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martes, 18 de marzo de 2014

EL ÉXITO VERDADERO


En las iglesias a través de nuestra nación, el mismo espíritu seductor de Baal está obrando. Multitudes de creyentes son llevados por una urgente necesidad de hacerlo en grande. Y como resultado, ellos están siendo arrastrados hacia una vida de despilfarro y llevados al fondo de un hoyo de deudas.

Este espíritu también ha producido un punto de vista distorsionado del éxito similar al punto de vista mundano. Cuando un movimiento recientemente realizó un seminario para “Pastores exitosos,” este estipuló que solamente los ministros con congregaciones de al menos 1,000 personas deberían asistir. Aparentemente, números grandes fueron su único criterio para el éxito.

Yo presencié algo similar cuando inicialmente empecé a trabajar en la obra del Señor en Talara. Fui presentado a un evangelista muy conocido quién conducía una cruzada en una iglesia local. Lo que aquel hombre me dijo me impactó. Él dijo, “Si usted no logra esto de aquí en menos de 5 años usted nunca alcanzará el gran momento".

Yo enmudecí. ¿Qué quería decirme él con “lograrlo?” ¿Deseaba él algún tipo de fama? Para mí, “lograrlo” significaba tener suficiente dinero para pagar la factura de electricidad en la casa que alquilaba para los cultos o significaba encontrar algún otro pecador quien buscaba a Jesús para que lo libertase.

Muy a menudo nosotros medimos el éxito en el ministerio por cuán grande es una iglesia o por cuán grueso es su presupuesto. Si le preguntas al cristiano promedio que describa cuánto le ha bendecido Dios, él probablemente dirá, “El Señor me ha dado un carro nuevo, una casa bonita, y buen ingreso.” Aún así, en algún tiempo, esa misma persona podía haber respondido, “Dios me ha bendecido con una carga para orar y una visión fresca por las almas perdidas. El ha renovado mi hambre por él.”

Jesús describe cómo tales creyentes empiezan a entibiarse: “Estos son aquellos quienes… oyen la palabra, y el cuidado de este mundo, y su apego a las riquezas, y la codicia de otras cosas entran en ellos, ahogando la palabra, y ésta viene a ser estéril” (Marcos 4:18-19). Simplemente póngalo así, cualquier cosa que interfiera con nuestro caminar con Jesús es pecado. Si permitimos que alguna cosa oprima nuestros corazones -- un impulso por el éxito, el dinero o la aclamación -- esto nos pondrá de rodillas ante Baal. Nuestros ojos espirituales serán cegados. Y nuestros corazones se enfriarán, sin más celo por Jesús.

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