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martes, 14 de agosto de 2012

UNA REVELACIÓN DE SU GLORIA

 
El Señor le dio a Moisés una
revelación de su gloria. 
 
Moisés buscaba de Dios por una manifestación contínua de su presencia: “…que yo te conozco…” (Ex. 33:13). Y Dios le contesto, “…Mi presencia irá contigo, y yo te daré descanso.” (verso 14).

La petición de Moisés sería más que suficiente para la mayoría de los creyentes. Todos queremos la presencia de Dios – dirigiéndonos, guiándonos, dándonos poder y bendiciéndonos. Realmente, ¿qué más puede desear cualquier creyente? Mas sin embargo, teniendo la seguridad de la presencia de Dios no fue suficiente para Moisés. Él sabia que había algo más. Y el clamó, “…Te ruego que me muestres tu gloria.” (verso 18).

Dios le mostró su gloria a Moisés. Pero no apareció en alguna nube luminosa ni en un temblor de tierra como demostración de poder. No, Dios expreso su gloria en una revelación sencilla de su naturaleza: “Entonces pasó el Señor por delante de él y proclamó: El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado,…” (34:6-7). ¡La gloria de Dios fue una revelación de su bondad, misericordia, amor y compasión!

He escuchado a muchos cristianos decir, “Oh, como la gloria de Dios descendió en nuestra iglesia anoche! Hubo una alabanza tan increíble y la gente caía por el Espíritu.” Pero eso no es prueba de la manifestación de la gloria de Dios. No tiene nada que ver con Dios mas allá de las emociones humanas. ¡No incluye una revelación de quien él es!

Algunos pueden discutir, “pero, y, ¿qué de la experiencia de los discípulos en el Monte de la Transfiguración? ¿No era esa una manifestación de la gloria de Dios? Hubo una luz imponente y la aparición milagrosa de Moisés y Elías.”

Pero la gloria de Dios no estaba en Moisés o Elías ni en la luz espectacular. Mas bien, su gloria estaba en Jesús: “…y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.” (Mt. 17:2-6).

Dios estaba diciendo, “aquí está mi gloria personificada – en Cristo!” Ciertamente, Jesús es el cumplimiento de todo lo que Dios dijo que él era para Moisés – lleno de gracia, misericordioso, paciente, abundante en bondad y verdad, el que guarda misericordia a millares, perdonando la iniquidad y la transgresión de pecados. Y ahora el Señor está diciendo, “Aquí está una imagen viva de mi gloria. ¡Todo está personificado en mi hijo!”

He escuchado a algunos cristianos decir, si el Señor tan solo me diera una visión de los horrores del infierno, nunca lo dejaré. ¡Viviría para Jesús todos los días!” No – esa clase de visión no mantiene a nadie. Solo una visión de quién es Jesús – de su gloria, gracia y misericordia – nos mantendrá santos. Conozco a un hombre que estaba cerca de la muerte y experimentó esta clase de visión infernal. Después, juró que dedicaría su vida a Cristo. Pero después de varias semanas esa visión murió, y él volvió a sus caminos de pecado.

Dios quiere abrir nuestros ojos a “…cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,…” (Efesios 1:18). Él está diciendo, “Toda la gloria que le revelé a Moisés está personificada en mi hijo. Y ahora te lo he entregado como tu herencia. ¡Tienes derecho a conocerle en toda su gloria!” “Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en él,” (Colosenses 2:9).

¿Por qué Moisés busco una visión de la gloria de Dios desesperadamente? Yo creo que la razón se encuentra en este verso: “Y me encontraré allí con los hijos de Israel, y el lugar será santificado por mi gloria.” (Ex. 29:43). La palabra “santificado” aquí significa “hecho limpio.” Dios estaba diciendo, en otras palabras: “Moisés, mientras tú y el pueblo me adoren, me reuniré contigo y te daré mi presencia. ¡Y cuando te revele mi gloria, te limpiaré!”

Este es uno de los versos más poderosos en todas las escrituras. Ofrece esperanza a cualquiera que lucha con un pecado acosante y anhela estar libre y limpio. Dios promete, “Tu templo será limpio por la revelación de mi gloria. Y esa revelación esta disponible para ti ahora mismo – ¡en mi hijo, Jesucristo!”

¿Dónde podemos encontrar esa revelación de Cristo? ¡La encontramos solamente cuando vamos a las escrituras! Pablo dice que mientras permitimos que la palabra de Dios refleje en nosotros una revelación creciente de Jesús, seremos cambiados de gloria en gloria: “Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.” (2 Cor. 3:18).

Esta revelación de la gloria de Dios provee poder de mantenimiento a nuestra vida: “…porque sobre toda la gloria habrá un dosel;…” (Isaías 4:5). En otras palabras, la gloria de Dios nos mantendrá limpios en la peor hora de nuestra vida. Satanás nos podrá mentir, “¡Estas vencido! Eres un falso, un mentiroso, un adúltero.” Pero podemos contestar, “No, diablo. Yo tengo un sumo sacerdote – ¡y soy limpio por la visión de su gloria!”

Cuando Dios le reveló todas estas cosas a Moisés de su naturaleza, también le dio la revelación completa que él, “…y que no tendrá por inocente al culpable…” (Ex. 34:7). Azarías le profetizó al rey Asa en su hora más próspera, “Si tu menosprecias la gloria de Dios – si tu excusas tu pecado y descuidas al Señor – el no te limpiará!” “…el Señor estará con vosotros mientras vosotros estéis con él. Y si le buscáis, se dejará encontrar por vosotros; pero si le abandonáis, os abandonará.” (2 Cron. 15:2).

Lo que Dios nos está diciendo aquí es tan sencillo: “¡Toma tiempo para conocer a mi hijo! Escudriña mi palabra y búscame en tu habitación secreta de oración. Entonces, mientras habitas en mi presencia, tus ojos comenzarán abrirse a mi gloria. Todo está revelado en Cristo. Él es la revelación plena de mi amor, gracia, misericordia y bondad.

“Mientras reflexiones continuamente en esta revelación, te limpiará y purificará – porque serás cada vez más como Jesús. Mientras ves cuán amoroso y misericordioso que él es contigo, serás más amoroso y misericordioso con los demás. ¡Y esa será mi gloria revelada en tí!”

Amado, deja de buscar una señal. Deja de esperar que alguna fuerza sacuda el edificio de tu iglesia, o que algún predicador te imponga las manos y solucione todos tus problemas. ¡Busca al Señor a solas! Su palabra lo dice claro – o disfrutarás de su contínua presencia o la menospreciarás: “Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo…” (16:9).

Búscale con todo tu corazón y desea su presencia diariamente en tu vida. ¡Entonces conocerás y experimentarás la increíble gloria de Dios!

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