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lunes, 6 de febrero de 2012

LAS CARAS DE LA MULTITUD


Hace un tiempo fui impresionado por otra cosa,
mientras caminaba por Talara durante la hora pico.



Conforme miraba las caras de la muchedumbre -- gente de toda clase y caminatas de la vida -- un pensamiento impresionó mi alma como un trueno: "¡Todos están perdidos!  Casi toda persona que pasa va para el infierno.  ¡Esta sociedad está maldita por su pecado!"

Yo me doy cuenta que esto quizás suene duro o presuntuoso.  Usted quizás piense: "Seguramente algunas de esas personas conocen al Señor.  Ellos han oído el evangelio en algún lugar, de algún modo."

Ciertamente muchos en esa muchedumbre masiva han visto o han experimentado religión de alguna clase.  A fin de cuentas, nadie en estos días puede pasar los canales de TV sin ver la televisión cristiana.  Aunque mucho de lo que transmiten en la televisión cristiana es una abominación: predicadores multimillonarios rogando por más dinero; predicaciones suaves que no tienen la unción ni el poder para convencer de pecado.  Sólo unos pocos en la televisión de hoy presentan un evangelio verdadero.  ¡Y como resultado son pocas las personas que han oído hoy un evangelio puro -- un mensaje convenciéndoles, y liberándoles del pecado!

Usted quizás diga: "Pero seguramente algunos de esos peatones son practicantes religiosos."  Eso es verdad.  Estoy seguro que muchos han ido a la iglesia, por lo menos en Navidad o en Semana Santa.  Pero la mayoría de las iglesias de hoy están muertas, sin vida, carentes del poder para echar fuera a un solo demonio.  No hay un evangelio verdadero en sus servicios -- no hay verdad bíblica para liberar a la gente del pecado.

Con cada cuadra que caminaba recibía una y otra vez este pensamiento: "Ellos están perdidos.  ¡Ellos van a pasar la eternidad sin Jesús!"  Finalmente, traté de consolarme con este pensamiento: "Pero nuestra iglesia ha visto gente convertida.  Tiempo de Cosecha es una de las congregaciones más fervientes en Talara -- y hacemos un gran trabajo de evangelismo.  Estamos alcanzando a algunas de estas gentes perdidas y heridas."

Pero aun, algo me molestaba en el alma.  Tuve que reconocer hace un tiempo ante el Señor: "Oh, padre -- ¡ya no tengo la carga que tuve una vez!  Ya no lloro de la manera que lo hacía cuando predique por primera vez a la ciudad de Talara hace siete años.  Estoy agradecido por todo lo que has hecho dentro de las cuatro paredes de nuestra iglesia.  ¡Pero en mi corazón, yo sé que no tengo el mismo fuego!"

En el 2005, vivia en casa de mis abuelos en Talara.  En esos días, yo caminaba en el centro cívico cerca de nuestro hogar y lloraba por horas por las almas de la Ciudad de Talara.  Yo tenía que usar combis para subir a predicar al A.H. Jorge Chavez, y cada semana cuando yo subia a ministrar, lloraba durante los minutos de viaje.  A veces tenía que contenerme, porque tenía mi corazón tan quebrantado por el perdido.  Bajaba de las combis, caminaba a la playa, me tiraba sobre mi rostro y lloraba.

Después que Lorena y yo nos casamos, yo tomaba mi moto todos los días a diferentes lugares para ministrar -- y lloraba todo el camino.  La gente que me veía pensaban que yo estaba loco.  Algunos me ofrecían alivio y consuelo.  Pero yo sabía que tenía el corazón del Señor, y lloraba y gemí aun más.


Hoy predico en un patio en casa de mi abuela.  Doy mensajes a una congregación hambrienta, que viene de todas partes del área para oír sermones sobre cada tema posible de la palabra de Dios.  Amo el trabajo de este ministerio, y le doy gracias a Dios por permitirme ser parte de lo que él hace en la Ciudad de Talara.


Sin embargo, me pregunto cuánta gente en nuestra congregación -- y cuántos lectores en nuestra página web -- se sienten de la manera que yo me sentía caminando por Talara.  Tuve que parar y preguntarme: "¿cuánto hace desde que lloraste; por el perdido?  ¿Todavía tienes la carga del Señor para alcanzarlos con el evangelio?"

Yo le pregunto: ¿es usted capaz de trabajar al lado sus colegas, saludar a sus vecinos, conversar con miembros de su familia que no son salvos-- y nunca interesarse por sus almas?  ¿Ocupa su mente simplemente con sobrevivir -- proveer para su familia, proteger a sus niños?  ¿Usted ya no tiene la carga por testificar, alcanzar al mundo perdido y agonizante?

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