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martes, 25 de septiembre de 2012

LA VERDADERA MEDIDA




¡Hay una verdadera medida
para la espiritualidad!

Creo que podemos conocer nuestro verdadero estado espiritual por cuán atribulados nos volvemos por nuestros pecados más ligeros contra nuestro Señor.

Algunos cristianos se afligen sólo por lo que ellos consideran los "grandes pecados" - adulterio, el abuso de las drogas, la bebida, maldiciones. Pero la persona verdaderamente espiritual sabe que ningún pecado es pequeño a la vista de Dios. Y él se aflige cada vez que chismosea, dice un chiste sucio o tiene un prolongado pensamiento malo. ¡Él sabe que estas cosas salen de su corazón, el centro mismo de su ser!

Usted puede desobedecer a Dios en las tales "pequeñas cosas", excusándose y olvidándose de ellas. Pero si usted lo hace, nunca madurará en Cristo. ¡Su rectitud es medida por su renuencia a aceptar algo que aflige a su bendito Salvador!

No hace mucho tiempo, dije algo no muy cristiano a mi esposa. Mis palabras a ella fueron totalmente innecesarias, y caí inmediatamente bajo convicción. Supe que le había hecho mal, así que por supuesto le pedí perdón. Entonces la abrazé y le dije que la amaba.

Pero mi mente todavía estaba atribulada. Pensé, "¿Cómo pude ser capaz de algo tan poco como Jesús? Después de todo, nunca he estado tan cerca del Señor. Nunca he orado tanto como lo he hecho en el último año. Debo ser absolutamente malo para tener cosas tan crudas salir de mi corazón."

La misma cosa que odiaba, la había hecho. Y solamente no me defraudé conmigo mismo - estaba perturbado, perplejo, atribulado de espíritu. Fui a mi lugar de oración y caí ante el Señor, clamando por la sangre de Cristo que me limpiara.

En ese momento, el enemigo me susurró, "Ese pequeño resbalón no fue gran cosa. Era una cosa tan pequeña." Pero el Espíritu Santo vino inmediatamente a mi corazón para refutar la voz del diablo. Él me tranquilizó, "Israel, el mismo hecho de que estás afligido por este pecado es una prueba de que estoy trabajando en ti. ¡Mientras más te aflijas incluso por la trasgresión más pequeña contra mi amor, estás más cerca de conseguir la victoria!"

Porque continuamos luchando contra el pecado, sin embargo, las palabras de Pablo en Romanos pueden parecer no tener ningún sentido. Él escribe:

"…que aunque fuisteis siervos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual sois entregados; Y libertados del pecado, sois hechos siervos de la justicia. Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos a Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y por fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte...” (Romanos 6:17-18, 22-23).

¿Libres del pecado? ¿Siervos de justicia o rectitud, produciendo el fruto santo? ¡Tiene que estar bromeando! Cuando leemos esto, tenemos que admitir honestamente, "No estoy muerto al pecado. No he sido verdaderamente libertado. Todavía estoy bajo el poder engañoso de un pecado oculto - y eso me atribula. Si la paga del pecado es la muerte, entonces ¿qué esperanza hay para mí?"

Aquí están dos mensajes compendiados de cristianos sinceros que han luchado terriblemente con grandes esclavitudes. La primera viene de un joven:

"Constantemente soy tentado por el pecado sexual, y siempre cedo. Amo a Jesús con todo mi corazón, pero siento que la presencia de Dios se desliza fuera de mi vida. Aunque le amo, regreso a mi lujuria. Aunque odio hacerlo. Lloro como un bebé mientras estoy participando en él, pidiéndole a Dios que me ayude a no hacerlo. Pero continúo haciéndolo.

"Confío en Dios para liberarme, como Pablo dice en Romanos 7. Amo a Dios con todo mi corazón. Sin embargo sé que estoy equivocado, y me siento desvalido para cambiar. A veces me siento bien, pero en otros momentos me siento como que están cerniéndome como el trigo. Me siento como un Judas que ha traicionado a mi Señor. A veces pienso que el suicidio es la única salida.

La segunda carta viene de una mujer casada involucrada en adulterio con un hombre casado:

"Oro por liberación, arrepentimiento, y fuerzas. Prometo ser fuerte contra la tentación la próxima vez que venga. Pero cuando lo veo [a mi amante], caigo de nuevo en lo mismo. Viví una vida moralmente limpia durante años; nunca pensé que sería capaz de algo así. Pero ahora he entrado en el infierno, y no sé cómo detenerlo.

"Cuando leo sus predicas, caigo bajo convicción. He orado y he intentado expulsar cualquier demonio que pudo haber entrado debido a mi pecado. Pero me siento tan condenada. Mi mente corre por todas las Escrituras que hablan contra lo que estoy haciendo. Me siento como reprobada. Estoy llena de culpa, miedo, pánico, aversión. Me siento tan sola, aislada y separada de Dios."

Recibo muchos mensajes como éstos - los lamentos por ayuda de mentes atribuladas por un pecado asediante. Aún debo decir a todos los que aman a Jesús quienes sufren tal tumulto: ¡Esa preocupación, ese lamento interno - esa batalla en tu mente - es la obra del Espíritu Santo!

Dios nos envió su Espíritu para emprender la guerra contra nuestra carne y sus deseos y lujurias. Así que, si usted no está atribulado cuando falla - si puede continuar con su pecado sin sentido de culpa, dolor o pesar - entonces el Espíritu Santo no está en usted haciendo la guerra.

Sin embargo, si usted está bajo convicción aún por la trasgresión más ligera, está cerca de la verdadera victoria. ¡Él está ganando la batalla en su corazón al producir un dolor piadoso que lo lleva al verdadero arrepentimiento!

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