No hace muchos años, prediqué un mensaje acerca de la necesidad de mostrar caridad
a los más cercanos a nosotros. En ese mensaje, hablé del pecado de ser
fácilmente provocado.
Tenía tanta convicción de lo que el Señor me había mostrado en esta área,
que estaba determinado a tratar de raíz con este pecado en mi vida. Después
de mucha oración y buscar a Dios, estaba convencido de que había obtenido la
victoria. Incluso pensé: "por la gracia de Dios, nunca voy a ser fácilmente
provocado otra vez". Siempre me detengo y oro, cuento hasta diez y confío en
que el Espíritu Santo va a calmar mi espíritu. El me va a ayudar a poner la
otra mejilla y a alejarme".
Pero bueno, mi victoria duró sólo pocos días. Fue entonces cuando recibí
una llamada telefónica de un amigo cercano -una llamada que me tomó por
sorpresa. Mi amigo me dijo algo que sentí como si me estuviera cortando. Me perturbó tanto, que cortó la conversación. No
le colgué, pero sabia que me había provocado en verdad.
Esa conversación encendió un fuego bajo mi piel. Estaba perturbado, herido,
agitado. Y todos mis jugos carnales empezaron a derramarse:
enojo, indignación, dolor. En breve, Empecé a hervirme en mis propios jugos!
Empecé a caminar alrededor, tratando de orar -pero estaba tan
molesto y perturbado, que a duras penas podía concentrarme en el Señor. Y
oré: "Dios, esa llamada vino directamente del infierno! Mi amigo me
decepcionó, y no había razón para ello. Tenía que ser el diablo tratando de
provocarme. No tengo que escuchar ese tipo de basura!".
Dejé cocinar esos pensamientos cerca de una hora. Entonces, finalmente,
vine al punto de ebullición -y clamé "Señor, Estoy realmente hirviendo en
esto! Estoy hirviendo, molesto -y humeando realmente!". Fue entonces cuando
escuché la pequeña y tranquila voz de Dios, diciendo, "Israel, apaga el estofado, apaga esa llama ahora mismo! Te estás hirviendo en tus propios
jugos de dolor, enojo y odio, porque has sido herido profundamente. Pero lo
que estás haciendo es peligroso, y no te atrevas a seguir preocupándote!".
Hace mucho tiempo aprendí que cuando el Espíritu Santo habla, me conviene
escuchar. Me arrepentí de inmediato y le pedí perdón. Después me senté y
empecé a pensar: "¿Qué fue lo que me provocó tanto? Y ¿Porqué mantuve las
cosas calentándose e hirviendo por dentro? No puedo permanecer enojado con
este amigo -hemos sido amigos por mucho tiempo. Y ahora voy a
perdonarlo. Así que, ¿Porqué estoy tan enojado?
De repente, se me iluminó el cerebro: el estar hirviendo por dentro no
era el resultado de esa conversación dolorosa. No - Estaba enojado porque me
permitió a mi mismo ser fácilmente provocado de nuevo!. Estaba perturbado,
agitado conmigo mismo, porque rápidamente había caído en el antiguo hábito y
pensaba que ya lo había conquistado.
Cuando vi que no había aprendido la lección del todo, que todavía era
fácilmente provocado, clamé, "Señor, Nunca voy a aprender! Me diste este
mensaje, y lo prediqué a muchas personas. Pero todavía no tengo la
victoria en mi propia vida!"
Me sentí como un corredor que se hubiera caído en la carrera. Empecé a
llorar por dentro, "Señor, tengo tantos deseos de ganar el premio de ser
conformado a Tu imagen. Pero ahora veo que nunca lo voy a lograr! Después
de todos este tiempo de caminar contigo, de recibir tu revelación y disfrutar
de tu comunión, todavía no me acerco a la marca. Todavía tengo enojo en mi
corazón -y todavía reacciono con auto justificado orgullo. Oh Dios, ¿Iré
algún da a ser como Jesús?
En esta semana les hablare lo que el Seor me mostró en aquel tiempo de quebrantamiento deseando se mas como él.
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