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jueves, 23 de agosto de 2012

NO ES CON TU FUERZA



No trates de maniobrar tu salida del mismo.

No intentes escapar el ataque por tus propios esfuerzos. Tu no estas a la altura del espíritu demoníaco que está contra ti. La batalla está más allá de tu habilidad humana o el poder físico para combatir. Ni lo puedes solucionar hablando con amigos, o intentar vencerlos con libros, seminarios o consejeros. El conflicto está en el reino espiritual, y se tiene que pelear en el espíritu.


En su momento de desánimo, David no pudo entender por qué él estaba tan desanimado. Él preguntó, “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?…” (Salmo 42:5). Pero sus preguntas no dudaban a Dios. David realmente comienza el salmo expresando su sed profunda por el Señor: “Como el ciervo [venado] brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” (Salmo 42:1-2). 


En medio de su desánimo, David clamó por una revelación del Señor. Él decía, “Dios, nunca antes había tenido más amor por ti. Tengo sed por tí como un venado corriendo por agua. Entonces, ¿por qué estoy tan desanimado? ¿Por qué sufro tan agobiante desánimo?”

Por supuesto, David experimentó en ocasiones la desesperación y depresión a causa de su pecado. Él soportó la disciplina del Señor por su orgullo, cuando él contó su éjercito, lo cual estaba contra la ley de Dios. Y él sintió el dolor de la vara de Dios, cuando él cometió adulterio con Betsabé e hizo arreglos para asesinar a su esposo. Su corazón se quebrantó con desaliento por el juicio que él le causó a su familia a causa de estos pecados.

Así, también, muchos creyentes estan desalentados hoy a causa de sus pecados. Algunos están deprimidos porque el Espíritu Santo ha querido traerlos en victoria, pero ellos se resisten. Ellos han escogido la manera carnal, y eso siempre lleva a la aflicción y el desánimo.

Sin embargo, me dirijo a creyentes arrepentidos aquí — los que buscan a Dios con todo su corazón. Estos siervos fieles son tomados por una clase diferente de desánimo. Esta clase cae sobre ellos repentinamente, de la nada, por ninguna razón aparente. Dejándolos totalmente enmudecidos.

Si esto es cierto de tí, puedes estar absolutamente seguro que estas bajo un ataque. Satanás ha mandado una nube de desánimo para agobiarte. ¡Y él tiene sus razones por hacerlo!

Verás, el desánimo es una de las herramientas más devastadoras del diablo, en sus ataques a los santos con hambre por el Espíritu Santo. Ha sido el arma preferida del enemigo por siglos contra los elegidos de Dios. Desde el día que llegaste a la seriedad con las cosas de Dios — determinando en tu corazón conocer a Cristo en su plenitud — Satanás ha procurado desalentarte. Él te ha visto cavar más profundo en la palabra de Dios todos los días. Te ha visto cambiar, creciendo, y venciendo toda mundanalidad. Así que te ha hecho un blanco de fuerte ataque. ¡Y créeme que ese ataque vendrá!

Ahora mismo puedes ser capaz de alabar a Dios con vigor en la iglesia, diciendo, “¡Este es el día de más gozoso que he tenido!” Pero ten cuidado con lo que viene mañana. Satanás usará su arma más poderosa — el desánimo — para tratar de derribarte.

Sin embargo, cuando el ataque venga, no pienses que es extraño. Dios permite esta clase de prueba ardientes con todos sus santos. Pedro escribe, “Amados, no se sorprendan del fuego de prueba, que les ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña les aconteció” (1 Pedro 4:12). ¡El desánimo es una prueba de Dios, que su pueblo ha soportado durante siglos!

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