En esencia, Asa estaba clamando: "Señor, en ti confiamos." Aquí tenemos un rey devoto que "hizo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová su Dios." (14:2). De hecho, Asa "mandó a Judá que buscase a Jehová el Dios de sus padres, y pusiese por obra la ley y sus mandamientos." (14:4).
Cuando llegó la crisis, Asa fue directamente a Dios en oración. Él no tenía que reunir un comité para pasar días para maquinar y planificar. Tenía mucha gente sabia a su disposición (soldados, políticos, estrategas, consejeros), pero él buscó primero a Dios. Asa oró: "Señor, ¿qué debo hacer?" Dios respondió dándole una palabra a Asa y liberando a Judá milagrosamente. "Y Jehová deshizo a los etíopes delante de Asa y delante de Judá." (14:12).
Entonces surgió otra crisis. Creo que esto fue para probar la fe de Asa. De acuerdo a la Escritura: "Subió Baasa rey de Israel contra Judá" (16:1), capturando la ciudad de Ramá. Pero Asa no recurrió otra vez a Dios como hizo David. En vez de esto, formuló su propio plan. Él razonó: "Ese ejército de un millón de hombres de Etiopía era una cosa diferente. En aquella ocasión necesité a Dios. Pero este ejército de Israel no es gran cosa. Lo puedo manejar por mi cuenta."
¿Cómo Asa trató de resolver su problema? Él trató sobornando a Siria para que luchara contra Israel. Asa tomó oro y plata del tesoro del templo y de sus propias cuentas para pagar el soborno. Entonces envió embajadores para persuadir a Ben-adad, el rey de Siria, a que rompiera su acuerdo de paz con Israel y le atacara.
Parecía que el plan funcionó. Siria se levantó contra Israel, los israelitas abandonaron a Ramá, y Asa tomó la ciudad nuevamente. Parecía que el plan que Asa concibió, en el que ignoró a Dios completamente, había sido exitoso. Y el rey se felicitó a sí mismo por su habilidad.
Pero el Señor estaba contristado. Le dijo a Asa: "Por cuanto te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios, por eso el ejército del rey de Siria ha escapado de tus manos. Los etíopes y los libios, ¿no eran un ejército numerosísimo, con carros y mucha gente de a caballo? Con todo, porque te apoyaste en Jehová, él los entregó en tus manos… Locamente has hecho esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti." (16:7-9).
En resumen, Dios le estaba diciendo: "Asa, en un tiempo confiaste en mi. Y por tu confianza, yo entregué un gran ejército en tus manos. Pero ahora has confiado en tu propio ingenio y en los sirios. Sabes que esa no era mi manera. Y no lo voy a permitir. Has actuado locamente, Asa. Y de ahora en adelante, no tendrás paz sino guerras."
Muchos de nosotros somos como Asa. Somos librados por Dios y le damos las gracias con voz en cuello. Prometemos: "Señor, de ahora en adelante, no voy a ir a ningún sitio ni voy a hacer nada hasta que te consulte. Voy a presentar todo en oración." Pero entonces surge otra crisis y, de repente, todas las cosas son diferentes. Pensamos que podemos confiar en nuestros viejos planes y éxitos. Así que terminamos tomando los asuntos en nuestras manos. Puede ser que el Señor permita que los planes que hemos hecho funcionen por un tiempo. Pero eventualmente, terminamos en total confusión.
Podrías objetar: "Dios me ha dado una buena mente que se supone que use. Él quiere que yo resuelva las cosas." Sí, pero solamente después de que hayas recibido su dirección mediante la oración. No podemos alcanzar la mente de Dios confiando en nuestro propio razonamiento. El apóstol Pablo nos dice que la mente carnal no puede entender la mente espiritual (vea Romanos 8:5-7).
Digamos que eres soltero y que has estado orando a Dios por un cónyuge. Eso es bueno. Pero con el tiempo te has impacientado con el plan y los tiempos del Señor. Has esperado en Dios pero no ha llegado aún la persona correcta. Así que fijas tus ojos en una persona y de repente te encuentras maquinando como atraparlo. Puede ser que logres tener tu cónyuge. Pero como Asa, vas a pagar un precio muy alto con el que no habías contado, tal como ira, malos entendidos y confusión.
Peor aún, harás sufrir al Señor. Escucharás su ay para ti: "Pero la fortaleza de Faraón se os cambiará en vergüenza, y el amparo en la sombra de Egipto en confusión." (Isaías 30:3). Te dirá: "Confiaste en el brazo de carne aún cuando te advertí que eso era necedad. Ahora vas a pagar el precio por no confiar completamente en mí en todas las cosas. Terminarás en sufrimiento y confusión.
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