significa ser un dispensador o administrador de la multiforme gracia de Dios? ¿Soy esa clase de persona? ¿O paso mi tiempo orando por mi propio dolor, angustia y luchas?

Cuando estábamos en el hospital con mi abuelo vimos “la gente en gracia” del Señor en acción. mi familia sobreabundaba con el amor de la congregación a la que se habían unido. El apoyo a nuestra familia de estos santos, fue increíble. La gracia fluía de todas partes: la gente traía palabra a la familia. Un grupo dijo “Nosotros no queremos molestar. Solo vinimos a orar.” Así que se pararon afuera de la habitación a interceder por el.

También vi la misma gracia fluyendo de la gente en la Iglesia Tiempo de Cosecha cuando regresamos a casa. 

Amados, nuestros sufrimientos presentes están produciendo algo precioso en nuestras vidas. Están formando en nosotros un clamor por el don de misericordia y gracia, para ministrar a otros que están en aflicción y dolor. Nuestros sufrimientos nos hacen desear ministrar gracia a otros.

Creo que por esto me atribule mientras leí el libro de Job recientemente. Me puse furioso al ver el terrible trato que los llamados amigos de Job le dieron en medio de su dolor. Página tras página escribí en mi Biblia ¡Qué cruel! ¡Que horrible! Estos hombres le dijeron a Job: “Si fueres limpio y recto, de cierto ahora se despertaría sobre ti, y haría prosperar la morada de tu justicia.” (8:6). “Tu has olvidado a Dios, Job. Eres un hipócrita”(ver 8:13). “Estás lleno de palabras vacías y de mentiras” (ver 11:2-3). “Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece” (ver 11:6).

Hace pocos meses envié un mensaje titulado: “No tienes porque entender tus aflicciones-Tienes la gracia de Dios.” Poco después recibí varias cartas hirientes de lectores. En esencia decían, “Quíteme de su lista de correo. Probablemente usted no entiende por que sufre tanto, pero yo sí. Usted no tiene fe. No quiero tener nada que ver con su clase evangelio. Usted debería tener poder sobre sus aflicciones.”

Obviamente, estas respuestas no fueron dadas en el Espíritu de Cristo. Simplemente no estaban marcadas por la gracia y compasión que caracteriza a nuestro Señor. Alguna gente saca cierta clase de cruel satisfacción del sufrimiento de otros. 

Esta clase de duras palabras me hacen clamar con Pablo: “Señor, hazme un ministrador de gracia. Permíteme experimentar tu misericordia, para poder dispensarla a otros.” No guardo ningún resentimiento, contra ninguna de estas engañadas y pobres almas. Sé que, tristemente, el tiempo vendrá en que ellos también enfrentarán su propia hora de calamidad y dolor. Y no tendrán los recursos internos a los cuales acudir para salir adelante.

Por otra parte, Job se convirtió en un dispensador de gracia. Porque este hombre se aferró a su confianza en Dios durante su tiempo de prueba, después dispuso de gracia para tratar con su afligida y amargada esposa. Esto es todavía más impresionante, cuando consideramos el mortal estado en que ella se encontraba. De haber estado a su lado cuando ella recibió las terribles noticias sobre la muerte de todos sus hijos, podríamos pensar que esta mujer jamás superaría esto. Que jamás sonreiría o tendría una vida normal.

Pero no mucho tiempo después de esto, la alegría y la risa llenaron su hogar nuevamente. Ella vio a su esposo sanarse de su enfermedad. Y dio a luz a otros diez hijos; siete hijos y tres hijas, justo como antes. Todo fue restaurado y más aún. Job y su esposa llamaron a su primera hija Jemima, que significa” amorosa, cálida, pequeña paloma.” Hablar de la imagen de la gracia de Dios: la misma mujer que le dijo a su esposo que maldijera a Dios, era ahora bendecida con una pequeña amorosa paloma que trajo paz a su hogar.

La esposa de Job no sólo volvió a la vida, sino que también rió y se regocijó nuevamente. Obviamente, que nunca olvidaría el pasado. Pero ahora todo un nuevo mundo de bendición y alegría se abrió ante ella. Y el justo Job vivió otros 140 años. La Escritura dice que este hombre vivió para ver sus hijos, los hijos de sus hijos y hasta la cuarta generación.

La palabra de Dios nos asegura, “Por la tarde durará el lloro, pero a la mañana vendrá la alegría.” (Sal. 30:5). ¡Y todo esto sucede por gracia!

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