“Bendito sea Jehová, que no nos dió por presa a los dientes de ellos. Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; se rompió el lazo y escapamos nosotros. Nuestro socorro está en el nombre de Jehová, que hizo el cielo y la tierra.” (Sal. 124:6-8).
En el Salmo 124 leemos sobre cazadores y sus lazos. Has oído mencionar a los cazadores. Eran cazadores profesionales de aves antes de los tiempos de armas de fuego. Capturaban las aves tendiendo una red en la tierra y atándola a una trampa con resortes.
El cazador regaba maíz en la tierra cerca de la trampa. Entonces, cuando el ave se comía el maíz, la trampa saltaba, a causa del resorte y la red caía sobre el ave y la capturaba.
A menudo en tiempos bíblicos, un cazador cosía los parpados del ave capturada y la mantenía enjaulada. De esa forma, sus gritos atraían un gran número de aves. El sonido de la desesperación de la ave capturada atraía la curiosidad de las otras aves, y cuando se acercaban a investigar, también eran capturadas.
Los cazadores hacían sus ingresos de las aves capturadas de varias formas. Algunos las vendían a personas que las querían como mascotas. Otros las vendían para uso como sacrificios, especialmente palomas y palominos. Aún otros cazadores vendían las aves más pequeñas a la clase pobre, quienes las usaban para alimento. En este caso, las aves eran devoradas.
Varios pasajes bíblicos hacen referencia a nuestra alma como un ave: “Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; se rompió el lazo y escapamos nosotros.” (Sal. 124:7). “Es mi heredad para mí como ave de rapiña de muchos colores…” (Jer. 12:9).
Mañana hablaremos sobre escapar del lazo del Diablo (el cazador)
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