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domingo, 23 de marzo de 2014

CONFIANDO EN MEDIO DEL DOLOR



Aunque la aflicción de Job era también “muy grande” (Job 2:13), él confió en Dios en medio de su tristeza y dolor. Al igual que su dolida esposa, también él deseó morir. Su desolación era tan inmensa que deseó no haber nacido. Sin embargo, a través de todo esto, Job afirmó, “He aquí aunque él me matare, en él esperaré”(Job 13:15). Job en efecto estaba diciendo, “No importa si esta sarna me lleva a la tumba. Me iré confiando en el Señor. Nunca renunciaré a mi confianza de que él sabe lo que está haciendo. Aunque yo no entiendo nada acerca de esta tragedia, sé que Dios tiene un propósito eterno. Inclusive si él decide que yo muera, yo confiaré en él hasta mi último aliento.”

Como David, en oportunidades he expresado mi aflicción al punto de las lágrimas. David escribió: “¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo y descansaría… Me apresuraría a escapar del viento borrascoso, de la tempestad.” (Sal. 55:6,8). Aunque debo admitir que nunca he experimentado una aflicción como la de Job. Nunca he llegado al punto de desear estar muerto.

Cuando estas en un hospital ves  ejemplos de las dos clases de reacciones. Los casos eran tan trágicos: Un bebé críticamente herido había sido llevado al hospital. Una frágil pequeña, pálida y débil, caminaba empujando el soporte de donde colgaba una bolsa de suero. Otra pequeña niña desvariaba, diciendo palabras sin sentido.

Usualmente podríamos identificar cuales padres de estos pequeños eran cristianos. Mientras pasábamos por algunas habitaciones podíamos sentir una gran paz. En esos casos podíamos percibir el poder de Dios en acción, mientras los padres descansaban en la Palabra de Dios.

Pero en otras habitaciones, había un caos y desorden total. Podíamos sentir la angustiosa desesperanza de algunos padres. Ellos culpaban a Dios, preguntando, “¿Por qué un buen Dios permitiría esto? Los vimos paseándose por los corredores, preguntándose llenos de ira, ¿Por qué?, ¿Por qué?, ¿Por qué?

Cuando venga su calamidad, tiene que tomar una decisión. Puede enojarse con Dios, preguntando continuamente, “¿Por qué?” O, puede decir: “Señor, no importa lo que pase, sé que tienes la gracia y el poder para sostenerme.” Como seguidores de Jesús, simplemente tenemos que correr hacía nuestro sumo sacerdote, y obtener misericordia y consuelo del Espíritu Santo. Y debemos confiar en la gracia omnisciente de Dios. Algunas veces lloraremos, sufriremos y hasta desearemos morir. Seguramente no podremos conciliar el sueño, nuestras mentes invadidas de preguntas. Sin embargo, Dios permite que pasemos por todas estas cosas. Son parte de su proceso de sanidad.

Pero, ¿cómo, exactamente encontramos su gracia que nos sostendrá en nuestros momentos de necesidad? ¿Cómo se nos dispensará esta gracia? Cuando estamos en medio de una crisis, no podemos depender de una nebulosa definición teológica. Lo que necesitamos es la ayuda real de Dios. ¿Cómo obtendremos esta gracia en nuestros corazones, alma y cuerpo cuando estamos tan heridos?

Yo creo que somos tocados por la gracia de Dios al menos de dos maravillosas maneras, mañana continuaremos.

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