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miércoles, 6 de febrero de 2013

CON EL MISMO AMOR



Dios ama a su pueblo con el
mismo amor que él tiene por Jesús,
quien está sentado a su diestra.


En su última oración en la tierra, Jesús dijo: “Padre…me has amado desde antes de la constitución del mundo.” (Juan 17:24). Qué increíble pensamiento: Cristo fue amado grandemente por el Padre antes de la creación. Antes que algo fuera puesto en el Cosmos – antes que cualquier planeta fuera formado, antes que el sol, la luna y las estrellas vinieron a ser, antes que la tierra fuera hecha, antes de la creación del hombre – Jesús fue amado por el Padre.

Entonces Jesús hizo esta asombrosa oración: “oh Padre… los has amado, como también a mí me has amado.” (versos 21-23). Él también oró: “…para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.” (verso 26). Cristo estaba diciendo: “Padre, yo sé que vas a amar aquellos que acepto en mi cuerpo, tal como me has amado a mí.”

Según Jesús, a los ojos de Dios, Cristo y su iglesia son uno. Pablo ilustra esto con la analogía del cuerpo humano. Él dice que Cristo es la cabeza, y nosotros somos su cuerpo – hueso de sus huesos, y carne de su carne: “Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Ésta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.” (Efesios 1:22-23). “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.” (Efesios 5:30).

Lo que quiero implicar aquí es que cuando el Padre amó a Jesús antes de la eternidad, él nos amó a nosotros también. Ciertamente, cuando el hombre era tan sólo un pensamiento en la mente eterna de Dios, el Señor ya estaba enumerando nuestras partes y planeando nuestra redención: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor.” (Efesios 1:4).

Creo en el conocimiento ilimitado de Dios. Acepto que el Padre sabía desde la eternidad todos los que responderían a su llamado para ser hechos en la imagen de Cristo. En los Salmos, David escribe que fue amado por Dios mientras estaba en el vientre:

“Empero tú eres el que me sacó del vientre, el que me haces esperar desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde la matriz: Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.” (Salmo 22:9-10). “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.” (139:16). David está diciendo, en esencia: “Aún antes que fui formado, tu me conocías, Señor. Tenías todas mis partes anotadas de antemano.”

Dios siempre ha amado tanto a su hijo como a nosotros – porque su amor es tan eterno como él: “con amor eterno te he amado…” (Jeremías 31:3). “… Dios y Padre nuestro, el cual nos amó, y nos dio consolación eterna…” (2 Tesalonicenses 2:16).

Jesús no se ganó el amor del Padre al ir a la cruz, ni por su obediencia, ni por amar al Padre. Nadie puede ganarse el amor de Dios – por ninguna cosa piadosa que el o ella haga. De igual manera, Dios no te comenzó a amar el día que te arrepentiste y recibiste a Cristo como Señor. Él no te amó de repente cuando comenzaste a obedecer su palabra y a caminar en el Espíritu. Ya eras amado, desde la eternidad.

¿Desde cuándo te ama Dios? Él te ha amado desde que él existió – porque Dios es amor. Es su naturaleza. él te amó como pecador. él te amó en el vientre. Él te amó antes de la fundación del mundo. No hubo comienzo del amor suyo por ti – y no existe fin.

¿Cuándo dejará de amarte? Él dejará de amarte cuando deje de amar a su propio hijo – lo cual es imposible. Cristo dice: "Padre… Y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.” (Juan 13:1).

Ahora podemos entender mejor lo que dice Judas cuando nos instruye: “... Conservaos en el amor de Dios.” Él nos está diciendo: “Mantén esta verdad – echa mano de ella, y nunca la dejes. El conocimiento del amor de Dios es para tu consolación, tu fortaleza. Te libertará y te mantendrá libre.” El apóstol Juan añade: “En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros, y ha enviado a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.” (1 Juan 4:10,19).

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